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A
través de un comunicado leído por el capitán Diego Simeone, los jugadores de la
selección argentina impusieron ayer a la prensa nuevas normas de trabajo porque se
sienten agraviados por "rumores" o "noticias" que los perjudican
"moralmente". Se abrió un frente de combate. Teatro de operaciones |
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Por Daniel Lagares Desde LEtrat El lugar era perfecto: un teatro para poner en escena el grotesco más grande de la historia del fútbol argentino. Los jugadores de la selección nacional impusieron nuevas normas de trabajo a la prensa con el aval del entrenador Daniel Passarella pero se desconoce si la AFA apoya la postura de los futbolistas debido a la ausencia de sus dirigentes en el lugar del crimen. La medida tomada por el grupo obedece, dijeron, a que no están dispuestos a tolerar la difusión de chimentos y rumores que, dicen, los perjudican moralmente y para darles transparencia a sus encuentros con los cronistas. Dicho así parece una tontería, pero el disimulado boicot desnuda el descarnado juego de intereses que existe entre el fútbol mercantilizado y los medios que encontraron en el fútbol un fabuloso negocio. Expone, además, un profundo divorcio entre la dirigencia y el cuerpo técnico, fisuras entre ese cuerpo técnico con sus jugadores y un plantel no tan unido como sus miembros se empeñan en demostrar. Daniel Passarella llegó puntualmente a la cita y dijo lo que todo el mundo sabía que iba a decir: Todos los jugadores están a disposición para el próximo partido. El equipo evidentemente lo tengo, pero no lo voy a dar hasta último momento. Jamaica es un rival duro y difícil que pondrá toda la carne al asador porque buscará clasificarse. Después informó que los jugadores atenderían en conjunto a los periodistas para leerles un comunicado y trató de justificar lo que vendría más tarde. Con la cortesía de siempre dijo buenas tardes y se retiró tras las bambalinas. Enseguida llegaría el plantel con el capitán Diego Simeone a la cabeza, quienllevaba una carpeta de tapas naranjas bajo el brazo. La carpeta contenía el comunicado que decidieron escribir ayer mismo, después del almuerzo. Lo que siguió fue patético. De ambas partes. Se abrieron dos frentes de combate insólitos y absurdos. De un lado los jugadores y del otro la prensa. El plantel defendió sus legítimos derechos desde una posición de fuerza disfrazada bajo los augurios de que todos tiremos para adelante, según dijo Simeone. El papel de la prensa estuvo parcializado por cuantos medios o cronistas existían. Algunos, con sensatez, reclamaban sensatez. Otros llegaron a pedir los nombres de los colegas que habían publicado las noticias incómodas para salvar la ropa y echarle fuego a la hoguera pública que intentaban construir. La molestia del plantel se debe a la publicación en los medios gráficos y a la difusión que tuvieron en las radios y los canales ciertos temas que rozaron peligrosamente la difusa frontera entre el rumor y la noticia. El doping de Juan Verón, que Germán Burgos había quedado internado, que Marcelo Gallardo no podía jugar los 90 minutos y sobre todo una discusión entre Batistuta y Ortega en la que participó Verón y a la que puso fin Passarella, minutos después del triunfo ante Japón, fueron los cuatro puntos (ver aparte) que enojaron al plantel. Pero los rumores surgen cuando no hay noticias y el modo de atender a la prensa de este cuerpo técnico no es el ideal. De muestra va el ejemplo: la selección atendió a la prensa martes y jueves de la semana pasada durante una hora. Passarella sólo atendió el jueves y el sábado. Y esta semana se repite el cronograma. Y aquí está la entrada al laberinto. Los jugadores dicen que ninguna voz de la selección confirmó oficialmente ninguna de esas especies, algo tan cierto como que un periodista puede tener otras fuentes y que hay periodistas que publican sin chequear la información. Pero un periodista no puede hacerse cargo de lo que publica otro medio. Y esto los jugadores lo saben. Lo insólito es el medio elegido. Un comunicado es un método castrense y un equipo de fútbol no es no debería serlo un grupo adoctrinado. Aquí falla la conducción y esto es responsabilidad de Daniel Passarella como entrenador, del dirigente Raúl Gámez que preside la delegación y a quien no se lo vio durante la hora y media en que permaneció la prensa en el Centro y, por extensión, a Julio Grondona, quien está en París disfrutando las mieles de ser vicepresidente de la FIFA. Las casi nulas relaciones entre Passarella y Grondona, que son de vieja data, explotan con este episodio absurdo. El técnico no quiere dirigentes cerca y Grondona le dio el gusto. Ahora debió manejar la situación pero en vez de ponerse a la cabeza simplemente dijo que los escuché y avalo totalmente la decisión que tomaron. Pero los que dieron la cara fueron Simeone como capitán y los más experimentados, Batistuta, Balbo, Ayala, Sensini y Burgos, rodeados del resto silencioso. Después de leer el comunicado, los futbolistas