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LA VERSION DE PRELLEZO SUGIERE UN CRIMEN COMETIDO CASI SIN QUERER
A la medida de Yabrán y la Bonaerense

Prellezo dijo haber ordenado una golpiza a Cabezas y negó relación con abrán. Una confesión poco creíble que favorece a otros sospechosos.

Gustavo Prellezo fue al fin a Dolores a prestar su tantas veces demorada declaración indagatoria.
Tal como anticipó Página/12 explicó que ordenó un escarmiento a Cabezas para perjudicar al comisario Gómez.

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Por Raúl Kollmann

t.gif (67 bytes) Gustavo Prellezo reconoció ayer que organizó la operación contra José Luis Cabezas en el marco de una interna policial contra el ex comisario de Pinamar, Alberto Gómez. Para mejorar su situación judicial, el oficial de la Bonaerense dijo que en realidad no había ordenado que mataran al fotógrafo sino que la idea era darle una golpiza. "Con el escándalo que se iba a armar, a Gómez lo echarían de la zona", explicó Prellezo. Según la versión del policía, uno de los integrantes de la banda de Los Hornos, Horacio Braga, se salió del libreto y asesinó a Cabezas, supuestamente bajo el influjo del alcohol y las drogas. El relato --adelantado en todos sus detalles y en exclusiva por Página/12 el 11 de mayo pasado-- deja numerosos puntos oscuros (ver aparte) y más bien sirve para exculpar a Alfredo Yabrán, a los altos jefes policiales y hace aparecer las cosas como un crimen cometido casi sin querer.

Según Prellezo los hechos ocurrieron de la siguiente manera:

* El ex oficial estaba negociando con el jefe de custodia de Yabrán, Gregorio Ríos, la instalación de alarmas en las propiedades del empresario en Pinamar. La realidad es que el turbio negocio de las alarmas está íntimamente ligado a los policías: si un vecino no compra los dispositivos, los propios uniformados tienen trabajando varias bandas de ladrones --como la de Los Hornos-— que roban a quien no tiene las alarmas colocadas. Ríos le contestó a Prellezo que no estaba dispuesto a hacer la compra porque Prellezo ya no estaba en Pinamar, sino que fue desplazado por Gómez hacia Mar de Ajó.

* Al fracasar el negocio, Prellezo quiso vengarse de Gómez, quien lo había desplazado del cargo de subjefe de policía de Pinamar. Gómez sentía celos por la relación que había trabado Prellezo con Yabrán y por eso pidió que lo trasladaran. La respuesta de Prellezo --según dijo ayer-—, fue una venganza. Planeó el secuestro de un periodista para que se arme un escándalo de proporciones, lo que le iba a costar el puesto a su rival. El trabajo entonces se lo encargó a los ladrones de Los Hornos, traídos habitualmente por él para que roben en la costa.

En su versión de ayer, el ex oficial sostuvo que la idea era pegarle a cualquier periodista, ya que el escándalo sería el mismo sea quien fuere la víctima. Hace ya dos meses, en un diálogo que mantuvo Página/12 con un integrante de la familia de Prellezo, la historia fue distinta: el oficial eligió a Cabezas o Michi porque estaban investigando en esa misma semana los robos en la costa y porque querían vengarse de la revista que había publicado el artículo "Maldita Policía". Esta última versión parece más cercana a la verdad, ya que está probado que el suboficial Aníbal Luna hizo trabajo de inteligencia en los días previos y le mostró a los horneros quién era Cabezas.

* Prellezo sostiene que no estuvo en la cava la noche del crimen, aunque esto se verá mejor cuando se produzca el careo con los horneros. Según dice, Horacio Braga "enloqueció" por el efecto del alcohol y las drogas y le disparó al fotógrafo en la nuca estando aún dentro del auto, inmediatamente después del secuestro. Esta versión de los hechos puede ser cierta: es muy probable que a Cabezas lo hayan matado dentro del Ford Fiesta porque en la cava no se encontraron rastros de sangre.

