|
Por Claudio Zlotnik A los empresarios no les cae nada bien que el Estado se meta en sus negocios. Que desde el Gobierno o desde el Congreso les impongan pautas de funcionamiento en sus mercados. "Control" y "regulación" suenan como el acorde más desafinado en los oídos de los hombres de empresa, justo en momentos en que los partidos políticos levantan la bandera de la defensa de los consumidores. Los ejecutivos de las compañías no quieren siquiera escuchar sobre la posibilidad de imponer topes a las tarjetas de crédito o a las comisiones que cobran las AFJP. Ni que se los amenace con importar naftas para forzar una baja en el mercado local. "Muchas veces, la tendencia al populismo conduce a una falsa defensa del consumidor y a decisiones claramente contrarias al desarrollo de la industria", aseveró Eduardo Baglietto, el vicepresidente ejecutivo de Techint, en un seminario organizado ayer por IDEA. Durante ese encuentro se debatió la cuestión de "las regulaciones económicas en la Argentina, riesgos y oportunidades". Y los ejecutivos dispararon también munición gruesa en contra de los organismos controladores que fueron creados en simultáneo con la privatización de las ex compañías estatales. Y se mostraron escépticos respecto de su utilidad. Entre otras cosas, denunciaron que muchas veces desde esos organismos los políticos hacen campaña y "populismo". Que en otras oportunidades las reglas de juego no son del todo transparentes y que "el público asocia a la regulación con la corrupción", como afirmó el presidente de Shell, Jorge Brea. Por eso, los empresarios abogaron para que sea el propio mercado el que regule a las empresas. "La verdadera sanción es cuando una marca se desprestigia por culpa del mal accionar de una compañía", añadió Brea. El mismo directivo puso como ejemplo sólo tres nichos donde la regulación es eficiente: en la seguridad, la salubridad y el cuidado del medio ambiente. Los cuatro panelistas que expusieron a lo largo de casi dos horas, Baglietto, Brea, Bruno Philippi Irarrázaval (Chilgener) y Manuel Sacerdote (BankBoston), relataron anécdotas de cómo la regulación y lo que ellos denominaron "populismo" acarreó problemas a sus empresas. Y extendieron sus reclamos a otros rubros en los que, por estos días, se discute la necesidad de la intervención estatal. Así, por ejemplo, Baglietto, de Techint, adujo que el grupo se vio dañado económicamente por la "inacción o acción negativa" del ente regulador que debía controlar las concesiones ferroviarias de carga. Lo mismo pasó con las telefónicas, en las que Techint tuvo participación a través de Telefónica de Argentina, en donde se retrasó la aplicación del rebalanceo tarifario por "razones políticas", y en las compañías de distribución eléctrica y de gas, donde se aplicaron multas y rebajas de tarifas "carentes de sustento". Brea, de Shell, a su vez, criticó la posibilidad de que se importen combustibles --una amenaza que alguna vez dejó picando el Gobierno con el objetivo de abaratar las naftas--. Pero el presidente de la multinacional sólo respondió que "el actual precio de venta es el fijado por el mercado, que funciona de una manera transparente", cuando uno de los asistentes al seminario preguntó por qué el valor de los combustibles no imita la pendiente que en los últimos meses describió el precio del petróleo. "Las regulaciones deben generar condiciones que permitan una genuina competitividad y evitar el riesgo del populismo regulatorio", concluyó Brea. "En el mercado financiero, si uno no regula tiene operadores más fuertes", definió, por su parte, Manuel Sacerdote. Como el resto de sus colegas, el presidente del BankBoston relató que la regulación estatal no hizo más que provocar el estancamiento en el mercado de los seguros. Por otro lado, advirtió: "Hay amenazas de regulaciones adicionales pese a que existe la competencia y la transparencia en el negocio". Se estaba refiriendo al mercado de las administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP), donde un proyecto de ley elaborado por el justicialista Oraldo Britos, que ya tiene despacho de comisión en Diputados, intenta regular las comisiones que las administradoras cobran a sus afiliados. "El Congreso quiere destruir a la industria. Y esto va a contramano de la gente, que está contenta con el sistema", disparó Sacerdote. Para el banquero, el Gobierno debería seguir el ejemplo que tomó durante el tequila, "donde no se le ocurrió prohibir el retiro de los depósitos pese a la corrida". Sacerdote metió en la misma bolsa al negocio de las tarjetas de crédito. "El mercado se está autorregulando, haciéndose más transparente y bajando sus costos. No caben dudas de que las distorsiones se están corrigiendo. Y pese a esto, el sector continúa amenazado por el Congreso", sentenció.
