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PAGINA 12 EN GRAN BRETAÑA Por Marcelo Justo Desde Londres "El primer y el tercer mundo tienen mucho que aprender del Sistema de Salud cubano". El elogio tiene un valor agregado porque proviene de Health Care International, una publicación trimestral dedicada a temas sanitarios internacionales del mundialmente prestigioso y, generalmente conservador The Economist. En su último número, la revista dedica un largo artículo al sistema sanitario cubano y aplaude sin reservas la política seguida por el gobierno de Fidel Castro y su capacidad para sobrevivir al impacto del embargo estadounidense tras el colapso de la Unión Soviética. En comparación con la situación sanitaria argentina, analizada en el próximo ejemplar de la revista (ver nota aparte), Cuba es descripta como un ejemplo de sistema de salud igualitario y de eficiente utilización de los recursos. La salud fue siempre una de las joyas de la corona socialista cubana. Gracias al fuerte impulso que la revolución dio desde un comienzo a la educación y la medicina, el sistema sanitario, "construido de la nada" como reconoce el informe de Health Care International, tiene hoy en día una infraestructura física y profesional comparable con la de los países de la OECD. En el país caribeño hay seis hospitales por 1000 habitantes, y 546 médicos y 691 enfermeras por cada 100 mil cubanos. En comparación, Estados Unidos tiene el mismo porcentaje de camas y enfermeras pero menos de la mitad de los médicos del gobierno de Fidel Castro. En el primer mundo, ni Canadá ni Suecia se acercan a esos porcentajes de atención. Pero ni la infraestructura ni el alto grado de capacitación profesional cubanos evitaron el devastador impacto que tuvo en la isla el colapso del bloque comunista. Del día a la noche en 1990 una buena parte de los cimientos económicos del gobierno desaparecieron con la pérdida del petróleo barato que suministraba la Unión Soviética y de los mercados seguros de exportación e importación de los países del este. Entre 1990 y 1993 el PBI cubano se contrajo en un 33% y el sistema de salud no escapó a la crisis. La desaparición de los regímenes del este europeo, agravada por el embargo estadounidense, provocó una caída del 30% tanto de la producción farmacológica cubana como de la importación de medicamentos. Fueron tres años negros. Los remedios desaparecieron de las farmacias. Muchas operaciones rutinarias fueron postergadas debido a la escasez de productos básicos y otras más complejas, como los trasplantes de corazón, fueron directamente suspendidas por un período de cinco años. El impacto sobre la salud de los cubanos no tardó en hacerse notar. El caso más notorio fue una epidemia de neuropatía óptica que comenzó a mediados de 1992 en la provincia de Pinar del Río al oeste de Cuba, donde los pacientes se quejaban de problemas de visión, de dolor de cabeza, de debilidad muscular y calambres. La enfermedad se diseminó rápidamente al resto de la isla y llegó a afectar a hasta 50 mil cubanos (la población de la isla es 11 millones). Aún se desconoce la causa de la crisis, que terminó en septiembre de 1993, pero un equipo de expertos de la Organización Panamericana de la Salud que investigó la enfermedad calculó que al menos en parte se trataba de mala alimentación. Según las estadísticas oficiales, como consecuencia de la virtual parálisis de la economía, el consumo de calorías descendió de 2833 en 1992 a 1863 en 1993, el peor año de la crisis. Pero la epidemia marcó un punto de inflexión en el curso mismo de la revolución. El régimen, reacio hasta ese momento a modificar los grandes lineamientos de la planificación socialista, adoptó una serie de medidas para estimular la producción de alimentos. A partir de 1994 la economía salió de su postración y la mejoría se reflejó en diversos indicadores. En 1996 se llegó a un consumo de 2160 calorías diarias, en línea con las cifras de consumo diario que recomienda el gobierno estadounidense a sus ciudadanos. Según el Health Care International, una de las tres claves del éxito de la política sanitaria cubana es el lugar prioritario que tiene la salud en los planes gubernamentales. Esta preeminencia se refleja claramente en el gasto público. A pesar del abrupto descenso del PBI, en el caso específico de la salud, "el gasto pasó de un 5,2% del PBI en 1990 a un 9,3% en 1995 muy por encima del crecimiento en el gasto fiscal que fue de un 7,3% a un 8,8%". La segunda clave es la planificación. En 1990, a las primeras señales de una crisis, el gobierno elaboró un plan de emergencia que puso en práctica a rajatabla. El plan establecía una lista de medicamentos esenciales y estrictos controles para la venta de remedios. Como parte del proceso de sustitución de importaciones farmacológicas, el cuerpo médico del ejército se puso a la vanguardia de la producción de medicamentos alternativos. Aunque muchos médicos son escépticos respecto de las terapias alternativas, en 1997 se produjeron 50 millones de frascos de remedios naturistas. La tercer gran razón del éxito de la política sanitaria cubana, la que, según la publicación, tendrá más repercusiones a nivel mundial, es el impulso que se le dio a la medicina primaria y preventiva que ya al comienzo de la crisis en 1990 cubría a casi un 75% de la población. "Este sistema de atención primaria y preventiva disminuyó los costos al permitir que la atención de pacientes se desplazase del tratamiento hospitalario que es básicamente caro, al más económico método del médico de cabecera o familia", señala el informe.
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