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Por Juan Gelman



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T.gif (67 bytes) General de división (R) Albano Eduardo Harguindeguy. Ministro del Interior de la dictadura militar de marzo del ‘76 a marzo del ‘81. Responsable mediato de numerosos campos clandestinos de detención en todo el país. Recibía partes diarios sobre los operativos y secuestros realizados. Detenido el 27-4-88 por la práctica de una de sus especialidades: el secuestro extorsivo de empresarios, de Federico Gutheim y su hijo en este caso. Liberado el 10-10-89. Primer general indultado por el presidente Menem.
Elena de Harguindeguy: Esposa del anterior.
(Fuente: documental sobre la labor del Equipo Argentino de Antropología Forense filmado en la Argentina en diciembre de 1992 y dirigido por Daniele Calcaterra. Coproducción europea.)
El dicente. Orestes Estanislao Vaello, suboficial (R) de Ejército, miembro del Batallón 601 del SIE desde 1973. Fue, entre otras cosas, nexo del grupo de tareas del Batallón Depósito de Arsenales 601, Bernal, con los paramilitares civiles de Concentración Nacional Universitaria (CNU) de la zona sur de la provincia de Buenos Aires, área operacional 113.
(Fuente: su testimonio ante la Conadep del 4-4-1984. Legajo Conadep Nº 03675.)
Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas
(Fuente: Informe Nunca más.)
Rogelio García Lupo. Escritor y periodista.
(Fuente: Ni el flaco perdón de Dios. Hijos de desaparecidos, Juan Gelman y Mara La Madrid.)

Acto único

(en que nada se inventa y todo lo que los
personajes dicen ya lo han dicho)

Escena I
Harguindeguy: Llegué a casa y alguien me avisó que estaban por mandarme a detener.
Elena de Harguindeguy: Yo estaba acá con el señor que venía a llevarte (ríe).
H.: Preparé la valija, subí al auto y fui a presentarme al Comando en Jefe. Estuve un año y 7 meses detenido, donde solamente salí a la calle dos veces.
E. de H.: Sí, era muy triste, sobre todo a la tarde, cuando yo me iba, ¿te acordás? Y vos quedarte ahí, solo, a pesar de que estabas, sí, en un lugar muy lindo, incluso rodeado de camaradas y de gente del arma, era muy penoso de ver.
Conadep: Condiciones de vida en los Centros de Detención. La “desaparición” comenzaba con el ingreso a estos centros mediante la supresión de todo nexo con el exterior. De ahí la denominación de “Pozos” conferida a muchos de estos antros en la jerga represiva. No se trataba solamente de la privación de libertad no comunicada oficialmente, sino de una siniestra modalidad de cautiverio, que trasladaba la vida cotidiana a los confines más subterráneos de la crueldad y la locura.

Escena II
H.: Enfrenté juicios, enfrenté períodos de privación de la libertad. Lo que más me dolía eran las acusaciones de corrupción. Porque lo otro, aun el abuso del ejercicio del poder, es un hecho político, mientras que lo otro es un delito de carácter común. Y siempre dije que a mis hijos les iba a dar educación y a dejarles un apellido sin mácula.
El dicente: Que en una reunión donde el dicente tuvo que exponer sobre la detención y el secuestro de un industrial y hacendado llamado Federico VOGELIUS se encontraban el coronel ARIAS DUVAL, el general VALIN, tres oficiales de la MARINA de GUERRA, y se hizo presente el general HARGUINDEGUY. En la misma había gente de los grupos (de tareas) como así también de SIDE, SIN y SIFA (Servicio de Informaciones de la Fuerza Aérea) (sic). Que luego de relatar el informe por haber sido el autor directo de la detención –que venía por orden de ARIAS DUVAL– momentos antes de retirarse el general HARGUINDEGUY pronunció las siguientes palabras dirigidas al dicente y a todos los demás “que a esto hay que imprimirle otro ritmo. Que no hay que escribir tanto. Son preferibles muertos que vivos, porque nos damos cuenta que son irrecuperables”.
H.: El primer caso en la historia que quienes habían derrotado a un enemigo, habían triunfado con las armas del país para asegurar su sistema de vida, fueron llevados a un tribunal para que rindieran cuenta de sus actos. Las FF.AA. argentinas habían derrotado a la subversión y por eso fueron juzgadas.
El dicente: Que respecto a este industrial –que se trataba de un secuestro extorsivo, de lo cual me enteré después– intervino Fuerza Aérea, Ejército y dos personas pertenecientes al Poder Judicial de la Nación que en este momento se encuentran fugados.
H.: Van pasando los años, la gente me ve ahora, sabe cuál es mi patrimonio, mi patrimonio real, y sabe incluso que tengo que realizar actividades para incrementar mi haber de retiro y poder vivir bien.
El dicente: Que luego se lo pasa (a Vogelius) a disposición PEN para continuar sacándole dinero. Que respecto al dinero que se sacó a este industrial puede declarar fehacientemente que fue a parar a manos de HARGUINDEGUY y de un oficial del Ejército de apellido FLORES YUVET (sic. Es Jouvet). Que solicita a esta Comisión Nacional ser llamado para un careo con este industrial para probar la veracidad de estos dichos. Que de la casa del industrial gente de Fuerza Aérea y Ejército sustrae colecciones de estribos, espuelas, facones, medallas, libros, televisores, muebles, en una palabra desvalijan la casa.
H.: Digo también que podría vivir con mi único haber de retiro bajando mi nivel de vida, cosa que no lo considero justo a (para) quien después de servir 41 años en las FF.AA. tiene que mantener el status con que vivió, con que creció. Yo pretendo por lo menos morirme en la misma condición social y de status vital que he tenido toda mi vida. A Dios gracias, hasta ahora lo voy logrando. No sé por cuántos años más.
Rogelio García Lupo: Cuando Harguindeguy era capitán y necesitaba plata, iba a la Cámara Azucarera Tucumana, en Bartolomé Mitre y San Martín, donde Martínez de Hoz, que era el gerente, le cambiaba los cheques (...) No solamente eso. Martínez de Hoz representaba la posibilidad de ascenso social. No era cuestión de dinero, los Harguindeguy no eran pobres, eran chacareros, sí, pero de la provincia de Buenos Aires. Una segunda generación de chacareros y el papá pudo pagarle el Colegio Militar. Martínez de Hoz le abría el camino hacia las clases altas del país.

Escena III
E. de H.: Un día nos podremos ir a vivir como yo quiero, y siempre digo que quiero irme a vivir a Pinamar, a un lugar así.
H.: Pinamar es muy lindo, pero creo que muy triste en invierno. Yo creo que la cordillera es más linda, aunque vos decís que es fea.
E. de H.: La montaña me deprime.
H.: Pero la montaña con Buenos Aires, con un pied-à-terre acá.
E. de H.: Bueno, es una cuestión de criterio, a vos te gusta la montaña, a mí me gusta el mar, una casa en cada lado sería lo ideal, vos por un lado, yo por el otro (ríe).
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