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Por Irina Hauser y Marina Caporale Contratar estudiantes o graduados universitarios a modo de pasantes es, para muchas empresas, como mirar a través de una bola de cristal a su futuro gerente. Algunas compañías buscan jóvenes académicos porque suponen que su presencia las dota de prestigio. Y no faltan las que aprovechan los convenios educativos para reemplazar parte de su planta de empleados y esquivar impuestos. La meta de las universidades, al promover el sistema de pasantías, es extender el ámbito educativo al mundo del trabajo para profundizar el aprendizaje y facilitar la inserción laboral de los jóvenes. En medio de este intríngulis, los estudiantes intentan sacarle el jugo a una alternativa que promete alimentar su currículum e incrementar sus conocimientos y perspectivas de empleo pero que, a la vez, amenaza con utilizarlos como mano de obra encubierta y/o barata o para desempeñar funciones que no les reporten aprendizaje ni se vinculen a sus estudios. En esta nota los protagonistas del triángulo debaten y relatan sus experiencias. Cada vez que la cartelera de alguna facultad exhibe una nueva convocatoria laboral, los estudiantes se anotan de a 400 o 500 por vez o aguardan en listas de espera y bancos de datos el momento en que aparezca alguna oferta a medida de su especialidad y necesidades en el mercado de trabajo. La demanda tiende a concentrarse en el campo de las Ciencias Económicas y la Ingeniería pero se abre cada vez más a carreras como Diseño Gráfico, Análisis de Sistemas, Comunicación, Arquitectura, Psicología y Bibliotecología. Para incorporar pasantes, las empresas públicas y privadas firman convenios con las universidades o facultades. Una vez que el estudiante o graduado ingresa a su puesto, empieza una nueva aventura del conocimiento para las tres partes involucradas en el acuerdo, que deberán poner sus discursos e intereses en sintonía. Mónica G., quien prefirió no dar su verdadero nombre, hizo una pasantía en el Banco Bansud mientras cursaba tercer año de Economía en la UBA. Atendía el teléfono durante cuatro horas diarias y le pagaban 400 pesos en concepto de viáticos y gastos varios. "Fue una buena oportunidad, pero era un trabajo y no una instancia de aprendizaje. No hacía tareas relacionadas con lo que estudio --dice--. Igual creo que me va a servir como currículum. Lo que me llamó la atención es que el tutor, que me dijeron que iba a seguir mi trabajo, nunca existió". La experiencia de Diego Oberé, 21, estudiante de Economía y pasante en la Dirección General Impositiva, fue buena desde el punto de vista laboral y humano pero falló, dice, en el aspecto académico. "Hacía tareas administrativas e inspecciones. Abandoné por decisión propia cuando sentí que ya no aprendía nada nuevo". Desde la Secretaría de Extensión de la Universidad de Córdoba (UNC), Beatriz Torres arriesga una definición sobre la situación: "A las empresas, tener pasantes les conviene por cuestiones económicas y porque los jóvenes son moldeables. A la universidad, le permite contactarse con la realidad concreta del mercado laboral. Y a los alumnos les sirve para identificar sus intereses ocupacionales, aprender pautas laborales y, quizá, ser efectivizados". Gabriela Giovanni, estudiante de Psicología de la UNC, comparte esa visión. Es pasante en el área de Recursos Humanos de la Secretaría de Extensión de la propia universidad. "Me agrada porque hago tareas propias de la psicología laboral. Además, necesito trabajar". Según Adriana Lana de Barzola, coordinadora de pasantías de la UNC, "la universidad, además, encuentra en las pasantías una puerta de entrada a las empresas para propiciar el intercambio de servicios e investigación". En la Universidad de La Plata coinciden, pero advierten: "No deben perderse los derechos de los estudiantes", dice Javier Bergamini, del Proyecto de Orientación Laboral (PROLAB). "Los chicos, con tal de trabajar, aceptan poca plata y se exponen a situaciones de explotación", enfatiza. Juliana T. (el nombre es falso), de 23 años, estudiante de Comunicación (UBA) que hizo una pasantía en el diario El Cronista Comercial, describe así sus dilemas: "Empecé refritando cables. A los tres meses escribía y firmaba mis propias notas. Trabajaba a la par de los demás redactores, aprendía de todo. Sin embargo, tenía una