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LA SALUD EN CUBA Y ARGENTINA:
ENTRE EL AHORRO Y EL DESPILFARRO

Una publicación del conservador "The Economist" hace un muy elogioso estudio sobre el sistema de salud cubano. A la Argentina, en cambio, la muestra como el reino del derroche.

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El informe destaca la capacidad del sistema de salud cubano para sobrevivir al impacto del embargo.

Un punto de inflexión fue una epidemia de neuropatía óptica que sobrevivno en 1992.


PAGINA 12 EN GRAN BRETAÑA
Por Marcelo Justo

Desde Londres

t.gif (67 bytes)  "El primer y el tercer mundo tienen mucho que aprender del Sistema de Salud cubano". El elogio tiene un valor agregado porque proviene de Health Care International, una publicación trimestral dedicada a temas sanitarios internacionales del mundialmente prestigioso y, generalmente conservador The Economist. En su último número, la revista dedica un largo artículo al sistema sanitario cubano y aplaude sin reservas la política seguida por el gobierno de Fidel Castro y su capacidad para sobrevivir al impacto del embargo estadounidense tras el colapso de la Unión Soviética. En comparación con la situación sanitaria argentina, analizada en el próximo ejemplar de la revista (ver nota aparte), Cuba es descripta como un ejemplo de sistema de salud igualitario y de eficiente utilización de los recursos.

La salud fue siempre una de las joyas de la corona socialista cubana. Gracias al fuerte impulso que la revolución dio desde un comienzo a la educación y la medicina, el sistema sanitario, "construido de la nada" como reconoce el informe de Health Care International, tiene hoy en día una infraestructura física y profesional comparable con la de los países de la OECD. En el país caribeño hay seis hospitales por 1000 habitantes, y 546 médicos y 691 enfermeras por cada 100 mil cubanos. En comparación, Estados Unidos tiene el mismo porcentaje de camas y enfermeras pero menos de la mitad de los médicos del gobierno de Fidel Castro. En el primer mundo, ni Canadá ni Suecia se acercan a esos porcentajes de atención.

Pero ni la infraestructura ni el alto grado de capacitación profesional cubanos evitaron el devastador impacto que tuvo en la isla el colapso del bloque comunista. Del día a la noche en 1990 una buena parte de los cimientos económicos del gobierno desaparecieron con la pérdida del petróleo barato que suministraba la Unión Soviética y de los mercados seguros de exportación e importación de los países del este. Entre 1990 y 1993 el PBI cubano se contrajo en un 33% y el sistema de salud no escapó a la crisis. La desaparición de los regímenes del este europeo, agravada por el embargo estadounidense, provocó una caída del 30% tanto de la producción farmacológica cubana como de la importación de medicamentos. Fueron tres años negros. Los remedios desaparecieron de las farmacias. Muchas operaciones rutinarias fueron postergadas debido a la escasez de productos básicos y otras más complejas, como los trasplantes de corazón, fueron directamente suspendidas por un período de cinco años.

El impacto sobre la salud de los cubanos no tardó en hacerse notar. El caso más notorio fue una epidemia de neuropatía óptica que comenzó a mediados de 1992 en la provincia de Pinar del Río al oeste de Cuba, donde los pacientes se quejaban de problemas de visión, de dolor de cabeza, de debilidad muscular y calambres. La enfermedad se diseminó rápidamente al resto de la isla y llegó a afectar a hasta 50 mil cubanos (la población de la isla es 11 millones). Aún se desconoce la causa de la crisis, que terminó en septiembre de 1993, pero un equipo de expertos de la Organización Panamericana de la Salud que investigó la enfermedad calculó que al menos en parte se trataba de mala alimentación. Según las estadísticas oficiales, como consecuencia de la virtual parálisis de la economía, el consumo de calorías descendió de 2833 en 1992 a 1863 en 1993, el peor año de la crisis. Pero la epidemia marcó un punto de inflexión en el curso mismo de la revolución.

El régimen, reacio hasta ese momento a modificar los grandes lineamientos de la planificación socialista, adoptó una serie de medidas para estimular la producción de alimentos. A partir de 1994 la economía salió de su postración y la mejoría se reflejó en diversos indicadores. En 1996 se llegó a un consumo de 2160 calorías diarias, en línea con las cifras de consumo diario que recomienda el gobierno estadounidense a sus ciudadanos.

Según el Health Care International, una de las tres claves del éxito de la política sanitaria cubana es el lugar prioritario que tiene la salud en los planes gubernamentales. Esta preeminencia se refleja claramente en el gasto público. A pesar del abrupto descenso del PBI, en el caso específico de la salud, "el gasto pasó de un 5,2% del PBI en 1990 a un 9,3% en 1995 muy por encima del crecimiento en el gasto fiscal que fue de un 7,3% a un 8,8%". La segunda clave es la planificación. En 1990, a las primeras señales de una crisis, el gobierno elaboró un plan de emergencia que puso en práctica a rajatabla. El plan establecía una lista de medicamentos esenciales y estrictos controles para la venta de remedios. Como parte del proceso de sustitución de importaciones farmacológicas, el cuerpo médico del ejército se puso a la vanguardia de la producción de medicamentos alternativos. Aunque muchos médicos son escépticos respecto de las terapias alternativas, en 1997 se produjeron 50 millones de frascos de remedios naturistas.

