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Los tiempos cambian pero las costumbres se mantienen y el miedo se conserva. Hace doce años, en el Mundial de México, barrabravas argentinos y hooligans ingleses se trenzaron en una batalla histórica. Raúl Gámez era Pistola, barrabrava de Vélez y protagonista destacado del intercambio de mamporros con los hijos de la Corona. Gámez está en LEtrat como presidente de la delegación de la AFA y no intervendrá en la posible nueva guerra de argentinos e ingleses que previenen los servicios franceses si las selecciones de ambos países se enfrentan en los octavos de final de la Copa del Mundo. El destino del fixture indica que Argentina debe enfrentarse en octavos a uno de los clasificados del Grupo G. Si los de Passarella son primeros, al segundo de la otra zona el día 30 en Saint Etienne. Si son segundos entonces el rival será el primero del G, en la misma jornada, pero en Burdeos. Hasta el hipotético partido Argentina-Inglaterra faltan 13 días pero aunque los 146 barrabravas criollos que viajaron sostienen un inteligente bajo perfil, existe otro factor de riesgo para el día 30: que los árabes se sumen a los argentinos buscando alianza con los sudamericanos y revancha con los ingleses. Si ese partido se juega en Saint Etienne, el peligro aumenta. Los islámicos y los franceses de origen árabe son segregados y viven como viven las minorías étnicas en las grandes ciudades, pero en los suburbios de Saint Etienne y Lyon, separadas por apenas 60 kilómetros, la frontera social es mucho más pronunciada que en todo el país. El Mundial y la batalla de Marsella pueden ser el escenario y la excusa ideales para un segundo combate. El desastre que provocaron los hooligans en Marsella movilizó los resortes represivos franceses. Ahora la policía escolta a los hooligans hasta cuando van al baño y el gobierno anunció medidas excepcionales ante un próximo brote de violencia de los vecinos del Canal de la Mancha. Los argentinos son controlables para las autoridades locales porque no se advierten actividades de barrabravas y el grupo de compatriotas que llegó aquí es peligroso, pero en otros aspectos. Hacen papelones continuamente, son el terror de los shoppings y espantan a los dueños de casa con sus modos arrogantes y poco gentiles. Los argentinos en el Mundial no son peligrosos, son molestos aunque a alguno haya que reconocerle la habilidad para herir con sutileza. Un compatriota le preguntó a un gerente de hotel: ¿Cómo, ustedes todavía no hablan en inglés?. Quien haya hojeado algún manual de historia sabrá que la única buena relación entre los países vecinos es La Franco Inglesa. El próximo partido de Inglaterra es el lunes, con Rumania, en Toulouse. Decenas de buses con hinchas ingleses fueron escoltados desde Marsella a la ciudad de Gardel por un cuerpo especial de la policía local, de 1600 efectivos, donde las autoridades comunales dispusieron una serie de recomendaciones a los comerciantes. Una contradicción abraza a los tolosanos. La ciudad es un bastión histórico del socialismo y como gente progre, comprende las causas del fenómeno del hooliganismo pero temen por la propiedad privada y su seguridad personal como cualquier hijo de vecino. Se pidió que no se venda alcohol después de las 20 y que se refuerce la seguridad privada en los lugares nocturnos, pero el Mundial es una magnífica oportunidad de recaudar dinero y los empresarios se debaten entre exponer sus locales y la clientela o sacrificar una ganancia segura. Además, como ciudad universitaria, Toulouse es una ciudad donde los jóvenes son mayoría y ellos reclaman al Estado que no les recorten los derechos individuales por una situación que les es ajena.
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