Madames et
messieurs, es Ronaldo Luis Nazario de Lima. El estadio La Beaujoire de Nantes asistió hoy
al primer verdadero espectáculo mundialista del fenómeno, quien está
llamado desde hace años a ser la gran figura del fútbol de este fin de siglo y del
entrante también. Es un hombre de palabra. Le voy a dar a la afición los goles que
pide, prometió el martes. Ante Marruecos, cumplió. A los nueve minutos ya había
hundido el esférico en el fondo de la red de un arco mal protegido por un tal Driss
Benzekri, un arquero con manos de manteca. Un pase en profundidad de Bebeto, espacio por
delante, un toque, un disparo letal desde la frontal del área y gol. Su jugada preferida.
Ronaldo lucha por marcar un punto y aparte en la historia del fútbol. Busca en Francia su
lugar entre los reyes de todos los tiempos, añadirse a la lista que integran jugadores
como Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona. Nada menos. Tiene apenas 21 años y todo para
entrar en el Olimpo. Y está creciendo cada vez más.
Estaba impaciente. Hace cuatro años participó en su primer Mundial, en Estados Unidos,
pero sólo como aprendiz, sin jugar un solo minuto y siguiendo a sus compañeros de equipo
desde el banco.
En Francia, lleva en su espalda las esperanzas de millones de corazones, y hasta ahora no
acusa la presión. Se lo ve con el torso más musculoso. Parece, sobre todo, más
solidario, menos ensimismado en las inmediaciones del área.
Preparó magistralmente el tercer gol de su equipo. Dejó plantado a un defensor con una
bicicleta perfecta y le sirvió el gol en bandeja a Bebeto, que ya sabe lo que es brillar
a la sombra de una estrella. Lo hizo hace cuatro años, cuando todo el mundo hablaba de
Romario.
Ronaldo va camino de marcar una época. Para eso está rodeado de un equipo que supo
resolver diferencias internas y plantear el cierre de un negocio casi sin respirar. En un
tiempo y poco más cocinó el triunfo, redimió ciertos pecadillos redundantes del partido
inaugural, y ya puede pensar en lo que viene. El 27 de junio jugará su partido de octavos
de final contra el segundo del Grupo B (Italia, Chile, Austria o Camerún). Tener la
agenda marcada en un Mundial no es poco.
Ronaldo, visto por Valdano
Renato Cesarini, un viejo entrenador sudamericano, les recomendaba a sus goleadores
que se hicieran amigos del arco. Entraban al campo y antes del comienzo del partido
calentaban la red a pelotazos para que los goles se fueran haciendo a la idea. Esta
terapia, útil para la confianza, no la necesita Ronaldo, una aplanadora con motor de
Ferrari que lleva el gol incorporado. Ronaldo sólo es levemente brasileño; su estilo
frío, demoledor y siempre desequilibrante más bien lo emparenta a un marciano. Entre
todo lo que gusta de su juego, la facilidad con la que resuelve en el mano a mano con los
porteros es lo que más me impresiona. El mismo Cesarini solía decir que en ese tipo de
duelo cuando más cerca se está del arquero más lejos se está del gol.
Saber manejar las distancias y las velocidades con el balón bajo control es de una
complejidad que no se aprende, pero el secreto está en la posición del cuerpo. Cuando
Ronaldo se pone casi de perfil (con un hombro apuntando al banderín del corner más
cercano) y así abre los dos ángulos. Con todo el cuerpo apuntando al segundo palo, el
arquero suele moverse, entonces el tiro se convierte en amague y Ronaldo aprovecha para
eliminarlo con un remate largo hacia el lado contrario (es lo que más le gusta). Ahora
sí es tiro. Y gol. Así definió Jorge Valdano en sus Cuadernos (El País Aguilar,
1997) a Ronaldo. |
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