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RAZONAMIENTOS ANACRONICOS, DE CUANDO EL EJERCITO ERA UN PARTIDO LA DEMOCRACIA SUPERÓ UNA SEMANA DE INQUIETUD MILITAR |
Es interesante prestarle atención al titulado de La Nación desde que el domingo último, en un editorial, estableció que "a Videla lo espera el juicio de la historia", es decir que está exento de cualquier nuevo juicio de sus contemporáneos. La secuencia: * "Preocupa a Menem el clima en las Fuerzas Armadas" (el martes). * "Buscan atenuar la tensión militar" (el miércoles). * "El general Llavar (jefe del Cuerpo III) admite inquietud en el Ejército (también el miércoles). * "Pese a todas las desmentidas, hay inquietud militar" (el jueves). El planteo suena antiguo porque remite a cuando los militares no eran un cuerpo profesional de gente más o menos conservadora --más que menos-- y actuaban como partido. Como mínimo a partir del golpe de 1930 fueron construyendo lo que la literatura política llamó Partido Militar, un partido en armas, vertical, disciplinado, que ocupaba el vacío de las crisis no resueltas entre los partidos políticos y era utilizado alternativamente por ellos. Un partido, además, que solía confundirse con el aparato del Estado y a menudo podía ganar autonomía incluso respecto de las élites que alentaban los golpes. El Partido Militar hoy no existe. Quedó pulverizado por la guerra de las Malvinas, la transición, el juicio a los ex comandantes, la represión exitosa de los alzamientos militares, la caída del Muro de Berlín, los 15 años de democracia, la miseria presupuestaria del Estado y una democracia que conviene a todo el mundo, aquí y afuera. Razonan como Partido Militar, todavía, los generalotes retirados. Este diario los bautizó "gorilas" por su fascismo tosco. "Quieren arruinar la autocrítica de Balza, para que la historia cierre de otra manera", dice Luis Tibiletti, un capitán retirado forzosamente por la dictadura. "Buscan que los militares dejen de sentirse identificados con la autocrítica de Balza y vuelvan a ser un instrumento de control social en manos de los poderosos", opina. Después de la imagen de los gorilas, muchos militares en actividad --que por supuesto no quieren ser citados, aunque igual que el resto de la sociedad ya excluyen de la impunidad el robo de chicos-- blandían la tapa de Página/12 del jueves, divertidos porque, sentían, se hablaba de otros y no de ellos. Los generalotes tratan de que esa distinción se borre. Los partidos políticos quieren que se mantenga. "La revisión del pasado es indetenible porque en la Argentina el pasado está mal cerrado", dice Darío Alessandro, diputado del Frepaso. "Pero nosotros no vamos a emblocar. No vamos a dejar de distinguir la línea institucional y los mensajes políticos oficiales de la conducción del Ejército", agrega. Dentro de la Alianza, el ex ministro de Defensa Horacio Jaunarena ofreció un informe que daba importancia al malestar de muchos militares. "Es una exageración", afirma un dirigente del Frepaso que prefiere no pelear en público. "No es una exageración", le retruca un radical que también quiere un conflicto discreto. "Puede ser que nosotros estemos escaldados por nuestra experiencia con los militares en el gobierno, pero el Frepaso nunca gobernó y conoce poco el tema", dice. Como para no dramatizar las cosas, la mayoría de los dirigentes radicales pronostican que no habrá una lluvia de citaciones judiciales. ¿No puede darse un nuevo Punto Final, cuando jueces que no investigaron nada en dos años citaron a cientos de oficiales en dos meses? Los radicales descreen de un escenario de ese tipo justamente porque, antes, existieron el Punto Final y la Obediencia Debida. Y uno de ellos, Federico Polak, el portavoz de Alfonsín, aconseja ante Página/12 que "la mejor garantía de estabilidad es recuperar la Alianza de octubre, con un acuerdo sobre los temas militares, los económicos y la forma de impedir la reelección de Menem". Otro dato para impedir las dramatizaciones. Balza y Graciela Fernández Meijide tienen un nivel de comunicación excelente. En esta semana tan inquieta, la precandidata del Frepaso no recibió ningún indicio desesperado del general.
"QUE DIOS LO
ACLARE"
QUÉ PROVOCA EL GOLPE
Clérici sostiene que los militares dieron los golpes de 1973 y 1976 por "una fuerte activación de los sectores populares" que fue percibido "por otros actores sociales como una amenaza al modo de organización social vigente". En Chile, la supuesta amenaza era el propio gobierno de Salvador Allende. En la Argentina, la guerrilla. Otro catalizador de los golpes fue la crisis económica, que para Clérici era "la crisis del Estado sobreextendido", cuando "los diferentes actores luchan al desnudo por conquistar los favores del Estado". Los dos elementos causaron la pérdida de legitimidad democrática, y frente a ellos los "actores del sistema político" no encontraron "soluciones de compromiso o algún tipo de acuerdo". Una situación, por cierto, distinta de la actual.
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