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Por Daniel Lagares desde Marsella ![]() Fue un día agitado en todo el país. La huelga de Air France dejó sus secuelas y todavía no se normalizó el tránsito aéreo. En la zona de Rhone hubo una huelga de camioneros y quedaron taponadas las rutas de acceso a Lyon y Saint Etienne y sólo porque Dios es futbolero se pudo llegar a tiempo a la Gare de Part-Dieu y ascender al TGV que en un ratito nos puso a orillas del Mediterráneo. Pudo ser para nada porque el Mistral sopló desde la mañana con velocidades de hasta 110 kilómetros horarios. A dos horas del partido cuando el estadio tenía una población razonable estuvo a punto de suspenderse el debut de Francia en el Mundial. Si el viento aumentaba la velocidad y trepaba a los 130, el Comité Organizador iba a posponer el partido hasta hoy, con lo cual no sólo iba a aumentar la ansiedad del público sino también la de los hombres de Aimé. Francia arrancó el partido como debe hacerlo la selección del país anfitrión. Al frente y con todo. Pero con criterio. Sin embargo, esa agitación, ese nerviosismo del público en los días previos hizo su cuello de botella en el estadio y lo que empezó bien se fue desdibujando peligrosamente no bien el equipo fallaba las situaciones que podía crear y los sudafricanos empezaban a hacer pie y a perderle respeto al dueño de casa. Se esperaba a Zinedine pero apareció Augustine y el lateral Hyathi para jugar sin prejuicios, y a animarse a tocar y a buscar a un distraído Masinga. No en vano se eligió el estadio de Marsella para el debut. Esa ciudad es la más futbolera del país, esa cancha es la Bombonera de los franceses y no podrían haber admitido salir a escena en la cajita de Lens, casi en territorio belga, ni en las más paquetas pero menos fervorosas Burdeos o Toulouse. Hace diez años Francia le ganó a Portugal una semifinal de Eurocopa que tenía perdida porque el público llevó adelante al equipo que terminó dando vuelta el marcador y ganando 3-2 en el alargue. Aunque, no esperaban que el Mistral apareciera justo ahora. Sin embargo, la ayuda vino por el lado menos pensado. Pese a que ya se había jugado media hora y todo el mundo se había dado cuenta de que el viento empujaba para el arco de Sudáfrica, el arquero Vonk sacaba una y otra vez largo y a dividir. Invariablemente la pelota se pinchaba en el aire y se convertía en globo apenas pasaba la mitad de cancha y caía mansa en los pies de un francés. De uno de esos saques contranatura llegó el balón a Zidane que intentó una diagonal y una pared con Djorkaeff que concluyó en el corner por el cierre de Fish. Del corner del mismo Zidane vino el primer gol. Vonk calculó mal e hizo doblete. Dugarry puso la cabeza entre Fish y el arquero y llevó paz a la hinchada. Hubo que esperar media hora en el segundo tiempo. Lizarazu transformó un saque de banda en un centro, y Dugarry se la tocó a Djorkaeff, que tiró bajo. Issa se interpuso y logró lo que, seguramente, no se proponía: el segundo gol francés. No contento con eso, cuando el partido se moría, quiso sacar sobre la raya el inevitable gol de Henry. Lo consiguió: la sacó con la izquierda, pero se olvidó de quitar la pierna derecha, la pelota rebotó allí y entró mansa. Con rivales así ...
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