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Con la inesperada muerte del dictador Sani Abacha a raíz de un
infarto, Nigeria permanece en la incertidumbre en cuanto a su transición al sistema
democrático. Isaac Alfa, portavoz del nuevo presidente, el general ascendido para la
ocasión Abdulsalam Abubakar, dijo ayer que se respetará "la fecha del 1º de
octubre para el traspaso del poder militar bajo el control civil"; pero en las
elecciones presidenciales que se realizarán el 1º de agosto los cinco partidos
autorizados a presentarse apoyaban la candidatura de Abacha. Integrantes de la oposición
política al régimen, que celebró su muerte y pidió la designación de quien había
ganado los comicios de 1993, Moshood Abiola, permanecen encarcelados o exiliados. Durante
el gobierno del militar fallecido, Nigeria recibió pequeñas sanciones económicas y las
condenas del caso de otros países, pero no mucho más: las empresas petroleras
británicas tienen numerosos pozos allí, sus colegas francesas están a la caza de sus
plataformas submarinas y Estados Unidos compra la mitad de su producción de petróleo. Y
el destino de la democracia en Africa se juega en Nigeria, como lo declararon ayer los
jefes de Estado reunidos en la cumbre número 34 de la Organización para la Unidad
Africana (OUA), que finaliza hoy en Uagadugu (Burkina Faso). "No aceptaremos vino viejo en odre nuevo, por más sedientos que estemos de un cambio", dijo ayer un comunicado del grupo opositor Acción Unida por la Democracia en la ciudad de Lagos, la más grande del país y bastión de los opositores del gobierno. Los habitantes de varias localidades nigerianas, ubicadas en el sudeste del país --tradicionalmente opuesto al régimen militar-- celebraron ayer la muerte de Abacha, fundamentalmente "por la nueva oportunidad que tenemos de resolver nuestros problemas políticos", según afirmó el banquero Banji Okenla. Pero el perfil de los militares nigerianos, y en particular del general Abubakar, no parece demasiado proclive a salir de lo que los líderes más importantes de la oposición llaman "una farsa política". Durante 30 de sus 38 años de historia, Nigeria fue gobernada por militares. Bajo el gobierno del general Ibrahim Babangida se realizaron los comicios presidenciales que estaban destinados a instaurar la democracia en el país; sin embargo, Babangida anuló los resultados de las elecciones y maniobras internas dentro del ejército lo dejaron, a él también, fuera del poder. A partir de ese momento, el general pasó a ser una suerte de exiliado interno del gobierno de Abacha, que asumió al poco tiempo de la anulación de los comicios. Muchos analistas consideran al hasta anteayer mayor general Abubakar como un militar más presentable que Abacha en cuanto a las garantías de una transición democrática; se trata de un musulmán moderado que, a diferencia de muchos oficiales del gobierno, hizo su carrera con poca vocación de estrellato. Sin embargo, aunque "siempre se ha mantenido en las sombras", como dijo un político nigeriano, no permaneció inmóvil. Fue el jefe de inteligencia de Banangida y sus mansiones, en la localidad norteña de Minno --donde nacieron ambos--, eran vecinas. El golpe de Abacha estaba dejando descolocado en la estructura de poder, pero se supo adaptar al nuevo escenario: después de que el general Oladipo Diya fuese condenado a muerte por la presunta preparación de un golpe de Estado, Abubakar pasó a ser el jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas. Sin embargo, a pesar de ser el segundo en la jerarquía militar, el problema para Abubakar es que no tiene demasiados partidarios ni en el ejército, ni en la armada, ni en la fuerza aérea. El apoyo incondicional de Babangida, que el mes pasado llamó a terminar con el régimen, puede funcionar como un contrapeso. Abubakar aún no se pronunció en ningún sentido. "Este es un reto personal. Hablaré a la nación en su momento", dijo ayer en su juramento como nuevo presidente desde Abuja, la ciudad que Abacha hizo construir muy especialmente como nueva sede del gobierno. Hasta hace cuatro años, la capital era la superpoblada Lagos. Los países vecinos de Nigeria dieron un apoyo implícito al sucesor de Abacha en la cumbre de la OUA. A través de su secretario general Salim Ahmed Salim, deseó que la transición se produzca "de manera pacífica". Entretanto, la reacción de los países clientes del petróleo nigeriano, en especial Estados Unidos, fue igual de cauta. El portavoz del Departamento de Estado norteamericano, James Rubin, consideró que Abibakar es "capaz de efectuar una transición" a la democracia. En su momento, el gobierno de Bill Clinton condenó el plan militar de la transición a la democracia de Abacha como un "fracaso", pero solamente implementó sanciones menores, como el rechazo de las visas para los funcionarios de gobierno. Gran Bretaña, en cambio, intentó ser severa: trató de expulsar a Nigeria de la Comunidad Británica de Naciones (Commonwealth) luego de la ejecución del escritor Ken Saro-Wiwa y otros ocho activistas de los derechos humanos. Pero Saro-Wiwa, justamente, se oponía a las operaciones de la empresa anglo-holandesa Shell en el país. Las sanciones nunca llegaron. Mientras tanto, las empresas petroleras francesas buscan quedarse con las plataformas petroleras off shore, de reservas potencialmente enormes. La compañía Elf-Aquitaine ya había participado del apoyo al general Denis Sassu Nguesso en Congo-Brazaville, que había derrocado a Pascal Lisuba, un presidente que quería, casualmente, renegociar algunos contratos petroleros. Todos estos factores, los que hacen de Africa un continente negro en un sentido distinto al habitual, influyen e influirán en el proceso democrático que todos "esperan" en Nigeria.
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