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DESALOJARON LA VILLA TRAS LA CIUDAD UNIVERSITARIA

FINAL DE FUEGO PARA LA ALDEA GAY

Fundada por un grupo de homosexuales, la villa ubicada en la UBA se conoció como Aldea Gay. Ayer fue desalojada y quemada.

"La Renga", uno de los habitantes de la villa, junto a un representante de la CHA.
Muchos pensaban pasar la noche bajo el puente Scalabrini Ortiz.

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t.gif (67 bytes)  "Llegó el día, otra vez sin casa", repetía Pedro, lacónico como una sentencia a muerte. Hecho una sombra golpeteó un almohadón, lo acomodó sobre su cama, encendió una vela a la Madre Teresa, prendió la radio y se fue. Así dejo su rancho. Detrás de él otros cien habitantes de la Aldea Gay repetían la secuencia. Algunos metros mas adelante, apenas pasadas las ocho del feriado de ayer, el primer pabellón de Ciudad Universitaria reunía celulares de la Policía Federal, guardias de Gendarmería y una veintena de oficiales montados a caballo. Con la orden de desalojo firmada por el juez Adolfo Bagnasco, efectivos de la comisaría 51 ejecutaron el limpieza de la zona y prendieron fuego a los ranchos. Así terminaba la historia de la Aldea Gay.

Hace cinco años, en ese monte frente al Río de La Plata, un grupo de gays fundó la Aldea. Se sumaron otras parejas homosexuales --llegaron a ser unas veinte-- y luego aceptaron la incorporación de heterosexuales, hasta contar un centenar de personas. Son tierras cedidas a la Universidad y sobre las que hay un proyecto de parquización. Hace dos meses el gobierno porteño aseguró que no iba a haber desalojo hasta estudiar con cada uno de los pobladores su destino. En medio de esas negociaciones, se implementó la orden y la Aldea desapareció. Quienes no aceptaron estadías provisorias en hoteles o institutos están dispuestos a resistir la certeza de convertirse en nuevos homeless. Desde anoche permanecen bajo el puente pegado a la estación Scalabrini Ortiz y esta mañana golpearán las puertas del gobierno de la Ciudad para reclamar un terreno donde puedan volver a existir como comunidad.

"Había tanta gente como cuando los estudiantes van a clase." Un habitante de la Aldea intentaba describir así el escenario que encontró de mañana cuando volvía a su casa. Decenas de uniformados rodeaban el alambrado, frontera entre Ciudad Universitaria y el monte donde se ocultaba la Aldea. No había posibilidad de marcha atrás. La orden, tantas veces sentida como amenaza, caía encima en feriado y sin poder apelar a quienes habían asegurado la demora. El hombre atravesó el alambrado escoltado por un grupo de gendarmes. Se devanaba los sesos para entender cómo decirles a los suyos que el tiempo de gracia había concluido.

No hubo negociación ni forma de forzarla. Debían irse "por las buenas o por la fuerza", advirtió el subcomisario Francisco Migliano, a cargo del operativo. Nadie se atrevió a poner en duda el exhorto. El camino hacia la aldea se volvió calvario. Pedro llenó su chango de compras con dos frazadas y se ató fuerte la correa de su perra Shaki. Trepó un pedazo de monte, abrió camino entre las totoras y se encontró en la margen del río donde alguna vez rescató lo que sería su mesa de almuerzo. "Yo no me traje mas que esto", decía y señalaba las mantas, mientras convidaba un amargo ahora desde la explanada de Ciudad Universitaria convertida en punto de resistencia y mesa de negociaciones entre los villeros, la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), el juzgado y la Federal.

Montado en sobretodo, Carlos Magni, director del área de asistencia social porteña, fue el encargado de revisar el paradero de la gente. "A unas 32 personas les brindamos algún tipo de solución", explicó a este medio. Entre ellas, un grupo obtuvo pasajes de regreso a Paraguay, Chile y el interior del país. En tanto, para dos familias tramitaron la estadía en un hotel hasta concluir un trámite de tierras en el gran Buenos Aires. La oferta para el resto fue otro hotel sobre la avenida Perón al 600 y el Instituto Félix Lora, destinado a los Sin Techo. Pero la mayoría de la gente no aceptó. "Tuvimos dos reuniones con la Secretaria de Derechos Humanos de Gobierno y dijeron que habían pedido la prórroga para el desalojo", explica César Cigliutti, coordinador de la CHA. Pedro no aguanta e interrumpe: "Terminamos esa reunión con la consigna de conseguir algún terreno en la provincia". El jueves próximo tendrían el tercer encuentro para definir la situación pero, aparentemente, el desalojo lo abortó.

"Mientras un grupo se queda de guardia otro va a ir a cirujear", anticipa Alexis. El cirujeo es el oficio de los aldeanos. Metidas entre moisés, pavas carbonizadas y faroles aparecen bolsas repletas de la chatarra por vender. Ese es el equipaje mas grande. Los aldeanos no pueden permanecer en el radio de la Universidad y la alternativa posible fue el puente. "Dicen que esperan una hora más, si no nos van a sacar por la fuerza", voceó la abogada de la CHA Angela Vanni. "Que nos golpeen, nosotros vamos a golpear más", gritó uno. Pero el sector que lo apoyaba fue apagándose de a poco. "Vamos bajo el puente y mañana todos a la Municipalidad", consensuaron. Varias manos fueron cargando trastos a un acoplado. La Renga, otro de los gays de la villa, se ufanaba con su triunfo: "Al menos pude rescatar mi jueguito de té". Pegado a la angustia hubo un poco de sitio para el humor. Risa general causó uno que denunció a la policía "porque me sacaron el rouge".

En la Aldea, en tanto, comenzaba el final: los ranchos fueron incendiados. "Están prendiendo fuego tu casa, Pedro", avisó la Renga. Hacía tres años Pedro había perdido su primera casa bajo un árbol de Paraíso también a manos de la Policía. Esta vez toda la Aldea desaparecía. La mirada iluminada de esa estampa de Madre Teresa acaso haya visto cómo el fuego se tragaba cortinas, la voz de la radio y el colchón que alguna vez consiguió con el cirujeo.

 

CINCO AÑOS DE CIRUJEO

La Aldea Gay nació hace aproximadamente cinco años, detrás del primer pabellón de Ciudad Universitaria. Pedro fue su primer habitante y después de él se adueñaron del lugar un puñado de homosexuales. Y con el tiempo, ingresaron familias heterosexuales. Ubicada frente al Río de la Plata, la villa usó esa ruta para proveerse de agua para el lavado de la ropa. Si bien algunos trabajan contratados en hoteles, supermercados o casas de familia, el modo de subsistencia general es el cirujeo. La mayoría vive de la recolección de latas de gaseosa que después vende en el Gran Buenos Aires. Para vivir, muchos deben recurrir a las sobras en carritos de la Costanera y en comercios de Libertador. El cirujeo les otorgó también lo necesario para montar los ranchos levantados con chapas.

Las tierras pertenecen a la UBA y están destinadas a un proyecto de parquización que se hará en forma conjunta con el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. En las inmediaciones, donde están ahora depositadas parte de las ruinas de la AMIA, se construirá un monumento a la Memoria. El proyecto de la Universidad porteña es convocar para este fin a un concurso de ideas, en el marco del programa Ciudad y Río. Iniciativa que convertirá la franja ocupada hasta ayer por los aldeanos en un parque abierto.

 



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