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La mejor defensa es un buen ataque, dice un viejo proverbio futbolero. Esa sabiduría también rige en política. Al promover el juicio a la Corte la Alianza opositora sale del asedio, buscando recuperar la iniciativa política que ha perdido en este año. Primero fue el debate sobre la derogación de la ley de obediencia debida, luego los sucesivos tropiezos de la Legislatura porteña (concursos para el personal, Código de Convivencia, escándalo de las coimas), luego la renuncia de Rodríguez Giavarini, luego las escuchas a De la Rúa. Problemas de variados orígenes e intensidades, todos potenciados por la intrincada interna aliancista, un perverso juego de suma cero: lo que gana un socio lo pierde el otro y al unísono los dos retroceden unos casilleros. El peronismo es siempre duro de matar. Su conductor, Carlos Menem, conserva la peculiar sabiduría que adornaba a Mohamed Alí: sabe retroceder pegando. Desde octubre, sin recuperar imagen, tal vez sin recuperar votos, Menem sí pudo volver a tomar el timón del PJ y reubicarse en el centro de la escena, en pos de su única obsesión: la re-re. No es fácil para los aliancistas enfrentarla. Quisieron hacerle un cacerolazo pero chocaron con la indiferencia colectiva. Una cosa es que la gente conteste "no" a las encuestas y otra que le interese el tema a un año vista. "Casi nadie la quiere pero nadie, nadie quiere oír hablar de eso", según explicaba desolada una diputada aliancista. Promover un juicio a la corte para evitar la re-re era fatalmente defensivo y poco convocante. Además es sólo un "saludo a la bandera", una iniciativa que no prosperará en el Parlamento. Para peor, añadía la complicación adicional de generar una nueva diferencia interna. Los radicales no querían menear un tópico que podría generar un contragolpe contra el juez Augusto Belluscio designado durante el gobierno de Alfonsín. De todos modos, la insistencia de Chacho Alvarez cuajó entre sus socios porque pudo convencerlos de que era bueno recuperar la iniciativa. Ese es el discreto encanto del proyecto aliancista, emprendimiento conjunto que prospera, la promoción de un debate que alude a una de las zonas más oscuras del Gobierno. Llega en un momento propicio ya que --gracias a Oyarbide, Liporaci y Bernasconi-- el deterioro del Poder Judicial es tema de la agenda cotidiana. En suma, tiene la ventaja de mostrar a los aliancistas unidos y no enfrentados, como fiscales y no en el banquillo de los acusados. Eso no borra las discusiones pendientes, de las cuales --como en toda interna-- la principal es la hegemonía, pero les permite entrar al freezer que será el mundial atacando y no atajando penales.
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