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Por Daniel Lagares desde L'Etrat Ni el loro. Domingo y al atardecer, en un suburbio de la octava ciudad de Francia. ¿Qué podía esperarse entonces? Los tres bares del pueblo están cerrados, no hay cine, no hay baile de estudiantes secundarios. No hay nada. Ni los jugadores de la selección argentina que tuvieron franco de servicio y se fueron a pasear por Lyon y Saint Etienne después de almorzar en la concentración, pero deben regresar antes de que suene el clarín y se retorne al orden cerrado. L'Etrat no tiene vida, simplemente está en el mapa porque alguien la puso ahí. Hay un hilo conductor que corre paralelo a la autopista A6 que trajo por un camino de seda al Peugeot 106 azul francia --qué otro color, sino-- desde el espléndido amanecer de París, unos minutos después de que los mozos de La Coupoule invitaran amablemente al grupo de periodistas a retirarse del lugar y buscar el camino al hotel por las calles de Montparnasse. ¿Será cierto el doping de Verón? La diáspora de L'Etrat, obligada por el día libre de los jugadores y por el silencio dominical de Daniel Passarella, lleva el rumor hasta la vecina Saint Etienne donde las costumbres tampoco son hollywoodenses y la paz de la siesta se interrumpe con los gritos desaforados de los argentinos. Están todos, claro. Mirada a la distancia, aquella presencia insólita de los Midachi en Boston '94 no deja de ser cierta ante tanto "Videomatch", TyC, "El Rayo" y otras yerbas. Uno tiene la sensación de que falta Pipo Mancera, el verdadero maestro de todos ellos. ¿Habrá habido doping? Más al norte, 60 kilómetros de regreso de L'Etrat pasando por Saint Etienne está Lyon, tercera ciudad del país, la "cocina" de Paul Bocusse y destino del resto de la prensa argentina que no encontró hospedaje en los tres hoteles de Saint Etienne. También allí, en los barcitos de las riberas del río Garona, la duda corre más veloz que las aguas de esta zona del Loire, bella pero desangelada. Es un golpe al sistema de seguridad de Passarella y no parece tan grave si es cierta la verdad oficial. Es creíble que los jugadores tomen medicamentos en la etapa previa a la competencia. Un simple histamínico está en la lista negra de FIFA y, si un futbolista está resfriado, por qué no darle un Dazolín. Pero si la historia no pasó de allí y trascendió hasta el programa de Lucho Avilés, algo falla en el dispositivo del técnico. A un técnico que utiliza métodos propios de la mejor época stalinista --televisión mostrando llegada de funcionarios, televisión mostrando salida de funcionarios, nadie que informe o sepa lo que ocurrió en la reunión de funcionarios-- la fuga de información es un error imperdonable. Pero del rumor a la especulación hay un paso y de ahí a la teoría de la conspiración, un trecho tan breve como el paso de un pajarito. En la interminable tarde de los bares de Saint Etienne y Lyon y el paso por la desolada L'Etrat se hablaba de una zancadilla al técnico. "Alguien" le llenó el oído a Avilés asegurándose la difusión porque sabe que el farandulero es capaz de entregar cualquier cosa por un chimento. En el grupo que rodea a Passarella jamás dirán lo que piensan. Pero piensan que el inventor del rumor es alguien enemistado al entrenador o alguien que le pone fichas al enemigo del técnico. ¿Algún jugador que se quedó afuera? Nadie da nombres; todos prefieren olvidar el episodio lo antes posibles, pero detrás del Muro de Lona Verde que rodea la concentración argentina alguien canta la vieja canción: "Ecoute mon ami, ecoute la reponse dans le vent...". Y uno, quién sabe por qué, se acuerda de Maradona y Coppola.
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