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ADOLFO BAGNASCO, EL JUEZ QUE INVESTIGA EL ESCANDALO IBM-NACION Y LA SUSTRACCION DE MENORES DURANTE LA DICTADURA
“No soy el único juez con pensamiento político”

t.gif (67 bytes) ”No somos la mejor Justicia del mundo, como se ha dicho, pero tampoco somos la peor”, afirma en su despacho de Tribunales el juez Adolfo Luis Bagnasco. En su juzgado se atienden dos causas que han movilizado a la opinión pública, la que investiga las coimas entre IBM y el Banco Nación y la que tiene a su cargo la sustracción de menores y la supresión de sus identidades durante la dictadura militar. En un contexto donde la impunidad ha puesto en tela de juicio a la propia Justicia, importantes ejecutivos y banqueros fueron afectados en la primera, en tanto que más de 30 ex jerarcas militares podrían ir a la cárcel en la segunda. Bagnasco, que se ha convertido así en uno de los protagonistas más importantes de la realidad política, ha reconocido su condición de peronista, así como su amistad con Hugo Anzorreguy, el jefe de la SIDE, pero rechaza cualquier sospecha de favoritismo.
–Usted tiene en este momento dos causas importantes...
–No, no, yo tengo 340 causas importantes, tengo dos causas notorias...
–Causas notorias como las de IBM-Banco Nación y las causas por sustracción de menores durante la dictadura, que movilizan mucho a la opinión pública y que afectan a sectores de poder económico y político. ¿Usted tuvo presiones o amenazas?
–Mi secretaria las tuvo, le dejaron una granada en la casa cuando estaba con su hija. Fue el episodio más fuerte, con una amenaza telefónica que decía que si seguíamos investigando a IBM, la próxima granada se la iban a poner en la boca. Lo cual fue un acto injusto, de una cobardía terrible y, aparte, la secretaria que lleva la causa adelante, cumple con su trabajo. Amenazar a una mujer sola con su hija me parece francamente cobarde...
–La gente dice que hay una Justicia para los pobres y otra para los ricos. ¿Usted sintió esa diferencia cuando tuvo que fallar en algún juicio?
–Yo no la he sentido. Pero eso hay que demostrarlo. En mi caso he dictado prisión preventiva a gente muy poderosa, al presidente de un banco, por ejemplo, y están procesados dueños de bancos privados. Tengo procesado todo un directorio de organismos de primera línea. Está procesado y puede ir a juicio oral el que era el presidente del Correo cuando Cavallo era ministro de Economía. Y después tengo gente común por supuestos delitos como tenencia de droga y otros.
–¿Pero no ha sentido una presión de los medios, de lobbys y demás?
–Hay que tratar de alejarse de esa cuestión. He dictado el procesamiento del que era considerado el ejecutivo número uno de la Argentina, Ricardo Martorana, pero esto no me hace mejor que nadie. Había que hacerlo y se hizo, y se ha dictado la captura de cuatro ejecutivos americanos. Hoy tenemos un ejemplo, México ha pedido la captura de tres ejecutivos de IBM...
–¿Domingo Cavallo lo recusó a usted en una causa por calumnias e injurias?
–El me recusó y la Cámara de Casación no aceptó, diciendo que el doctor Cavallo me había insultado terriblemente a lo largo del último año, y que si bien no se notaba en todo el expediente ningún acto que denotara una enemistad manifiesta para con él, en mi ánimo interior debería haberme sentido perjudicado por semejante cantidad y reiteración de insultos. Entonces, se resolvió que no siguiera la causa, pero que esto no debería tomarse en detrimento mío. Como siguió insultando a otros jueces, la Cámara en un momento dijo “no” porque no va a quedar juez en el país que pueda atender la causa. En una causa por calumnias e injurias, la recusación tiene que ser una cosa muy probada, la misma Cámara de Casación dijo que no. —¿Era una estrategia legal del doctor Cavallo?
–Eso debería preguntárselo a él, yo no sé qué buscaba con eso. Las resoluciones que yo tomé fueron confirmadas hasta por la Corte.
–¿Tiene alguna relación la causa sobre sustracción de menores que usted lleva con la que tiene el juez español Baltasar Garzón?
–Hemos colaborado cuando Garzón lo requirió. Cuando Baltasar Garzón hizo el pedido para que los bancos suizos abrieran las cuentas a través de Carla del Ponte, no tuvo respuesta inicialmente –salvo en cuatro casos– porque no tenía los datos filiatorios de quienes integraban su lista. Solicitó nuestra colaboración. Tenía una lista de 76 personas. Nosotros ya le hemos dado los datos de algo más de 40. Allá atrás tiene una foto mía con la señora Carla del Ponte. Eso lo hemos logrado gracias a información que le dimos nosotros. Con respecto a los pedidos que hicimos nosotros, en la causa IBM-Banco Nación, hemos trabajado con el juez Michel Gravier en Ginebra desde agosto del ‘95, hasta marzo de este año que hemos conseguido la información.