aceptaron las preguntas pero aclarando que queremos hablar de fútbol, nadie nos pregunta sobre fútbol. Cerraron el grifo y se encerraron en una actitud corporativa. Sin embargo, hasta hace unas horas antes, la mayoría de esos futbolistas aceptaba las reglas de juego que imponen los tiempos mediáticos y del que también sacan provecho económico. Juan Verón, por ejemplo, aparece desnudo, o alguien lo sustituye, pero la imagen que se vende es la suya, en una publicidad de papas fritas. Batistuta juega al metegol con Ronaldo para promocionar una cerveza, Simeone es modelo publicitario de una gaseosa. No quedó claro si el plantel recibió, estudia o aceptará una propuesta de Torneos y Competencias, que pagaría 3,5 millones de dólares al plantel para obtener entrevistas exclusivas. Yo no firmé nada, dijo Ayala, que respondió porque en ese momento tenía el micrófono en mano. Antes, Passarella lo había negado y Simeone dijo que por ahora no cuandole preguntaron sobre el tema. No fue desmentido con la misma firmeza con la que escribieron el comunicado. Un mundial de fútbol es un hecho económico en expansión del que todos participan y cada uno saca su tajada. En ese marco deben ubicarse los futbolistas y la prensa. Hay tanto en juego que nadie puede darse el lujo de perder un centavo, así se mida en goles, audiencia o credibilidad. Y como en estos tiempos el fin justifica los medios, ahí aparecen los medios con una voracidad inédita pero coherente con el fin de siglo. Aunque este fenómeno de masas es el de mayor convocatoria de la humanidad, la presencia de la prensa parece desproporcionada. Todos los diarios argentinos editan suplementos diarios, las radios salen al aire en cualquier momento, la televisión emite desde Francia. Hay alrededor de 500 periodistas argentinos acreditados. Y en el medio, hay de todo. Desde el que va y pregunta por qué no juega Gallardo hasta Mónica y Mascetti haciendo Telenoche a orillas del Sena. La necesidad, o la voracidad, tiene cara de hereje y en la Copa del Mundo no se maquilla. Al contrario, se muestra a cara descubierta y, como es necesario llenar espacios, no sólo informar, está quien se viste de amarillo y sale a caminar por las calles de LEtrat. Pero los jugadores son los primeros en saber quién es quién en los medios, como la prensa sabe quién es quién dentro del plantel de la selección.
EL TECNICO, LOS JUGADORES, EL NEGOCIO Por Juan Sasturain Es todo tan patético. Porque el primer dato que se pierde cuando uno está ahí, metido, es de qué se trata: y es una boludez, una soberana boludez. Que a uno le guste el fútbol y disfrute de él no lo convierte automáticamente en polea de transmisión de la ideología del circo montado a su alrededor. Los hechos objetivos son que el director técnico de una selección de jugadores de fútbol y estos mismos jugadores se disponen a dar una conferencia de prensa en la que se supone se hablará de cosas de las que al público le interesa enterarse: tácticas, cambios, perspectivas, algún chisme, opiniones. No da para más. Sin embargo, el sobredimensionamiento de la actividad, los intereses comerciales y mediáticos en juego --el puto dinero, al fin-- han hecho que esta placentera boludez se convierta, en manos y en voz de los protagonistas y de los dueños del negocio, en una cuestión falsamente trascendente. Así, como ejemplo de distorsión de adónde carajo hemos ido a parar, lo que se disputará en ese escenario tonto y dislocado no será ni siquiera una pelota --que es lo que, según la convención, importa-- sino la administración de la palabra, una mercancía que en este contexto suele ser vana, trivial hasta la caricatura, tramposa y bastardeada. Y sin embargo, es eso lo que provoca la patética cuestión. Soberbia, necedad, reticencias, recelos, gestos paranoides, tendencia a la mistificación y al engaño suelen definir las actitudes de los responsables a la hora de hablar para comunicar; otro tanto de soberbia y similar necedad, obstinación, sordera y falsa perspicacia suelen definir el trabajo de quienes preguntan para escuchar y comunicar a su vez. Pero eso que los hace naturalmente confrontar no es lo que en el fondo los define: unos y otros están juntos en el hecho de que tienen que cumplir con roles (laborales) en los que no creen... Hay quienes deben hacer buena letra y bajar la cabeza y la opinión personal mientras posan para vender las marcas que portan; hay quienes deben hacer buena letra y bajar la cabeza y la opinión personal y preguntar para poder llenar páginas y páginas que ya están vendidas a los avisadores. Hasta que por torpeza u ofuscación de algunos, el circuito hace cortocircuito, amenaza con interrumpirse. Y es el drama. El patético drama. Así, convocados todos en ese minianfiteatro infernal se produce un huis clos, un "a puerta cerrada" en el que, como debe ser, el infierno son (siempre) los otros. Muñequitos ridículos de arriba y de abajo del escenario discuten por la administración y la circulación de la palabra: cómo fue administrada y circuló antes, cómo lo hará de aquí en más. Y aquí entran a tallar las sensaciones