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Por Fernando D'Addario Todavía se llamaba Rubén Chauke (en tehuelche significa "amigo que cambia pertenencias y regalos con la gente") y descubría la adolescencia gritando sus primeras verdades cuando Abelardo Puyén González --referente de la cultura patagónica-- le aconsejó con paternalismo severo: "Suba y cante, m'hijo, pero no cante al pedo ..." En eso anda hoy a los 41 años, con la identidad intacta, aunque los años de luchas reivindicatorias del sur argentino sustituyeron su apellido ancestral por el más simbólico "Patagonia". Militante del under folklórico (más por discriminación ajena que por convicción propia), recorre desde hace años los pueblos patagónicos y las peñas de los festivales más remotos cantando y contando historias de mapuches y tehuelches, crónicas de humillaciones y despojos que no son bien recibidas por el stablishment del género. "Es increíble: hace más de 25 años que estoy en esto del folklore y tuvo que venir un metálico para que me dieran bola", cuenta en una entrevista con Página/12. Se refiere a Ricardo Iorio, quien lo descubrió, lo invitó a grabar el tema "Cacique Yatel" en el disco Peso Argento (experimento conjunto del líder de Almafuerte y Flavio de Los Fabulosos Cadillacs) y le produjo su primer álbum solista, Cutral-Co, un interesante compilado de ritmos patagónicos. El encuentro con Iorio le abrió las puertas para conocer a otros músicos. León Gieco lo hizo subir este año al escenario mayor de Cosquín, donde cantó estrofas de "El embudo", alegato escrito por Marcelo Berbel contra el saqueo cultural y económico sufrido por los pobladores del sur argentino. De pronto se vio rodeado de rockeros, y tanto Ricardo Mollo (Divididos) como Flavio reivindicaron su trabajo. "La otra vez me encontré con los chicos de A.N.I.M.A.L. en San Antonio Oeste, al costado de la ruta, y se dio una camaradería bárbara. Con la gente del folklore, en cambio, tengo muy poca onda. Cada uno cuida su quintita. Y la única que me queda es luchar desde abajo para que se conozcan los problemas que se sufren en mi tierra. En el '79 empecé a ir a los Pre-Cosquín, y desde hace nueve años vamos en forma ininterrumpida, pero no a triunfar, sino a ganarnos un espacio, el que le corresponde a la música patagónica. El mapa folklórico argentino está incompleto. Del río Colorado para abajo parecería que no existe más nada." --Y cuesta mucho ganarse ese espacio ... --Cuesta porque en el folklore argentino hay una mentalidad muy cerrada, y a cierta gente no le gusta que uno cuente la historia de los que perdieron en este país. La historia de los que fueron humillados. Hay quienes se sienten incómodos si uno canta cosas en contra de los curas, de los militares y demás factores de poder. --¿Qué tipo de problemas tuvo? --Chocamos con muchísimos inconvenientes. El año pasado iba a subir al escenario mayor de Cosquín, pero por "órdenes de arriba" a último momento me bajaron. Todavía eran los tiempos de Mahárbiz. César Isella se había ofrecido para cederme parte de su tiempo para que subiera como invitado, pero en un momento le dijeron: "Si lo invitás, ni canta él ni cantás vos". Y no pude cantar. Quizá si tocara para la empanada, el vino y la chinita y cantara sobre el puente carretero, estaría todo bien ... --En el disco, además de instrumentos aborígenes como el cultrum, la pifilca y la trutruca, utiliza elementos electrónicos de última generación. ¿Eso le quita pureza a su propuesta? --El trabajo que hacemos respeta las raíces de nuestro pueblo, pero está hecho en 1998. El compromiso, entonces, pasa por ser consecuente con la tierra y con los tiempos. Yo estuve cuando mataron a Teresa Rodríguez en Cutral-Có. Y me indigno cuando veo que la gente de la comunidad Painemil está viviendo en una tierra contaminada por el petróleo y no puede ni tomar agua ni bañarse. O cuando paso cerca del fortín 1ª División, donde se siguen realizando actos "patrióticos" y se izan banderas, siendo que allí se masacró a mapuches indefensos. Por eso, hay que contar la historia. Pero contarla ya mismo, con los elementos que tenemos a mano.
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