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Alguna vez, Charly García quiso tener su propio Piano Bar. Un lugar tranquilo, donde las rubias de Nueva York y los fantasmas de percal pudieran tocar los temas de siempre durante toda la noche. Sin el traje y la corbata con los que más de una década atrás presentó por primera vez su sueño, García parece haber encontrado el bar tan buscado en El Aguante. Un disco que es la encarnación exacta de los shows que Charly está haciendo y haría todas las noches, si pudiera en cada local que le abre sus puertas. Eso sí: en este nuevo local no hay lugar para la nostalgia ni la melancolía, la autocompasión no pasa por la entrada. Los únicos recuerdos que tienen un lugar en el piano bar de fin de siglo de García son fantasmas capaces de plantarse con firmeza ante la crudeza del presente. El que hizo llorar a sus viejos fans en la presentación de Say No More en el Opera, el que fanatiza a los incondicionales que hoy llenan Evenos para verlo electrocutarse en público. Porque, si de algo habla El Aguante, es de un presente que el artista no desea esquivar. Lo que ves es lo que hay anuncia claramente el último tema del álbum, y como si fuera poco agrega entre paréntesis que todo el mundo quiere olvidar. Pero García no. Implacable como siempre lo fue con la realidad que lo rodea, y entregado a un presente que lo ata a sí mismo aún más fuerte que la soga con la que juega en la portada del álbum, Charly no reniega de nada. Y se presenta con las únicas ropas que lo pueden vestir en estos tiempos en que el emperador ya se ha desnudado más de una vez ante la mirada de todos. Decimosegundo álbum de su carrera solista, número 31 de toda su historia musical, El Aguante es un disco que impacta desde su arte de tapa. En él, sobre un fondo rosa, se puede ver a un García atado a una silla, a punto de recibir una bofetada con una mano abierta en cuya palma está dibujada la letra A. Golpe en el rostro del propio García, El Aguante tal vez sea su disco más convencional de la década del noventa. Contiene diez canciones, que se pueden dividir en tres grupos: tres temas nuevos, dos temas propios pero de otras épocas, y cinco covers de temas ajenos pero aguantados, traducidos y apropiados. Una costumbre que García comenzó a recorrer con aquel Me siento mejor, de The Byrds, que incluyó en Filosofía barata y zapatos de goma (1990) cuando se dio cuenta de que al disco le faltaban hits. Y que continuó con el saludable Estaba en llamas cuando me acosté de Casandra Lange un álbum con temas que escuchaba durante su infancia, cuando todavía era Carlitos García Lange y no Charly. Precisamente fue un segundo volumen de Casandra Lange lo que se anunció como próximo disco luego de Say no more, pero supuestamente su discográfica se negó a que el último álbum del contrato que tiene con el bigote bicolor fuese otro álbum de covers. Exigió un García auténtico, y lo tuvo. Unos pájaros cantando, unos acordes premonitorios y el timbre de un teléfono. Así comienza El Aguante. El disco más torturado de Fito Páez -Ciudad de pobres corazones también comenzaba con un llamado telefónico, pero el mensaje preguntaba querés más?, y explicaba que todos quieren más. La respuesta del aguante, en cambio, son unos aplausos que parecen estática, y entonces García deja en claro que Este es el aguante/ éste es mi lugar/ Este es el aguante/ esto es rocknroll. No es más de lo mismo, es un poco mejor. Maquillado y bien vestido para presentarse tal cual es, el primer tema del álbum responsable de su bautismo no suena tan repetitivo y desgarrado como aparece en vivo. Y funciona como amable y festivo prólogo de lo que vendrá. Le sigue Kill my mother, un envolvente tema de 8 minutos cantado en inglés, cuya letra dice que yo te di mi mundo/ todo lo que soy/ todo lo que necesitás/ pero vos sólo me querés matar. Clásico mid-tempo García, es una de las joyas del álbum aunque por momentos recuerda al Positively 4th Street de Dylan registrado en formato Casandra Lange. Sus últimos tres minutos están ocupados por unacoda instrumental (con aires de Pubis Angelical) al estilo Layla. Acto seguido, del último Charly se pasa al primero con el track número tres: Pedro trabaja en el cine. Un tema de la primera época de Sui Generis, que esperó casi tres décadas hasta entrar