doble sensación: me deprimía por la intriga de no saber si me iban a contratar y me sentía afortunada porque a muchos de mis compañeros les hubiera gustado estar en mi lugar". Reglas difusas Como forma de atenuar las discrepancias, los convenios de pasantías están regulados por un decreto presidencial del año 1992, celebrado para dar reconocimiento y respaldo a la figura del pasante y, según apunta Martín Marcos, secretario de Extensión Universitaria de la UBA, "formó parte del lanzamiento de la política de flexibilización laboral del Estado". La norma resultó tan escueta y ambigua que mereció la mirada crítica hasta del propio Ministerio de Educación (ver aparte). "La normativa actual presenta aspectos desdibujados --dice Eduardo Mundet, subsecretario de Desarrollo de la Educación Superior--. Debería especificar que haya un organismo que fiscalice los convenios mediante un procedimiento reglado. Habría que puntualizar los objetivos de la pasantía, ofrecer garantías claras a las partes y evitar que se utilice esta modalidad para tener mano de obra encubierta". En esta tónica, Mundet admite que las críticas han llovido sobre la cartera educativa. En la UBA, dadas las disidencias con el marco legal oficial, rige una normativa interna. "Una resolución establece la necesidad de tutorías para el seguimiento de los pasantes y que ellos elaboren informes", explica Graciela Leyboff, directora de Graduados y del Centro Universitario de Empleo (UBA). "Determinamos que el seguro de riesgo de trabajo debe estar a cargo de la empresa; que el pasante tiene derecho a tomarse días por examen; y en lugar de admitir hasta cuatro años de pasantía, ponemos el límite en tres renovaciones (un año y medio)", indica. Lograr un puente entre los estudiantes y el ámbito laboral ha sido difícil por el sólo hecho de que las empresas y las universidades han manejado, tradicionalmente, lenguajes y códigos que creyeron diferentes. "Se da por supuesto que tienen tiempos e intereses antagónicos --señala Leyboff--. Según los empresarios, 'la universidad era lenta y los investigadores no tenían los pies sobre la tierra'. Incluso pretendían que nuestros servicios fueran gratuitos. Ni los académicos puros ni los empresarios puros pueden ser interlocutores, por eso ahora se dicta capacitación para esta tarea". De este modo, el capítulo de las pasantías universitarias atraviesa un arduo período de aprendizaje que demanda ajustar las reglas, revisar objetivos y someterse a un examen de conciencia.
LO QUE MAS SE VALORA EN EL MERCADO El espíritu de trabajo y emprendimiento de los jóvenes es una gran tentación para los empresarios. También lo son sus conocimientos actualizados. Pero no todas las compañías se juegan a prometerles la posibilidad de una futura incorporación a la planta de empleados. "La mejor manera de formar nuestros gerentes es desde chicos. Es parte de nuestra política de recursos humanos", dice Fernando Moiguer, presidente de Entrepreneur, una consultora en planeamiento estratégico que tiene ocho estudiantes de varias carreras en un sector de 85 empleados. "Vemos que los jóvenes tienen versatilidad y ganas de aprender. Sabemos que hay una parte del mercado que sólo toma pasantes para abaratar costos. Nosotros ofrecemos un proyecto claro. Y sabemos que los chicos exigen saber si van a ser parte del proyecto". El 1 por ciento de la planta de Ibero Asistencia está compuesto por pasantes. "Tomamos estudiantes porque son muy inquietos, están dispuestos a aceptar desafíos y a dar siempre un paso hacia arriba", explica Federico Palacios, gerente administrativo y financiero y aclara que la intención es que los jóvenes se queden en la firma. En Telefónica de Argentina comparten esa finalidad. En este momento tiene 110 pasantes provenientes de universidades públicas y privadas. Con asignaciones de 700 pesos por jornadas de siete horas y media y de 400 pesos por media jornada, desde 1996 el banco Bansud enriquece su staff, según Cristina Ovieto, jefa de empleos, con "jóvenes con iniciativa que comprenden la cultura de la empresa y responden con la mejor calidad en el mediano plazo". Miguel Peirano, jefe del departamento de la Unión Industrial Argentina, agrega que "la posibilidad de trabajar con pasantías implica un aporte de aprendizaje para las propias empresas".
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