DEFENSA DE LA ACCION DEL ESTADO El economista de la Alianza Guillermo Rozenwurcel utilizó su exposición en el seminario organizado por IDEA sobre las regulaciones económicas para advertir que "existe en la Argentina el riesgo de caer en un vacío regulatorio al que podría conducirnos un enfoque neoliberal ingenuo". En ese sentido, Rozenwurcel añadió que, si bien los mercados son el eje de una economía moderna, su funcionamiento "debe complementarse con la acción del Estado". En contraposición con la idea de los empresarios de dejar al mercado como único actor, capaz de regular la relación entre las empresas y los consumidores, el economista de la Alianza sostuvo que ésa "es una idea simple y atractiva, pero falsa". En ese sentido, puso como ejemplo al negocio de las tarjetas de crédito. Allí, dijo, la autorregulación del sistema no bastará para bajar las tasas de interés. Y que sólo la presencia activa del Estado, dándole transparencia al negocio, redundará en que los clientes de los plásticos paguen menos costos. Llevando a la práctica sus dichos, Rozenwurcel recordó que sólo cuando la Secretaría de Industria, Comercio y Minería publicó los rankings con las tasas que se cobraban, los bancos ensayaron una tibia reducción. Aun cuando los mercados muestren un alto grado de competencia, el especialista recomendó, aunque más no fuera, la presencia "mínima" del Estado. Pero cuando esos mercados exhiban imperfecciones, con competencia limitada por las barreras impuestas por los propios jugadores, el rol estatal debe ser además "específico", regulando las actividades económicas. "Donde los problemas son resultado de la acción de los propios agentes, la regulación debe ser básicamente procompetitiva", explicó Rozenwurcel. No obstante, alertó que los controles "son siempre imperfectos" ya que, entre otros motivos, "no existe intervención gubernamental que no sea pasible de manipulación por parte de los grupos de interés".
Por Maximiliano Montenegro El ex economista jefe del Banco Mundial, el chileno Sebastián Edwards, dice que en Argentina no es necesario un ajuste como el que propone el FMI. Cree que la flexibilización laboral "es fundamental" y admite que el dilema, con Convertibilidad, está entre una baja de salarios o una suba del desempleo. Por otro lado, advierte sobre el peligro de una nueva crisis internacional con epicentro en Rusia, que desataría un nuevo efecto dominó del cual Latinoamérica no escaparía y pagaría con recesión. Aunque ya hace dos años que enseña en la Universidad de California, un centro de estudios progresista en la academia norteamericana, Edwards es la voz cantante del denominado "Consenso de Washington". Entre 1993 y 1996 ocupó el estratégico cargo de economista jefe del Banco Mundial, desde donde predicó las bondades de las recetas liberalizadoras. Preocupado por la reacción social contraria al modelo, pergeñó el nuevo discurso de Washington llamado "el tiempo de las reformas sociales". Hoy identifica al escritor mexicano Jorge Castañeda como fuente intelectual donde abrevan "los políticos del desencanto" que "culpan al modelo de la desigualdad social en la región". Sugiere profundizar la receta de Washington. --¿Qué opina de la discusión acerca del déficit de cuenta corriente del sector externo? --Un país como Argentina, e incluso como Chile, no puede tener sostenidamente un déficit de cuenta corriente del 6 o 7 por ciento del PBI. Pero un déficit de esa magnitud por uno o dos años es soportable e incluso puede llegar a ser positivo en la medida en que sea el correlato de mayores inversiones, en tanto