* Prellezo no hizo mención a la cuestión específica del arma. Sólo atinó a decir que él no le dio la pistola a los horneros porque la idea era apretar al fotógrafo y no matarlo, para lo que bastaba --según sostuvo-— la superioridad de cuatro a uno que tenían sobre Cabezas. Esta versión es más que débil. Es de lógica pura que los horneros iban a utilizar un arma para el secuestro, porque la forma de obligar a una persona a meterse en un auto no son los empujones o los golpes sino la amenaza con un arma. Por otra parte, inmediatamente después del crimen Prellezo transportó a los horneros desde la costa de regreso a La Plata. En ese viaje --sostiene-— se enteró de que Braga mató a Cabezas y, por consiguiente, es seguro que le entregaron el arma o decidió junto a los horneros qué hacer con ella. Sobre la máquina de fotos, Prellezo dijo que los ladrones de Los Hornos la fueron dividiendo en pedazos y la arrojaron por la ventanilla del auto, algo que no se condice con el hallazgo de la máquina, completa, en un canal que cruza la ruta.

En las siete horas de declaración, Prellezo no relacionó con el crimen al empresario Alfredo Yabrán, aunque sí reconoció que lo conocía y que quería venderle servicios. Tampoco incriminó a altos mandos de la Bonaerense por cuanto dijo que se movió solo, sin respaldo de sus superiores, y movido por una poco creíble interna lugareña.

El gran interrogante es qué va a hacer ahora el juez José Luis Macchi. Es evidente que deberá convocar al careo entre Prellezo y los horneros. El relato de Prellezo abre otra vez la puerta de la llamada pista policial, o sea la vinculación con el crimen de un largo listado de suboficiales, oficiales y altos jefes de la Bonaerense, relacionados con el manejo de todo tipo de delitos --entre ellos el tráfico de drogas-- en la costa. Esa pista policial nunca se investigó realmente: el sistema informático Excalibur, por ejemplo, sólo se usó para la pista Yabrán y no para determinar qué negocios ilegales tenían los policías y cómo podían estar relacionados con el asesinato de Cabezas. Hasta el momento tampoco se investigó quién era el jefe de esa mafia policial ni se avanzó un milímetro en la búsqueda de los otros uniformados que participaron de la operación. Macchi puede cerrar la causa rápido como pretende o abrir la investigación sobre las vinculaciones de la Bonaerense.

 

¿Y ahora qué ?
Por Raúl Kollmann

Durante 17 meses el juez José Luis Macchi, el comisario Víctor Fogelman y sus auspiciantes políticos desoyeron todos los pedidos para que se investigara la llamada pista policial. Esto a pesar de que el principal detenido, Gustavo Prellezo, era un ex oficial de la Bonaerense, otros tres integrantes de la fuerza –-Camaratta, Luna y Belawsky—- están también detenidos y se les imputa participación en el crimen; los ladrones de Los Hornos eran una banda que trabajaba para los uniformados y hay sospecha sobre otros policías que actuaron aquella noche siniestra. De los detenidos, todos –-salvo el jefe de custodia de Yabrán, Gregorio Ríos—-estaban ligados a la policía.

A estos datos categóricos hay que sumar el conocimiento que hoy se tiene sobre los delitos de la costa: el narcotráfico, los robos, el armado de autos truchos, el juego clandestino y la prostitución estaban todos bajo el control o la complicidad de la mafia policial de la zona. Y además, había una relación entre los uniformados de Pinamar y los poderosos y multimillonarios comisarios que dominaban la Bonaerense en aquella época. Tampoco pueden olvidarse otros elementos: la increíble destrucción de pruebas en las horas que siguieron al crimen, la aparición sorprendente del arma de la mano de un reconocido confidente policial, Carlos Redruello, e incluso la pista falsa –-también sembrada por hombres de la Bonaerense—- que condujo al folklórico grupo marplatense conocido como Los Pepitos.

