Argentina, un buffet froid
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Por Daniel Lagares Desde L'Etrat La selección nacional llegará este mediodía a París para jugar mañana frente a Jamaica su segundo partido del Grupo H. Los jugadores se entrenaron ayer en el Centre aux Metiers y luego observaron por televisión los partidos de Nigeria-Bulgaria y España-Paraguay. Hoy a las 11 tomarán el vuelo desde el aeropuerto Lyon-Satolas y, tras media hora de andar por el aire, aterrizarán en la capital. La delegación se hospedará en el hotel Mercure y a las 17 hará el reconocimiento del Parque de los Príncipes. Luego, el entrenador atenderá a la prensa y, si quiere, confirmará a los titulares con un único posible cambio: Chamot por Vivas. El enfrentamiento del jueves con la prensa nacional causó las primeras consecuencias. El saldo de las hostilidades benefició a los fotógrafos, alegró a los futbolistas por las noticias llegadas desde Buenos Aires, pero también plantean interrogantes alarmantes. "Lo vamos a estudiar", había dicho Passarella el jueves cuando los cronistas le pidieron autorización para observar algún entrenamiento. El técnico no sólo cumplió sino que accedió a franquear las puertas del hasta ayer inviolable convento deportivo. Los chasiretes tuvieron un rato para inmortalizar a los jugadores corriendo por la cancha principal del Centre aux Metiers. Sin embargo, la reflexión es obligatoria. ¿Era necesario llegar a un enfrentamiento para que Passarella permitiera el acceso a las prácticas? Hasta ahora, los únicos privilegiados son los fotógrafos y los cámaras que ya no deben hacer la payasada de subirse a los techos, escalar colinas o alquilar escaleras para trabajar desde la clandestinidad más absurda. Los jugadores estaban felices. Las noticias de la metrópolis les indicaban que habían salido favorecidos en el voto de la gente recogido por las encuestas de algunos medios de Buenos Aires que, por supuesto, señalan a la prensa como "los malos de la película". Voto cantado, si los hay. ¿Qué esperaban los jugadores? ¿Que los hinchas se pusieran de parte de los cagatintas en vez de las estrellas que representan la tribu cada domingo? Pero, mientras en la imaginación L'Etrat amanecía como un campo de la Segunda Guerra Mundial después de una de esas batallas de celuloide, algunas incertidumbres siguen sin respuestas definitivas. El enojo de quien se siente ofendido es natural y comprensible, pero la reacción parece desproporcionada. Como si se huyera hacia adelante y se buscara un enemigo externo. O alguien que reemplace al monstruo escondido tras el alambrado de L'Etrat. ¿Por qué esa necesidad de exponer un espíritu de cuerpo monolítico? Si existe, si el grupo "es uno solo", como se empeñaron en declarar los jugadores de la selección en la tarde del "jueves negro", no suena urgente declararlo a los cuatro vientos.
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