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La mirada de Gabina se detiene sobre la decena de gatos que la escoltan a sol y a sombra. Cuando la recogieron de la calle, alejada de su Corrientes natal, los felinos eran ya su única familia. Con ellos llegó al Hogar, donde vive hace 18 años. Gabina es parte del grupo de ancianos del Hogar Martín Rodríguez que participan del Plan Mascotas, una peculiar experiencia sostenida en el vínculo afectivo con los animales para rehabilitar a los ancianos a través de métodos terapéuticos no tradicionales. La aventura que comenzó hace tres años, motorizada por un grupo de profesionales del Hogar, en Ituzaingó, forma parte de un proyecto más amplio con el que se intenta estimular a los ancianos, disminuir sus síntomas y romper los prejuicios que pesan sobre la vejez y los viejos. "Veíamos que en Japón se curan viejos con perros y chicos autistas son tratados con delfines, mientras en Inglaterra se hacen experiencias en enfermedades de Alzheimer acariciando animales. Trabajar con el vínculo afectivo da resultados. En principio, en los cuadros de tensión nerviosa acariciar a un animal produce relajación y luego aflora el sentimiento, que es lo que realmente hace que empiece a quererlo y sea el motivo por el cual vivir", confirma Marta Palumbo, jefa del departamento de Asistencia Social y directora del Programa Ecológico Integrado. El delirio místico de Gabina por sus gatos fue el principio del fin. En un momento había más de 100 deambulando por el Hogar. Gabina los recogía en la calle y un puñado de ancianos los hacía desaparecer. Sobre la base de esa realidad surgió el Plan Mascotas, en setiembre de 1995. Una docena de trabajadoras sociales, médicos gerontólogos, ecologistas, psicólogos, veterinarios y apicultores --la mayoría ad honorem-- tomaron la delantera. A ellos se les unieron 120 ancianos dispuestos a desmontar el mito de que los viejos llegan a instituciones de ese tipo para morir. Pretenden desterrar los prejuicios que los identifican como locos, enfermos o asexuados. El resto, unos 500, se reparten en las diez residencias que tiene el Hogar. El Plan Mascotas es parte del Programa Ecológico Integrado, "la primera experiencia ecológica educativa con adultos mayores", como lo califica la jefa del programa. Sin financiación, con préstamos, donaciones e infaltables mangazos, levantaron también cinco huertas orgánicas y pequeños colmenares. Tomás Pieroni es uno de los médicos gerontólogos que sostiene la idea de que los animales ayudan a los viejos a sentirse mejor y más útiles. Confía en las experiencias exitosas que se vienen realizando en otros lugares del mundo para demostrar que no son sólo un grupo de audaces. Después de una primera etapa piloto, se largaron a estudiar el valor científico de la multiestimulación constante: "Para empezar elegimos una población del Hogar que abarca 10 casos y en setiembre del año pasado hicimos una serie de tests, que repetimos cada tres meses. En dos meses más vamos a tener testeados todos los casos que queremos introducir en el proyecto". "Nucleamos tres tipos de patologías en el grupo: personas con deterioro cognitivo, con síndromes depresivos y con cuadros neurológicos, es decir, con alguna parálisis o dificultad en el habla", cuenta Pieroni. Si bien consideran que la experiencia debe tener como mínimo de un año antes de medir los cambios observados en los pacientes estimulados, los primeros informes indican que todos los pacientes han mejorado. "Trébol se moría, estaba para sacrificar", recuerda Félix. El no eligió criarlo, pero con el tiempo aprendió a cuidarlo. Todavía sospecha que se lo "enchufaron", pero ahora se siente el padre adoptivo de ese mestizo de pequinés que alguien abandonó, sarnoso y al borde de la muerte, en la cerca del Hogar. Raúl, en cambio, llena los huecos del tiempo en un pabellón en desuso, tapado de escombros y trastos viejos. Allí limpió, pintó y recicló los muebles de la habitación que transformó en consultorio veterinario, donde un grupo de profesionales trabajan gratis en la cura y esterilización de las mascotas. Por el lugar pasaron Trébol en los brazos de Félix y las perras mellizas de Julia, rasguñándole las polleras. Raúl llegó solo desde San Juan, hace tres años, y todavía no se anima a quebrar sus prolongados silencios para "mascotear" como los demás. "Soy el padre protector de todas", anuncia entre risas. De los 1700 ancianos residentes en los cuatro hogares públicos que dependen del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, 620 están alojados en el Martín Rodríguez. Desde la Secretaría de Promoción Social, coinciden en que las primeras evaluaciones del trabajo con las mascotas son alentadoras. "La gente que tiene animales domésticos se vincula mejor, se comunica con más facilidad y tiene más deseos de cuidarse y vivir bien. El cambio de actitud influye también en su psicología y demuestra que cuando los viejos encuentran un estímulo que les da placer y satisfacción, todo su estado cambia", destacó el titular de la secretaría, Rafael Kohanoff. En algunos ancianos ya se observan los primeros cambios. Una paciente depresiva y con una psicosis controlada detuvo su cuadro de excitación al convivir en contacto con varios gatos. Según los informes médicos, los felinos se convirtieron en el estímulo para seguir viviendo, en tanto que su conexión con el psicólogo --siempre en presencia de los gatos-- se ha vuelto mucho más abordable. Otro de los casos es el de un paciente alcohólico, con un deterioro importante, que empezó a recibir el estímulo de un perro. Se encargó de alimentarlo, le armó una cucha y se preocupó por llevarlo al veterinario para curarlo de las enfermedades que traía. El contacto con el animal lo llevó a integrarse nuevamente a la vida social del Hogar y a retomar un vínculo que en su pasado cubría una cuota de su soledad. Producción: Carolina Bilder |