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Por Juan Sasturain desde París Aunque el fútbol sea un invento inglés, la organización internacional del deporte y el diseño de una manija que la empuñara, la FIFA y su consecuente dirección no lo son. La inventaron seis países del continente hace 94 años. Fue el 23 de mayo de 1904, precisamente en París, como ahora, cuando reunidos representantes de Bélgica, Dinamarca, España, Holanda, Suecia, Suiza y los anfitriones eligieron al francés Robert Guerin para la presidencia de la minúscula entidad. Esa media docena larga de excéntricos sportsmen no podían imaginar que alguna vez serían 200 y de todo el mundo las asociaciones afiliadas y que entre aquella reunión de amigos y esta asamblea multitudinaria que decide el destino y el reparto de poder de una de las tortas más ricas del mundo sólo hay una cosa: esta bellísima ciudad como sede. De la belle époque a estos fulgores del fin de milenio, París no ha dejado de ser el centro --hoy compartido pero centro al fin-- del fútbol, si no como pasión sí como acontecimiento institucional. Más de mil delegados e invitados especiales participan desde ayer domingo en las jornadas del 51º Congreso Ordinario de la FIFA. Y no es un congreso más porque, después de 24 años, habrá elección de un nuevo presidente. Los estatutos establecen un mandato de cuatro años renovable y, excepto en los casos en que los titulares han fallecido en el ejercicio del cargo, lo habitual ha sido la renovación de mandatos. Así, como el papado, la FIFA, en su casi un siglo de existencia, ha tenido pocos cambios de titulares: sólo siete presidentes. Y de todos ellos, Joao Havelange ha sido el que más tiempo gobernó. El inoxidable, temible abuelo que ayer, a los 82 años y a las cuatro de la tarde dejó formalmente el mando en la ceremonia inaugural en el monumental Equinox Hall Hotel, lo hizo como un monarca que abdica por aburrimiento de un mando que nadie puede discutirle. Havelange ha sido El Poder. Y ahora lo delega, no se lo quitan. Sobre todo si hoy gana su dinámico delfín, el suizo Blatter. En el congreso de Barcelona de diciembre de 1996, Havelange avisó que se retiraba y no a jugar con los nietos --ya son gente grande-- sino a un modo de vida más sedentario. En una reciente entrevista institucional, pasó revista a los números de su carrera, colocando en un mismo nivel estadístico los centenares de viajes Zurich-Río, los centenares de jefes de Estado visitados y condecoraciones recibidas, con tres audiencias con el Papa de broche. Todas evidencias de un poder que ya no nace del fusil como diría Mao, sino del fútbol. Compró un kiosco con pocos proveedores bien administrado por el clásico Sir Stanley Rous y, tras un cuarto de siglo, deja un imperio del que vive medio mundo. La revolución mediática y la explosión de las comunicaciones lo encontraron despierto y con cintura brasileña --porque en el fondo lo es--, así que no sin razón mostró sus últimos números: en el '74, FIFA organizaba sólo el Mundial y el torneo Olímpico de Fútbol y los participantes se pagaban todo (viajes y estadía); hoy, entre juveniles y especiales, FIFA organiza ocho eventos universales y les paga todo a los participantes; en el '78 en Argentina, todavía jugaban las finales 16 equipos; esta semana comienzan a competir 32. Y el balance de caja, sobre todo: en el '78, los derechos de televisión le dejaron a la institución 12 millones de dólares; se calcula que este Mundial de Francia le dejará a FIFA 1,2 mil millones de francos y la cifra será mucho mayor en el próximo. Una herencia considerable. Los 190 electores representantes de otras tantas asociaciones deberán elegir hoy al sucesor. El método acordado en la última reunión del Comité Ejecutivo confirmó que en una primera votación se requerirán los dos tercios del total para consagrarse, pero en el ballotage entre los dos más votados --una formalidad: son Blatter y Johansson-- bastará con la mayoría simple. Ayer todo se fue en formalidades y homenajes (Julio Grondona fue uno de los distinguidos por su trayectoria dirigencial y admitió que negocia con Brasil para organizar conjuntamente el Mundial del 2010), intercalados con los números musicales con cuatro saxos sonando sobriamente a la francesa, pero hoy mismo, en la sesión que comenzará a las nueve y media de la mañana, antes de votar se decidirá a cara de perro el método. Los hombres de Johansson preferirían que la urna se paseara por las mesas de las delegaciones; los de Blatter aspiran a que se respete la tradición y que uno de los tres miembros presentes por asociación vaya a una cabina a visitar la urna. Sea como fuere, habrá fumata futbolera y es muy probable que el veterano Havelange --que como todo presidente saliente tiene el privilegio de mantener su mandato hasta el final de la Copa del Mundo que ha organizado-- pueda darse el gusto, no sólo de pasarle la Copa a Chirac el 12 para que la entregue al ganador, sino que lo haga con el nuevo título al que aspira: presidente honorario de la FIFA. Se quedó con las ganas --ha dicho-- de organizar un Mundial en Africa, pero no dejó de guiñarles el ojo a los electores de ese país, que pueden desnivelar hoy a favor de Blatter: hubo homenaje a Mandela y sonó el Pata-pata en plena ceremonia...
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