–¿En qué estado se encuentra la causa por sustracción de menores que iniciaron las Abuelas de Plaza de Mayo?
–Hemos citado a José Luis D’Andrea Mohr porque tiene un estudio sistemático de las Zonas y Subzonas en que se había organizado la represión, con todas las autoridades. Esa es una información que queremos para determinar quiénes eran los comandantes con respecto a los delitos que estamos investigando y saber qué informaciones existían en base a los menores sustraídos.
–¿Qué diferencia tiene esta causa con la que lleva el doctor Roberto Marquevich y por la cual fue detenido Jorge Videla?
–La causa que lleva el doctor Marquevich está dada por la zona donde se cometieron los delitos que investiga, que es Campo de Mayo. La causa nuestra abarca todo el país. El objetivo es determinar si la sustracción de menores y la supresión de su identidad formaba parte de un plan sistemático y no un acto espasmódico u ocasional. La causa abarca todo el territorio pero se radica aquí porque las autoridades militares estaban en la Capital Federal. Estamos haciendo un relevamiento, tenemos la ESMA y los demás organismos militares del resto del país, pero empezamos con las cosas más próximas, aquellas de las que podemos obtener más información. Hay muchos testigos que han fallecido, otros médicos que están muy enfermos. Estamos haciendo un trabajo de rastrillaje. Con Abuelas de Plaza de Mayo y con la subsecretaría de Derechos Humanos hemos podido juntar 187 legajos de menores que habrían estado en esta condición. Y estamos tratando de dilucidar el grado de verosimilitud de estos casos. Los hemos agrupado en áreas y zonas y hemos analizado qué grado de repetición tiene en cada una de estas zonas. Cuando culminemos este trabajo empezaremos con las indagatorias.
–¿Por qué piensa que la Justicia tiene, desde 1983, un papel tan protagónico?
–A partir del ‘83 se descubre al Poder Judicial como un poder más de los que integran la República. Primero porque se produce el juicio a los ex comandantes, algo absolutamente inédito en la historia latinoamericana y con un solo antecedente en la historia mundial. Fue como poner un resguardo, decir acá existe un poder que puede utilizarse para determinar algún orden jurídico. Hasta ese momento estaba absolutamente devaluado, ni siquiera existía un buen o mal concepto del Poder Judicial, no existía como Poder. Hay un dato esencial: se habían presentado más de siete mil hábeas corpus y no habían obtenido ninguna respuesta. Nadie reclamaba porque los jueces no contestaban, porque se los tomaba como parte del Gobierno. No existe en la historia del país un antecedente donde tanto un nuevo Gobierno constitucional como un nuevo Gobierno de facto, no removieran el Poder Judicial. Mi padre fue dos veces juez y las dos vecesfue removido por un golpe militar. Y lo restituía el Gobierno constitucional siguiente.
–Desde la oposición se plantea que en este funcionamiento todo se hace judiciable, cosas que se deberían resolver en términos políticos o económicos se llevan a la Justicia, un ejemplo fue el tema de la re- reelección.
–Yo no sé si es un argumento de la oposición. Yo creo que se ha judicializado la política. La oposición dice al revés, que se ha politizado lo judicial, que los jueces estamos muy influenciados por la política. Yo creo que son dos fenómenos paralelos. Se conoce a muchos políticos por su actividad judicial, no por su actividad política. Uno identifica a muchos legisladores por sus denuncias judiciales, no por sus proyectos legislativos, ni siquiera por sus posiciones en el recinto o en las comisiones de trabajo.
–¿En qué período fue juez su padre?
–Mi padre fue juez en el año ‘52 y en el ‘73. Después se va incrementando la idea de que en el Poder Judicial se tratan cuestiones que hacen al interés de la gente.
–¿Cómo lo afecta el antecedente de su padre, que fue miembro de la Suprema Corte de la provincia de Buenos Aires y también fue diputado?
–Es muy importante, primero por un motivo de orgullo personal y familiar. Fue diputado entre 1946.1953, nosotros vivimos siempre en Lanús e incluso sigue estando mi casa paterna. Después fue abogado de la matrícula, volvió a ser juez y más tarde regresó al llano.
–¿Cómo se vivió esa experiencia en la familia?
–Se vivió bien, somos cinco hermanos y ninguno se dedicó a la actividad política. Somos varios abogados y varios trabajamos en el Poder Judicial. Lo que se heredó fue eso.
–Usted es peronista y cuando fue designado lo asumió sin tapujos. El padre de Hugo Anzorreguy era compañero en la Suprema Corte Bonaerense de su padre. Entre todas estas historias se teje una relación familiar donde está lo político, lo judicial y lo social. ¿Cómo diferencia en este caso esos tres niveles?
