|
Por primera vez en seis años, Estados Unidos salió ayer a poner un torniquete para parar la sangría del yen japonés, un 11 por ciento de cuyo valor se ha evaporado desde principios de año, y cuya caída amenazaba una recesión asiática más grave, con consecuencias temibles para el resto del planeta. El sostén vino bajo la forma de una inyección de unos 2000 millones de dólares en la divisa nipona, acordada tras una conversación telefónica entre Bill Clinton y el premier japonés Ryutaro Hashimoto, después de que la Dieta (Parlamento de Japón) aprobara un presupuesto anticrisis con estímulos por 116.000 millones de dólares al Tigre principal. Esto ocurrió un día antes de la partida hacia Tokio del subsecretario del Tesoro Lawrence Summers, y mientras su jefe, Robert Rubin, confirmaba que EE.UU. estaba "preparado para continuar cooperando en los mercados de cambios, en la medida necesaria". Las declaraciones de Rubin contrastaron netamente con sus comentarios de la semana pasada, en los que describió las intervenciones norteamericanas como medidas coyunturales que no podían reemplazar una auténtica reforma macroeconómica japonesa. Esto es cierto en gran parte y casi nadie piensa que el torniquete de ayer tendrá efectos duraderos, pero ocurre que Washington se aterrorizó ante la posibilidad de que el aumento de la competitividad nipona llevara a China a devaluar su yuan. En la interpretación de Keith Woodfin, de la consultora Foreign Exchange Analytics, "la principal razón tiene que ser China, Hong Kong y Asia. Estados Unidos estaba bastante asustado, sin mencionar el hecho de que Clinton tiene una cumbre en China el 25 de junio y seguramente no quiere estar allí en medio de Crisis en Asia-Parte II". De todos modos, el analista señaló que "la intervención de hoy --por ayer-- viene con algunas condiciones. El Banco de Japón estuvo presionando para obtener la intervención estadounidense. A cambio el Banco deberá continuar con sus programas de reforma y probablemente aplicar más estímulos fiscales antes de fin de año". Declaraciones chinas sin precedentes parecían confirmar ayer el origen de los temores norteamericanos según Woodfin. Sun Zhenyu, viceministro de Comercio Exterior de China, se convirtió en la víspera en el primer funcionario de alto rango de su país en advertir que la caída del yen podría obligar a Pekín a devaluar el yuan. "Si la modificación de la tasa de cambio pone mucha presión sobre el comercio exterior y las exportaciones, o hay una gran caída del comercio exterior y las exportaciones, entonces temo que tendremos que reconsiderar si realizamos ajustes", dijo Sun. Algunos economistas creen que China podría estar usando la caída del yen para tirar por la borda sus promesas de mantener el yuan, pese a que no hay presiones económicas que lo justifiquen. China cuenta con reservas internacionales por unos 140.000 millones de dólares, el segundo mayor volumen del mundo, y goza de un saludable superávit de cuenta corriente. Al hablar de devaluación, China habría inducido a Japón y EE.UU. a revaluar el yen. Si es así, la maniobra ha tenido éxito (mientras los mercados no digan otra cosa).
|