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LA RE-REELECCIÓN SE ACERCA
Por James Neilson

t.gif (67 bytes)  La historia está por repetirse. Con rapidez impresionante, está desmoronándose la resistencia de la clase política a permitir que Carlos Menem trate a la Constitución como si solamente fuera un producto tardío y torpe del realismo mágico latinoamericano. Los radicales, frustrados por su incapacidad para mediatizar a los frepasistas, tienen motivos para desconfiar de socios que no disimulan su deseo de peronizar la Alianza, de modo que no sorprende que algunos estén flirteando públicamente con la idea de legitimar la reelección de Menem. En cuanto a los peronistas, los bolsones de resistencia están achicándose al difundirse la convicción de que, a pesar de todos los augurios en contra, Menem podría ya triunfar en 1999, ya cosechar más votos que cualquier otro candidato oficialista concebible.

Un síntoma inequívoco de lo que está ocurriendo ha sido la propuesta "ingenua" del senador radical José María García Arecha de celebrar un plebiscito para que la gente decida si quiere darle a Menem la oportunidad de ser reelegido en 1999, otro ha sido el "cambio de opinión" del senador peronista --supuestamente antimenemista-- Antonio Cafiero, el cual se ha convencido de que el principal, acaso el único, obstáculo en el camino del Jefe es aquel maldito artículo constitucional. Por tratarse de una actitud que comparten cada vez más compañeros, es de prever que muy pronto el resto del PJ, organización cuyo apego a la legalidad siempre ha sido circunstancial, proclame que la nueva Constitución que tanto hizo por confeccionar en 1994 vale todavía menos que la anterior, la de 1853.

Menem no es el único que quiere ser el primer presidente argentino del tercer milenio, pero cuenta con dos ventajas que están negadas a sus tres rivales principales, De la Rúa, Fernández Meijide y Duhalde: ya es presidente y por lo tanto controla a muchísimos operadores económicos, políticos y judiciales y, a diferencia de ellos, no puede darse el lujo de perder demasiado poder. Este último factor es el decisivo. Si no fuera por él, Menem no tendría inconvenientes en limitarse a "gobernar por el bronce": ¿por qué seguir arriesgándose en las aguas turbulentas del mundo globalizado cuando ya tiene asegurado su lugar en los libros de historia? Sin embargo, a menos que Menem conserve el poder que garantiza la impunidad, su futuro será con toda probabilidad una peregrinación por los juzgados que termine en el ala VIP --la cual será ampliada muchísimo en los próximos años-- de la cárcel, destino que, por razones comprensibles, preferiría ahorrarse.

 

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