se hacen las reformas para que aumente el ahorro interno. En Argentina hay una preocupación muy genuina del ministro Fernández para aumentar el ahorro, por lo que la situación no es preocupante. --Argentina tiene un déficit en el sector externo de más de 16 mil millones de dólares, casi 5 puntos del PBI, y el FMI aconseja medidas de ajuste para desacelerar la economía y reducir así las importaciones. ¿Usted qué piensa? --No hay que desacelerar la economía, sino tener estructuras económicas sólidas. En un país con Convertibilidad es prioritaria la reforma fiscal. En segundo lugar, una lección de la crisis asiática y de la rusa, que se cierne, es tener sistemas bancarios muy sanos y bien regulados. En este aspecto, Argentina avanzó mucho, pero no todo lo requirido. En tercer lugar, para Argentina es fundamental la reforma laboral. Ante un shock externo, en un país con Convertibilidad la única forma de que el ajuste sea gradual y poco traumático es con flexibilidad laboral. --Si cambian las condiciones externas y dejan de entrar capitales, bajan los salarios o sube el desempleo... --Ese es el dilema. La flexibilidad salarial permite que el ajuste se realice, al menos, sin una suba exagerada de la desocupación. --Usted habla de la crisis en ciernes de Rusia. ¿Teme que haya una nueva crisis financiera internacional con epicentro en ese país? --La situación es muy frágil. Si hay una crisis en Rusia, las consecuencias para los países emergentes serán terribles. El Fondo Monetario está muy preocupado y la respuesta de las autoridades rusas ajustando las tasas de interés ha sido la adecuada, pero me temo que sea demasiado tarde. --¿El fantasma del efecto dominó aparece de nuevo sobre los países emergentes? --Es más que un fantasma. Es una realidad, porque si hay una crisis en un país tan importante como Rusia va a haber, sin duda, una nueva huida de los inversores hacia los activos de calidad norteamericanos, un nuevo golpe para las bolsas latinoamericanas y un nuevo aumento del riesgo en los mercados emergentes, donde disminuirá fuertemente el ingreso de capitales. --¿El FMI podría intervenir para atenuar el impacto sobre Latinoamérica? --El Fondo Monetario tiene mangueras de alcance muy limitado y presión de agua casi nula en este momento. La región sufriría el impacto con recesión. --En 1995, usted escribió una serie de documentos desde el Banco Mundial alertando por el desencanto con el modelo económico en las sociedades latinoamericanos y advertía sobre los peligros de un retorno del populismo. ¿Qué cambió desde entonces? --La pobreza no ha disminuido desde entonces y la desigualdad del ingreso ha crecido. Esto ha provocado manifestaciones contrarias al modelo, lo cual ha también hecho descreer a la dirigencia política sobre las reformas. Lo cual es grave, porque la única forma de afrontar los problemas sociales es profundizando las reformas educativa, de salud y del mercado de trabajo. Por ejemplo, me parece desalentador el proyecto de reforma laboral oficial en Argentina acordado con los sindicatos. Estoy decepcionado con lo que ha ocurrido en Argentina en esa área, así como también con las demoras del sistema de salud y educativo. --¿Cómo ve a la oposición política en Argentina, como una amenaza para el modelo o como garante de su continuidad? --El discurso de la Alianza es tímido en relación a avanzar con las
reformas institucionales. Piensan en "perfeccionar" el modelo y para ello hablan
de repararlo, de hacer cambios aquí y allá. Pero lo que requiere en este momento
América latina es profundizar radicalmente las reformas.
|