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Por Eduardo Febbro desde París ![]() Las negociaciones entre la patronal de Air France y el sindicato de pilotos entraron ayer en una fase de acuerdo posible. La dirección renuncia a aplicar la doble escala de salarios para los pilotos jóvenes y propuso que la disminución del 15 por ciento de los salarios sea compensada con acciones de la compañía. Sin embargo, el conflicto de la empresa aérea no es más que uno de los tantos movimientos sociales que pululan en Francia desde hace algunos días y que se van a incrementar con el correr del tiempo. El jueves no faltó nadie a la cita de las manifestaciones y las huelgas: desde los guardianes del Museo de Historia Natural de París, pasando por los empleados del gas y la electricidad, los trabajadores de los astilleros navales, los del gremio de la construcción, de varias ramas de los servicios públicos, de la salud, del transporte --el Métro--, de los encargados de recoger las valijas y manejar los tractores en los aeropuertos hasta una mezcla indescriptible de funcionarios públicos y de desempleados del movimiento "Por el empleo y del derecho a vivir" que se sumaron a las marchas en París y otras regiones de Francia. Y esto no es todo: a partir de hoy, los técnicos que colocan las balizas de radio faro en las pistas de aterrizaje convocaron a una huelga y lo mismo hicieron los controladores de los trenes. ¡Todos en huelga! Que el lector no se asuste, aún falta. Los próximos 9, 10 y 11 de junio, es decir un día antes del Mundial... y durante, los conductores de trenes respetarán un religioso paro. El huelgazo coincide con el primer aniversario de la formación del gobierno socialista de Lionel Jospin. Hasta ahora, el primer ministro no intervino directamente en los conflictos y sólo respaldó "de lejos" al presidente de Air France. Con todo, varios miembros del gobierno, entre ellos el ministro del Interior Jean Pierre Chévénement, expresaron el punto de vista oficial manifestando su "tristeza como francés por ver nuestro país convertirse en rehén en el momento del Mundial. A Francia le falta civismo". La prensa ironiza todos los días con los mil pormenores a que da lugar la cascada de reclamos sociales. Hay que recordar que el personal de Air France y de los trenes son especialistas en poner al gobierno y a la opinión pública entre la espada y la pared lanzando huelgas espectaculares y perfectamente programadas en el tiempo: los momentos elegidos son, por lo general, la víspera de las vacaciones o las fiestas de Navidad y fin de año. Las huelgas no parecen afectar la estabilidad del gobierno ni el humor de la población, tanto más cuanto que Air France ya tiene acostumbrados a los usuarios a considerables desarreglos en su manera de funcionar. A título de ejemplo, el puente aéreo entre París y el gran puerto del sur de Francia, Marsella, se asemeja a un reloj descompuesto. Por unos 400 dólares, el pasajero compra además del pasaje un atraso de cerca de una hora y media. El colmo para una línea que utilizan ejecutivos y pasajeros que van y vienen en el día con citas exactas. El puente aéreo entre Madrid y Barcelona respeta los horarios con, a los sumo, 6 minutos de atraso. A diferencia de los ferrocarriles franceses que, más allá de cierto tiempo de atraso, devuelven parte del importe del pasaje, Air France presenta una congelada sonrisa como toda explicación. Los más felices con las huelgas son los comunistas. Robert Hue, su jefe, estimó que "toda lucha es una suerte para el movimiento social". Esta vez, sin embargo, no hay un verdadero clima de "movimiento social" sino más bien de defensa de derechos corporativistas. |