La tercer gran razón del éxito de la política sanitaria cubana, la que, según la publicación, tendrá más repercusiones a nivel mundial, es el impulso que se le dio a la medicina primaria y preventiva que ya al comienzo de la crisis en 1990 cubría a casi un 75% de la población. "Este sistema de atención primaria y preventiva disminuyó los costos al permitir que la atención de pacientes se desplazase del tratamiento hospitalario que es básicamente caro, al más económico método del médico de cabecera o familia", señala el informe.

 

 

EL ANÁLISIS DEL SISTEMA DE SALUD ARGENTINO SEGÚN THE ECONOMIST

PERFIL DE UN PAÍS PARTIDO AL MEDIO

Por M. J.

Si el sistema sanitario cubano es una exitosa batalla contra la adversidad, el panorama de la salud en la Argentina, descripto en el ejemplar de Health Care International que está por salir a la calle, se parece al frívolo despilfarro de una herencia millonaria. "Cada año Argentina gasta en salud unos 20 mil millones de dólares, o entre 7.2% y 8,5% de su PBI, una suma comparable a la de los países de la OECD", señala la revista. Un informe del Banco Mundial, citado por la publicación, refuerza estos datos con otros indicadores y diagnostica un decepcionante rendimiento. "La inversión per capita en salud de Argentina es la más alta de América Latina, pero sus indicadores de salud son peores que en algunos países que invierten menos como Costa Rica o Chile".

El sistema argentino que describe la publicación de salud del The Economist parece la contracara del sistema cubano. Mientras el informe sobre Cuba destaca la extraordinaria voluntad política y el uso racional de los recursos, el de Argentina hace hincapié en la desorganización y desidia que ha caracterizado a la política sanitaria argentina de los últimos 40 años.

El resultado está a la vista. El informe sostiene que el hospital público no ha podido detener el deterioro de los servicios que se produjo desde el peronismo del 46-55, su última época de apogeo. Las Obras Sociales, que durante mucho tiempo contribuyeron a que Argentina tuviera "un servicio médico muy por encima del resto de América Latina que simultáneamente aliviaba las finanzas del estado", cayeron víctima de sus propias fallas --desorganización, fragmentación, corruptela-- a pesar de que estos problemas fueron advertidos en distintas ocasiones por los partidos políticos, los mismos sindicatos, la Organización Panamericana de la Salud y hasta organismos internacionales como el Banco Mundial. El dictamen del informe de Health Care International sobre las Prepagas no es menos contundente. "Durante los 80 la mayoría de las prepagas funcionaban como operaciones financieras en un mercado que carecía completamente de regulación. Cualquier charlatán podía lanzarse a la aventura", señala el informe que puntualiza que después de décadas en el mercado, las prepagas sigue sin conocer la regulación .

Según el informe, la articulación de este deficiente sistema sanitario con la realidad económica da como resultado un "país dividido" en el que la salud de la población se define por sus niveles de ingreso. La expectativa de vida (72 años), el número de camas hospitalarias (5,3 por 1.000) y los porcentajes de personal médico acercan a Argentina al primer mundo. Los indicadores "sociales" de salud depositan a amplias zonas de nuestro país en el tercero. "Según el informe de desarrollo del Banco Mundial del año pasado, entre 1989-95 Argentina tuvo una mortalidad materna de 140 por 100 mil, superior a la India o Brasil pero peor que países del sudeste asiático o China. En Buenos Aires el radio es cercano a 40 por 100 mil lo que coloca a la capital al lado de los países de alto ingreso. En Formosa el porcentaje salta a 170 por 100 mil, es decir, por encima del promedio nacional argelino y apenas por debajo del de Filipinas".

El informe reconoce la transformación que está experimentando todo el sistema. La apertura a la competencia entre las Obras Sociales, los primeros indicios de un sistema regulatorio para las Prepagas, son algunos de los signos de reacomodamiento. "Argentina ha tenido que aprender algunas lecciones básicas. El ingreso del sector privado en la salud tiene que ser cuidadosamente manejado. Es fundamental que exista un fuerte sistema regulatorio aunque haya dificultades en su implementación". Después de subrayar que la salud en la Argentina sigue subordinada a los intereses políticos de turno, el informe de Health Care International describe, sin muchas esperanzas, el escenario óptimo de la reforma de salud. "En el mejor de los casos la actual reforma conduciría a un sistema mixto, con un sector privado bien regulado, Obras Sociales más eficientes y mejores recursos para el Hospital Público. Esta suerte de final feliz será muy difícil de lograr. En todo caso, el sistema de salud argentino no puede aspirar por el momento a nada mejor".



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