Para redondear, también los policías tenían un móvil para el crimen: la nota de Noticias denominada "Maldita Policía", donde se fotografiaban las suntuosas casas y yates de los comisarios; la lucha interna de la Bonaerense, donde distintas líneas disputaban los negocios ilegales, la investigación que hicieron Cabezas y Michi la misma semana del crimen sobre la ola de robos cometidos en Pinamar, detrás de los cuales estaban los policías y, por último, el deseo de vengarse del gobernador Duhalde y el entonces secretario de Seguridad, Eduardo De Lázzari, que fue quien realmente pasó a retiro a los oficiales más poderosos y corruptos.

El juez, el comisario Fogelman y Duhalde sostuvieron en estos 17 meses que sólo había una mafia en este país capaz de cometer el asesinato: la de Yabrán. A Duhalde le venía bien: le sacaba el crimen de encima a su policía, la Bonaerense, y se lo adjudicaba a un amigo y socio de su principal adversario, el presidente Menem.

La realidad es que hay, como mínimo, dos mafias: el supercartero mantuvo durante años un ejército de siniestros represores y obviamente no era para darle custodia a negocios transparentes. La otra mafia, la Bonaerense, manejaba las cifras fabulosas de los delitos que apadrinaba: millones de pesos en drogas, robos o tráfico de autos mellizos. Cualquiera de estas dos organizaciones pudo matar al fotógrafo.

De esas dos mafias, se investigó una sola. Y el peligro es que la pista policial no se investigue ahora ni nunca. El juez Macchi quiere cerrar la causa como sea, haciéndose cómplice de la vergonzosa pesquisa que encabezó la propia Bonaerense.

 


 

LAS DUDAS QUE DEJA LA DECLARACION
Cinco preguntas sin respuesta

Por R. K.

1.- La versión del "apriete" no se sostiene. La primer incongruencia es la compra del combustible antes del secuestro del fotógrafo. Obviamente iban con la intención de quemar el cuerpo. De manera que se trató de un asesinato premeditado en el que se hizo un trabajo de inteligencia previo y se utilizaron varios vehículos. Para la situación procesal de Prellezo es mejor esta versión light de una pequeña interna policial, en el que no se pretendía matar a nadie.

2.- Gustavo Prellezo no tiene el perfil de organizador ni financista de una operación de ese tipo. Sigue sin saberse quién era el jefe de toda esa banda policial de la Costa y cuáles eran los negocios ilegales que manejaban. O sea que tiene que aparecer un jefe policial con mayor rango o poder que Prellezo, ya que no podían manejar esos delitos sin el visto bueno de alguien de arriba.

3.- Sigue sin aclararse qué pasó con el arma. Prellezo dice que él no les dio ninguna pistola a los horneros porque la supuesta orden era únicamente golpear al fotógrafo. Sin embargo, después del crimen todos se volvieron juntos en el Fiat Uno y nadie puede creer que no se haya hablado de qué hacer con la pistola y la máquina de fotos. La credibilidad de las historias contadas por los inculpados depende de que se pueda comprobar qué pasó con los elementos concretos que se utilizaron en el asesinato.

4.- Aún no se sabe nada sobre la camioneta que estaba en el lugar del crimen, la llamada camioneta de los pajareros. Hay coincidencia de testimonios sobre la presencia de una pick up con tres tripulantes a bordo. Incluso hay identikits de esos individuos --muy parecidos a tres conocidos policías--, pero la investigación nunca avanzó en este aspecto.

5.- La declaración de Prellezo es muy conveniente: no incrimina ni a Yabrán ni a los altos jefes policiales, dice que fue un asesinato sin querer, en el marco de una interna minúscula. La realidad va a contramano de sus dichos: mataron a un fotógrafo, le pusieron esposas y quemaron su cuerpo. En lugar de ocultar el crimen hubo un claro intento de enviar un mensaje mafioso, ya sea de la mafia policial o de la mafia de Yabrán.

 

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