personales. No bien se desencadenan los primeros hechos, el sentimiento, rápidamente, es de vergüenza ajena: semejante despliegue de necedad y sinsentido producen un rechazo inmediato, ganas de eyectarse y desaparecer de esa patética ceremonia. La sensación siguiente es de vergüenza propia: qué hace uno ahí... El estado de la cuestión fútbol-medios es de tal grado de enfermedad que sólo enfermos podemos participar de ella. Así, la tercera sensación es entonces de impostura: sólo algún oscuro recoveco de nuestra siempre fugitiva y escamoteada autenticidad nos permite asistir y participar de esta farsa, creer en esto como noticia, venderlo como algo que pueda interesarle a alguien y convertirse acaso en falso tema de primera plana. No sabemos si servimos para algo, pero creemos que para esto no. Y es lo que tratamos de explicar mientras no podemos dejar de escribir ni evitar la sensación de ridículo. Hace dos días hemos escrito, refiriéndonos al encuentro de los jugadores de la selección argentina con la prensa, que era una farsa (pirandelliana) en la que nadie creía en su papel pero lo representaba porque había que hacerlo. No había tema: una lesión, un cambio eventual, qué más sino esperar a que corra otra vez la pelotita. Sin embargo, por uno de esos perversos milagros de la comunicación, hay tema otra vez. La relación o la falta de relación es el tema. Qué suerte. Dan ganas de balearse en un rincón. Pero no vale la pena. Qué va a valer.
Por Carlos Stroker El Mundial de Francia 98, sin dudas, es el que más periodistas acreditados tuvo en la historia. Si bien en Estados Unidos 94 hubo un auge de prensa internacional, éste supera al organizado hace cuatro años. También es el mundial en el cual más enviados argentinos se encuentran cubriendo las alternativas de los 32 seleccionados. Más de 750 personas fueron enviadas por los medios de comunicación para detallar las alternativas del torneo y la inversión total de todas las empresas supera los 50 millones de dólares. El gran aporte de personal lo tienen los medios televisivos, que en total hicieron viajar a cerca de 460 personas, entre periodistas, editores, técnicos y directivos. El auge del negocio atado a una pelota de fútbol derivó, por ejemplo, en que también, desde Francia, se emitan varios noticieros como el del canal 13, el canal 11 y el de América o programas como "El Rayo" y "El Show de VideoMatch". Las empresas televisivas no incluyen dentro de su personal a los artistas y periodistas enviados para realizar estos programas. Como también, la conductora Susana Giménez decidió firmar un contrato con Antonio Gasalla para que, desde París, el actor haga uno de sus personajes para la emisión del programa. Las empresas decidieron invertir en la cobertura del Mundial de Francia, pero saben que una buena transmisión sirve para la venta de segundos de publicidad. Y la medición de los partidos y de los programas específicos o que tiene enviados especiales, respalda la actitud del envío. El segundo de publicidad durante la emisión de un encuentro de la selección nacional, en primera fase, gira en torno de los 1000 dólares, monto que se incrementaría si el equipo enojado de Daniel Passarella va pasando de ronda. Si la Argentina accede a la final, es posible que un segundo de publicidad pase a cobrarse cerca de 1800 dólares. A diferencia de otros momentos futbolísticos del país, el valor del segundo parece haber aumentado sustancialmente. Los domingos, en el programa "Fútbol de Primera", el segundo de publicidad tiene un valor de unos 600 dólares. "Fútbol de Primera" tiene un promedio de rating de 18 puntos. El partido de Argentina frente a Japón, por ese mismo canal tuvo un rating promedio de 36 puntos, casi el doble de Telefé y casi el triple que América. Claro que mucha venta de publicidad se realizó por paquete y algunas empresas llegaron a pagar cerca de dos millones de dólares por 45 días de estar en pantalla en horarios de los partidos del Mundial. No es para menos, por ejemplo, el encuentro entre Noruega y Escocia, emitido por Telefé, tuvo un rating promedio de 24 puntos, mientras que el de Brasil y Marruecos, televisado por Canal 13, superó los 30 puntos. Las distintas radios del país tienen en Francia más de 100 enviados, y aquí la idea de los dueños de los medios es pelear casi exclusivamente por la transmisión de los partidos de la selección nacional. Las radios venden paquetes de publicidad y por el tiempo que dure el Mundial, se pagan alrededor de 40 mil dólares para aparecer en las transmisiones de los encuentros. Claro que la realidad de los medios gráficos suele diferir de los otros dos, pero los distintos diarios argentinos decidieron cubrir el campeonato con más de 160 enviados, cifra que incluye el traslado de los periodistas que trabajan en las agencias de noticias. Todo sea para que más de 34 millones de argentinos sepan qué sucede en el Mundial de Francia, pero también para mantener vivo el negocio del fútbol, que a medida que pasan los días, cada vez es mayor.
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