–Lo único que podría decir es que a mí nunca me pareció leal esconder mi pensamiento político y no soy el único juez que lo tiene. En cuanto a las amistades, existieron, eso es un dato histórico que yo no desmentiría. Lo que no es cierto es pensar que a partir de esas relaciones existe un grado de influencia sobre mí. No solamente lo conozco a Hugo porque su padre trabajó con el mío. Mi padre también conoció y fue muy amigo de don Idelfonso Cavagna Martínez y yo trabajé con su hijo cuando fue ministro de la Corte, y así mucha gente me saluda y seguramente a mis hijos les pasará lo mismo. Me parecería mal que yo ejerciera alguna suerte de favoritismo en una cuestión que yo tuviera que decidir. En cinco años que soy juez no lo he hecho y no es sólo que yo lo diga. Lo que yo haga fuera de la ley va a quedar escrito, porque es la única forma en que puedo resolver algo. No lo he hecho jamás, pero el que tenga dudas puede buscarlo.
–Ese lugar tan importante que le ha asignado la sociedad a la Justicia en este momento, la pone también en un lugar muy expuesto. ¿Cómo ve usted la cantidad de pedidos de juicio político que se han planteado?
–La exposición del Poder Judicial no me parece mal. Creo que como funcionarios públicos tenemos la obligación de estar controlados por la sociedad. Me parece bien que los órganos del Gobierno, los diputados, o el Consejo de la Magistratura nos vigilen. Lo que no me parece bien es que nos sometan a un interesado desgaste. El control me parece bien, yo trabajo haciendo un control, lo que me parece errado, porque no favorece a las instituciones, es hablar en forma indiscriminada de la corrupción en el Poder Judicial, de la falta de idoneidad. En mi caso particular, hasta ahora no he tenido pedidos de juicio político ni sanciones. Si se dice quesomos todos corruptos, me parece excesivo, me parece una simplificación peligrosa.
–¿Va siempre a la cancha a ver a Lanús?
–Más o menos, voy a veces, fui a ver el último partido, por ejemplo, el que ganó Lanús 5 a 2 con Colón y salimos subcampeones. Me gusta el fútbol, no soy fanático. Me gusta el automovilismo y el box también...
–¿Es lector de las novelas judiciales de John Grisham?
–No, pero voy bastante al cine y me gustan los temas judiciales. La última vez fui a ver El abogado del Diablo, una fantasía.
–¿Cuándo termina la carrera de un juez?
–Formalmente el cargo es vitalicio, mientras dura su buena conducta y no es removido. Así que puede ser juez hasta los 65 años y se tiene que jubilar. La otra forma de terminar la carrera es cuando se renuncia. Y la tercera es cuando lo sacan con un juicio político.
–¿Cómo ve su futuro, después de ser juez?
–Mire, yo siempre trabajé de esto. Entré a los 19 años a la carrera judicial y pagué mis estudios en la facultad con mi trabajo en el Poder Judicial. Tengo 24 años en esto. Siempre pensé que esta era mi carrera. No sé hoy en día si voy a seguir siendo parte del Poder Judicial.
–¿La política no figura en sus planes?
–No, siempre digo en broma que quiero ser presidente del club Lanús. El otro día en la cancha lo encontré a Emilio Chebel, el presidente del club, y le aclaré que lo digo para conformar a la prensa. Lo que pasa es hay una actitud desconfiada, como si uno hiciera cosas para promocionarse en otro nivel. Como si hiciera esto de IBM para ascender a camarista u otra cosa. Para mí este es el trabajo más lindo. Fui secretario de un ministro de la Corte, he trabajado buscando jurisprudencia para después hacer proyectos de sentencias, trabajé en lo que se llamaría la administración general de la Corte de la provincia de Buenos Aires, he recorrido toda la provincia, he trabajado en cuerpos periciales, en informática jurídica. Hice muchos trabajos muy lindos, pero éste, además de ser el más importante, es el más lindo y así como me ha dado muchas satisfacciones, me ha dado dolores de cabeza, tiene un alto grado de exposición, he sido harto criticado. No digo que lo hayan hecho de mala fe, pero se dicen cosas que no son ciertas.
–De todas maneras, el periodismo interpreta algo que está subyacente entre la gente y al ponerlo de manifiesto da la posibilidad de aclararlo.
–En tanto la respuesta enriquezca en el sentido de que un planteo incita otro y exista una síntesis. El problema es que muchas veces la respuesta no se escucha o es subestimada y entonces no se produce una síntesis para generar otro nuevo diálogo, que permita seguir avanzando hacia un mejor Poder Judicial. El Poder Judicial es producto de todos incluyendo a los periodistas. Yo creo que hay que mejorar mucho. Es malicioso decir que el Poder Judicial de la década del ‘70 era un buen Poder Judicial. Nadie recurría a él. Si alguien dice que somos corruptos porque somos cómplices del poder, bueno, planteémoslo, veámoslo. Este es un debate que se puede hacer, pero no si partimos de un preconcepto. No somos los mejores del mundo, como se ha dicho, pero tampoco los peores.

 

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