oficialmente en el repertorio del bigote bicolor. Sui Generis sin guitarras pero con cuerdas entonces, García canta susurra que en su mundo de celuloide, Pedro es feliz. Y queda claro por qué cuando juntó a la prensa para revivir su dúo con Nito Mestre prefirió destruirlo todo. Porque hay lugares a los que no se puede regresar. Después de Pedro... llega el primer cover del álbum: No estaría mal, otra versión de The Byrds con destino de hit. Ven a mí/ por favor/ no hay milagro en la contradicción/ déjame amarte que no va a ir peor. Junto con Soldado de lata (original de los ingleses Small Faces, siguiente tema del disco), No estaría mal es tan García que es fácil olvidar su cualidad de cover. Y sirve como un buen ejemplo de las pocas ganas que tiene García de armar su música. Probables hits, ambos temas suenan desarmados si se los mide por cómo debe sonar un aspirante a éxito radial. Pero encajan perfectamente en la realidad del aguante-piano-bar-García de los últimos tiempos. Lo que ves es lo que hay. Un detalle: Yo soy cucharita de plata/ que pasa del remedio al dolor, canta Charly en un verso del tema de Steve Marriott y Ronnie Lane. Y el verso remite directamente a la ausencia de Con su blanca palidez (cover de Procol Harum que la banda toca en vivo), cuyos herederos no permitieron que llegase al disco por considerar que la traducción había convertido al tema en una apología de la droga. Yo sé que soy un fusible/ soy tan loco/ que parezco irrompible, canta García en Correte Beethoven, su versión del Roll over Beethoven de Chuck Berry (que alguna vez, entre tantos otros, hicieron propio Los Beatles). Un tema ideal para abrir la segunda cara del disco, si es que aún se fabricasen vinilos en Argentina. Y es tan Say no more que es difícil que se despegue como hit. Una curiosidad: quienes hacen los coros son los ex Menudo, con los que García se cruzó este verano en Miami cuando estaba grabando su disco y logró hacerlos entrar en el estudio. El invitado siguiente es Joaquín Sabina, devolviendo la gentileza de Charly en el tema Es mentira de su disco Yo, mí, me, contigo (96). En El Aguante, Sabina tiene reservado un encantador papel de segunda voz en Tu arma en el sur, tema que García compuso casi quince años atrás para el primer disco solista de Fabiana Cantilo. De rápido espíritu pop entonces, aquí es un desgarrador lento; otro de los puntos más altos del álbum. Fui tanto tiempo cargando esa cruz/ corriendo entre paredes/ lejos de la luz, cantan García y Sabina, y dan paso al gran tema del álbum: Dos edificios dorados. Editado originalmente en el primer disco solista de Lebón, allá por 1973 (y con letra de Liliana Lagardé), siempre fue un preferido de García al punto de haberlo grabado en el álbum en vivo Música del alma e integrar el repertorio de Serú Girán. Su presencia es angular para El Aguante, ya que su letra encarna mejor que ninguna otra el espíritu Say no more: Tengo que seguir/ lo que yo empecé/ yo estoy cansado/ pero igual lo haré. Tanto en vivo como en el disco, cuando llega el momento de este tema es imposible mirar para otro lado. Y hasta es posible creer que García aún está entre nosotros para traer algún tipo de mensaje. Pronto verán/ resurrecciones en el mundo. Para el cierre del disco queda otro cover (Uno a uno, versión de un tema de Jan Hammer) y otro tema nuevo (Lo que ves es lo que hay, delicado epílogo del álbum), cuya versión original según las liner notes del disco tiene una década de antigüedad. Pero ya está todo dicho. Otra vez Dos edificios dorados: Basta de mentira/ basta de dolor/ basta de ignorantes/ dame un poquito de amor. Culminando una década en la que se ha dedicado a desarmar su figura de prócer del rock nacional, el bigote bicolor ha elegido encarnar el aguante para volver a presentarse en sociedad. Después de la locura creativa de La hija de la lágrima y delgrito descarnado de Say No More, el tercer disco con material nuevo de García en los noventa es una suerte de compendio de sus mejores caras actuales. Y también, claro, de todas sus limitaciones. Lejos ya de aquella figura que era capaz de cronometrar el estado de las cosas en cada disco, García ahora apenas si habla de sus cosas. De su presente. Y del pasado que mal que les pese a muchos se ha i
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