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Por Cledis Candelaresi Para captar "las formas de ocupación flexibles, la pobreza, la vulnerabilidad y la exclusión, propias de la última década", el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos comenzó a reformular la Encuesta Permanente de Hogares. Los cambios fueron presentados ayer en un seminario internacional. El rediseño de la encuesta, que mide la desocupación y la pobreza, persigue tres objetivos: tener una batería de preguntas que permita distinguir con precisión quiénes tienen una ocupación estable de quienes sólo hacen changas; medir en forma continua a la totalidad de la población urbana y dar a conocer cuatro índices por año, en lugar de los dos actuales. El nuevo relevamiento pretende evitar las oscilaciones bruscas que se registran en el actual índice de desocupación. La nueva EPH estará en vigencia plena en el 2000, junto al próximo gobierno. Mientras tanto, en agosto próximo el Indec hará una medición de ensayo, cuyos resultados se darán a conocer a mediados de octubre. Esto significa que este año el organismo oficial producirá tres índices en lugar de los dos habituales. El punto de partida para los cambios, que el Instituto debate ahora con otros organismos internacionales, es el reconocimiento de que en un contexto laboral flexible la EPH tiene límites para clasificar adecuadamente a los encuestados según su actividad. Corregir esa falencia apunta uno de los primeros cambios en marcha, que se detallan a continuación. * Cuestionario: En las actuales mediciones de mayo y octubre, se releva por ejemplo si el encuestado trabajó (al menos una hora por día) o buscó trabajo sólo en la semana previa a la encuesta. La idea consiste en ampliar la indagatoria a lo que ocurrió en el último mes, a semejanza de lo que hacen otros países. Un segundo objetivo es incluir en el cuestionario preguntas más precisas, para averiguar si el encuestado realmente está buscando trabajo sistemáticamente o si, en caso de tener un conchabo part time, no trabaja más porque no quiere o porque no puede. Cómo impactarán esas correcciones en los índices es una incógnita. Estos retoques permitirían obtener información más precisa tanto de los ocupados como de los desocupados y de los subempleados. * Amplitud. Con 35 mil encuestados, la EPH mide el 70 por ciento de la población urbana. El propósito es evaluar al ciento por ciento, incluyendo en el muestreo a las poblaciones con más de 2000 habitantes. Así se obtendrá información nacional, regional, provincial. * Frecuencia La idea es instrumentar un mecanismo de medición continua, es decir, que habrá un seguimiento constante de las principales variables sociales. Pero esa información semanal se procesará en forma conjunta cada tres meses. Para esta tarea, los encuestadores serán equipados con computadoras portátiles, que permitirán procesar los datos rápidamente. En una segunda etapa del rediseño el Indec se abocará a perfeccionar el método para obtener información sobre la distribución del ingreso y el grado de pobreza, otros aspectos sustanciales de la EPH, en los que esta herramienta estadística también tiene flaquezas."El contexto actual no tiene nada que ver con el de la década del 70, cuando surgió al encuesta", explicó Clyde Trabuchi, directora de la EPH. "Entonces, había un predominio de la actividad industrial y del empleo estable. Ahora ganaron espacio los servicios, las ocupaciones flexibles y la marginación económica de algunos sectores de la población", precisó en diálogo con este diario.
Por Diego Schurman En la Argentina de hoy la economía crece y el desempleo baja. Domingo Cavallo vaticinó este escenario antes de abandonar el Palacio de Hacienda y Roque Fernández lo confirma día a día sin más que aplicar la política del "piloto automático". Sin embargo, ese aparente certificado de buena salud se choca de frente con otra realidad. Datos que el Ministerio de Economía demoró en publicar, y que forman parte de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, revelaron en estos días un incremento de los índices de pobreza e indigencia, que en el Gran Buenos Aires ya alcanzan al 26,5 por ciento y al 5 por ciento respectivamente. Así, lo que se presenta como una paradoja --mayor pobreza con menor desocupación-- en verdad es el resultado de la transformación del mercado de trabajo, basada en la precarización y la caída salarial. Los datos sobre la evolución de la pobreza y también de la indigencia fueron relevados entre mayo y octubre del '97. Sin embargo, Economía los dio a conocer en los últimos días. Según el trabajo, la población pobre del Gran Buenos Aires (Capital y conurbano) asciende a 3.125.147 de personas y la indigente a 586.950. El crecimiento de la indigencia --grupos familiares con ingresos por debajo de los 280 pesos mensuales-- obedece a un fenómeno socioeconómico nuevo. Para la consultora Equis/Idep, que encabeza el sociólogo Artemio López, esto se expresa "en la profundización del empobrecimiento por ingresos entre los pobres estructurales, más que por la expansión de la pobreza hacia otras franjas comunitarias aún no pobres". Se trata de hogares impactados por la pobreza que ahora han declinado desde ella hacia la indigencia. La mayoría pertenece al segundo cordón bonaerense, con epicentro en los partidos de Florencio Varela, Moreno, La Matanza, General Sarmiento y Merlo. ¿Cómo se explica que ese proceso se dé en un contexto de caída de la tasa de desocupación abierta, que pasó desde un 16,1 en mayo del '97 al 13,7 en octubre de ese año? Centralmente, en la proliferación de trabajos transitorios distribuidos por el Ministerio de Trabajo y financiados por el Banco Mundial y partidas del Fondo Nacional de Empleo. Es decir, contratos de baja calificación, de entre 2 y 6 meses de duración, con asignaciones no remunerativas promedio de 176 pesos, y que no ofrecen cobertura jubilatoria ni tampoco de obra social. La incidencia de este tipo de empleo transitorio en la baja de los índices no es menor. Según los datos del Indec --que Artemio López toma para su investigación--, sobre los 800 mil puestos de trabajo generados en el '97, 414.784 (más del 50 por ciento) deben imputarse a los planes de empleo públicos, y precarios, como el Trabajar I, Trabajar II, Forestar, y Servicio Comunitarios. En buen romance, significa que la oferta ocupacional de ese período estuvo fuertemente dominada por contratos que no logran ubicar a sus beneficiarios por encima de la línea de indigencia. El análisis de la consultora Equis/Idep se limita a los empleos públicos. Pero la proliferación de contratos precarios también domina el espectro privado. En este caso son las modalidades promovidas o "contratos basura", ya que eximen a las empresas del pago de indemnizaciones y cargas sociales. Luego de años de aplicación, el Gobierno recién ahora reconoce que no han servido para generar empleo genuino y busca derogarlos por ley. |