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A ESTE EXTREMO HEMOS LLEGADO 7 PUNTOS (Textos y poemas de Bertolt
Brecht) Por Hilda Cabrera Especie de cabaret literario y político, este espectáculo sencillo pero de sólido trazado posee la carga reveladora de las paradojas escenificadas por Brecht. Poemas, canciones, relatos breves y fragmentos de piezas teatrales tienen en Onofre Lovero a un intérprete que conoce el peso de las palabras que dice o entona. Es uno de los actores más entrenados en la obra del dramaturgo alemán. Su acercamiento se inició en los años '50, logrando estrenar en 1957 una adaptación de La ópera de dos centavos en el Teatro de los Independientes, con Walter Santa Ana y Haydeé Padilla. A aquélla le siguieron Galileo Galilei, Santa Juana de los Mataderos y, entre las últimas, La buena persona de Se-Chuan. La propuesta es ahora desplegar el humor cáustico del autor alemán. Esto no significa que A este extremo... eluda el drama, puesto de manifiesto en la secuencia en que Galileo se recrimina haber traicionado sus convicciones por miedo a la Inquisición. Galileo es la figura emblemática del escepticismo, el científico que se niega a dar nada por sentado, y participa de aquello que --según los estudiosos-- Brecht defendía: la duda activa. Desde la dirección, Manuel Iedvabni logra enlazar fluidamente las secuencias que componen este unipersonal exento de apuntes grandilocuentes. Cofundador de salas hoy desaparecidas, como Teatro del Centro (1968), Teatro Contemporáneo (1980) y Galpón del Sur (1985), también él es un reconocido brechtiano. Entre otros montajes, figuran La condena de Lúculo (1956), La resistible ascensión de Arturo Ui, El círculo de tiza caucasiano, Santa Juana de los Mataderos y Contra la seducción. Apenas unos rápidos cambios de luz y de vestuario, y la presencia en vivo del pianista Gustavo Codina, sirven de apoyo a las palabras que con significativa agudeza describen hechos cómicos o trágicos. Lovero entona "La canción de Salomón" (sobre el destino de los grandes hombres), "Balada del soldado muerto" y "Balada de la tiranía del sexo", relata, entre otros textos, "Si los tiburones fueran seres humanos" y "¡Que viva la dialéctica!" (donde Brecht parodia la filosofía de Hegel) y recita "Las muletas", "Satisfacciones" y "Preguntas de un obrero que lee". Productos todos de una literatura sardónica, que al describir formas de opresión y dominio denuncia el desprecio de los fuertes hacia los sometidos. En el unipersonal se incluyen también fragmentos de escenas de La ópera de dos centavos, La resistible ascensión de Arturo Ui y Galileo Galilei, temas que sirvieron a Brecht para criticar a su época, y a los que algunos espectadores les encuentren tal vez correspondencias con el presente. Para otros quizá sean nada más que retratos de un darwinismo social ya superado. Para unos y otros vale, en todo caso, aquel reclamo que hace el señor Keuner de Historias de almanaque sobre la necesidad de preguntas convincentes: "He observado --dice-- que mucha gente se aleja, intimidada, de nuestra doctrina, por la sencilla razón de que tenemos respuesta para todo. ¿No sería conveniente que, en interés de la propaganda, elaborásemos una lista de problemas para los que aún no hemos encontrado solución?".
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