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LA PROTESTA DE LAS TRAVESTIS LLEGO A LA RONDA DE LAS MADRES
UN JUEVES DIFERENTE EN LA PLAZA

Un grupo de travestis se sumó a la marcha de las Madres para pedir que la policía no tenga de nuevo la facultad de detenerlas.

Las travestis se despacharon ante las cámaras de televisión que cubrían la ronda de las Madres.
"A nosotras también nos cazaban como a animales", le dijo Lohana Berkins a Hebe de Bonafini.

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Por Cristian Alarcón

t.gif (67 bytes) El escenario de la guerra de vecinos contra travestis se ensancha, encuentra nuevos frentes de combate: ayer, unos y otros llegaron al centro en distintos horarios para protestar ante la Legislatura. Por la tarde, el reclamo de las altitudes despampanantes de ellas se movilizó para subirse a otro foco de protesta, alrededor de la Pirámide, frente a la Rosada. Convencidas de que la contienda es una pelea de fondo porque las condena a la discriminación y la exclusión social, las travestis, un casi sobrio grupo de cincuenta, llegaron para abrazarse con las madres de Plaza de Mayo, en una especial ronda de jueves, con el ex dictador Jorge Rafael Videla en la cárcel. Después de estrecharla, intentaron explicarle a Hebe de Bonafini la condena a la prostitución en la que viven, imposibilitadas de ejercer cualquier otro trabajo. "No se preocupen, porque siempre serán ellos los más prostituidos", les dijo la mujer con el pañuelo blanco en la mano. Los militantes miraban la escena pasmados. Las madres se empinaban sobre sus tacos chinos para ver por entre los periodistas. Y a lo lejos oteaba la policía, enfrente de la Casa de Gobierno.

Apremiaba el frío a las figuras esculpidas en el patio de la Legislatura, sobre la calle Sarmiento. Las travestis hacían cola frente al cafetero de la cuadra, interesado a las tres de la tarde como ante estrellas, piropeador. Hasta que partieron en una caravana de a pie, tomadas algunas de los brazos, decididas a dar la vuelta a la Pirámide con las Madres de Plaza de Mayo. "¿Y éstas para dónde van tan decididas?", le preguntó a una, a la que no pudo adivinar masculino, un kiosquero. Ella le pagaba el diario de la tarde. Quería ver si salía allí la marcha del enemigo que había sido al mediodía (ver recuadro). "Vamos con las Madres, con las Abuelas. ¿No se enteró de que Videla está preso?", le contestó la travesti, sin conocimiento de diferencias entre organismos. El kiosquero enmudeció. Ella le dejó las monedas del vuelto.

En verdad provocaron cierto revuelo con el sólo andar en manojos hasta la avenida 9 de Julio por Sarmiento. La mayoría había dejado en casa los vestidos minúsculos. Llevaban jeans, pantalones de vestir, camperas grandes. Se destacaban entre el resto, pero había real interés por parecerse, una reivindicación de las igualdades que piden, aun en las formas. Una que otra conservaba el pantalón bajo el ombligo y el top. Ayer, aun al más abrigado molestaba el aire. Luego hicieron algo que practican con la naturalidad con la que se maquillan: se tomaron una decena de taxis, que los choferes nunca les cobraron. Eran las cuatro cuando se sumaron a la ronda de los jueves. Al llegar, unas quinientas personas cantaban frente a la Casa Rosada y reemprendían la marcha alrededor de la Pirámide. Entonces ellas atravesaron la plaza histórica corriendo. Llegaron a la muchedumbre cuando ya caminaba, y la masa medio esquelética se abrió como el mar. En un santiamén estuvieron adentro, enlazadas en una fila, modulando como rezos nunca aprendidos los cánticos de la militancia. Cuando terminó el acto, se acercaron silenciosas a las mujeres de los pañuelos.

--Nosotras venimos porque también nos cazaban como a animales en la dictadura. Y a explicar que peleamos para poder dejar de prostituirnos, que como todo el mundo nos discrimina no podemos vivir de otra cosa --le dijo Lohana Berkins a Hebe de Bonafini, entre el fin de un abrazo y la conciencia de que las miradas del resto y las murmuraciones --aun entre jovenzuelos bajo banderas rojas-- crecían con el encuentro.

--No te preocupes, nosotras tenemos claro cómo es la lucha de ustedes, y todos sabemos que siempre serán ellos los más prostituidos --le respondió Bonafini a Berkins ya sin el pañuelo bordado de azul en la cabeza.

Después, Berkins habló ante la sed de las cámaras. Unas veinte personas escuchaban alrededor. Dos desconocidos discutieron luego. Una abuela rubia de pelo corto con un barbudo de lentes. "No es el lugar", le dijo ella. "Son de los nuestros", le contestó él. "A usted le gustarán", lo sobró ella. "Usted les envidiará la altura", la azuzó él. Rieron palmeándose la espalda con una confianza inusitada. Las travestis regresaron a la Legislatura. Sobre Corrientes juntaron firmas de apoyo hasta la noche.

 

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