¿DIRIGIRÁ LA
FINALEL "GORDO" VALOR?
Por Diego Bonadeo
Aunque
haya filtraciones y trascendidos, uno no sabe demasiado bien cómo es el criterio con que
se eligen los árbitros. Ni en los regionales, ni en los amistosos, ni en las copas de
verano, ni en los torneos oficiales de la AFA, ni en Copa Libertadores, ni en Eurocopas,
ni en Copas del Mundo. De todas maneras, y esto es, por supuesto, materia opinable, de los
dieciséis partidos de la primera rueda de Francia '98, pareciera que no más de siete
tenían la importancia o, en todo caso, la hipótesis de conflicto, que justificara
especial minuciosidad en la elección del responsable de dirigirlos: Brasil-Escocia,
Italia-Chile, Paraguay-Bulgaria, España-Nigeria, Holanda-Bélgica, Rumania-Colombia y
quizá Alemania-Estados Unidos.
Independientemente de que por cuestiones de principios, todos los que
juegan merecen igualitariamente ser arbitrados por los mejores, porque si representan al
fútbol de sus treinta y dos países son, por lo menos en teoría, los mejores, parece
haber cada vez más cuestiones de política futbolística a atender que obligan a la
"famiglia" de la FIFA a cambiar votos por prebendas, en desembozada y flagrante
desatención por el juego.
Aunque es verdad que ya desde el comienzo los futbolistas chilenos e
italianos parecieron querer atender más minuciosamente a las osamentas de los adversarios
que a la pelota, como obligando a los memoriosos a recordar la batalla campal de 1962
cuando en aquel Mundial aparecía perversamente institucionalizado el
"catenaccio" del suizo Karl Rappan, y chilenos e italianos convirtieron el
fútbol en una porquería, el pelado árbitro Lucien Boucheardeau de Níger insinuaba
cierta condición como para que no se repitiera la historia de treinta y seis años
atrás.
Italia arranca ganando de contra con tres pases, pero con Chile jugando
mejor con el peninsular Vieri como goleador y como aprovechador de fricciones e
imprecisiones a favor de su fuerza, su velocidad y cierta inteligencia para utilizar el
juego "largo" como herramienta más o menos contraofensiva. Como siempre o como
casi siempre, Roberto Baggio era el mejor, el que entendía, el que sabe en serio. Los
chilenos seguían siendo menos desprolijos y más arriesgados que los italianos, pero la
permisividad del árbitro del apellido con siete vocales y cinco consonantes --para peor
una muda-- impedía las subidas de Rojas, golpeado con impunidad, mientras Estay --otro de
los que sabe-- no aparecería hasta promediando el segundo tiempo y la dupla
Salas-Zamorano sólo se limitaba a chispazos.
Los dos goles del ex delantero de River terminan con el mito de la
"solidez defensiva" del fútbol supuestamente más caro del mundo --está claro
que por "caro" no el "mejor"-- y Chile trata más o menos
tímidamente, de ir por más.
Hasta que faltando cinco minutos llega el "Gordo" Valor. Deja
a sus secuaces en la tribuna, entra subrepticiamente al vestuario de los árbitros, el
peluquero de la FIFA le mete una vertiginosa "doble cero" y lo deja rapado,
Monzer Al Kassar le consigue vía Mendoza un pasaporte de Níger y sigilosamente reemplaza
al árbitro entrando a la cancha mezclado con los asistentes de Césare Maldini. De paso
por el banco chileno, le roba la credencial de la FIFA al técnico Nelson Acosta y en el
medio del revuelo nadie advierte la modificación arbitral: Valor por Boucheardeau. De
golpe, Roberto Baggio pisa el área, el "Gordo" Valor señala penal, empata
Italia y Havelange, Grondona, Blatter, Lacoste y el resto de la "famiglia"
suspira con alivio. Quizá para el 2002, Níger tenga una zona más accesible en su camino
hacia el primer Mundial del tercer milenio. Y, para compensar, Chile también ... |