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Anzorreguy demandará a Bergés,
el juez que registró la Side


El espía-jefe dio instrucciones para que la SIDE pida el procesamiento del magistrado que buscaba datos sobre pinchaduras.

Hugo Anzorreguy, secretario de Inteligencia del Estado.
Ordenó querellar a Bergés en medio del registro.

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Por Susana Viau

t.gif (67 bytes) El mismo miércoles por la noche, y aun antes de que el juez Mariano Bergés diera por terminadas las diligencias practicadas en la “Ojota”, el jefe de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), Hugo Anzorreguy, impartió instrucciones a su hombre de confianza, el ex juez de menores José Domingo Allevato, para que presentara una querella contra el titular del juzgado 4 en lo criminal de instrucción. Bergés, por su parte, se limitó a emitir un comunicado lacónico en el que corrigió las informaciones periodísticas y explicó que no se había tratado de un allanamiento sino de un “registro”.
Ayer, en el tercer piso del Palacio de Tribunales, los ocupantes de la oficina 3106 rechazaban cortésmente a los periodistas y continuaban con el trabajo de rutina. Es que Bergés quería mantener la misma reserva que el día anterior había rodeado su incursión al edificio de Coronel Díaz y Arenales, sede administrativa de la División de Observaciones Judiciales -la Ojota–, una dependencia de la SIDE encargada de practicar las escuchas telefónicas ordenadas por los jueces. Se sabe que el joven juez buscó allí las “pinchaduras” pedidas por su colega federal Carlos Liporaci para los telefónos de un empleado del tribunal, Daniel Barindelli. Esas prácticas, así como las amenazas a Barindelli y al denunciante, el ex secretario del juzgado Guillermo Gowland, son las que Bergés investiga de momento, basado en que ese tema –abuso de autoridad, amenazas– contaba con el requerimiento fiscal imprescindible para impulsar una causa.
Página/12 supo, pese al hermetismo del juzgado 4, que sobre el mediodía Gowland prestó declaración espontánea y explicó a Bergés por qué razones no había efectuado la denuncia con anterioridad. Gowland relató que le había sugerido a Liporaci que no recurriera a las pinchaduras y, si lo creía conveniente, iniciara contra Barindelli un sumario administrativo. Liporaci habría respondido que necesitaba “chupar” los teléfonos para escucharlo y saber qué pasos dar luego. Al parecer, Liporaci habría ordenado por escrito a la “Ojota” la realización de las escuchas. Según dijo Gowland a este diario, hasta donde él pudo saber el sumario no se había concretado.
Si bien Liporaci no se cuenta entre los jueces federales considerados bajo la influencia de Anzorreguy (sus conocidos lo sindican como vinculado al ministro del Interior Carlos Corach), era obvio que el registro a la “Ojota” iba a levantar ampollas en la piel de los funcionarios del servicio de inteligencia. El miércoles, desesperados, éstos trataban de localizar a Anzorreguy –ausente de Buenos Aires hasta el martes–para ponerlo al tanto de los sucesos y pedirle directivas. Cuando al fin pudieron localizarlo, el Señor Cinco los remitió a José Allevato, actual jefe de jurídicos de la SIDE y su virtual mano derecha, para que éste iniciara presentaciones judiciales contra Bergés.
En verdad, a los Anzorreguy (Hugo y su hermano Jorge, cabeza del poderoso estudio jurídico) les ha ocurrido lo que al aprendiz de brujo: la designación de Bergés fue inducida por ellos, pero el propio magistrado declaró que no estaba dispuesto a “contraprestaciones”. En todo caso, es probable que al juez tampoco le preocupe mucho este flanco de la ofensiva. Su atención debe estar puesta en lo que quizá hoy dictamine su superior, la Cámara del Crimen, que de acuerdo a su facultad de superintendencia tendrá que expedirse sobre la legitimidad del pedido de juicio político solicitado por el procurador general Nicolás Becerra antes de emprender un viaje a Europa durante el mundial de Francia, por problemas de salud, junto a su esposa, su hijo y sus compañeros del club de paddle de Chacras de Coria.

 



LA DECLARACION DE ROSA COMPROMETE A OYARBIDE
“Clavel” habló mucho y mal

Por S.V.

t.gif (862 bytes) El miércoles el comisario disponible Roberto Rosa se excusó de acudir a la cita con la Comisión de Juicio Político de Diputados porque tuvo que explicar ante el juez de Instrucción Fernando Rodríguez Lubary a santo de qué el listado de su teléfono celular registraba un tráfico de comunicaciones tan intenso con el taxi boy Luciano Garbellano Botega, el semidueño del prostíbulo Spartacus donde comenzó el vía crucis del juez Federal Norberto Oyarbide. El comisario Rosa, conocido como “Clavel” en los centros clandestinos de detención, tuvo explicaciones para todo. Que sus respuestas hayan convencido al juez y a los fiscales, es otra cosa.
El comisario Rosa fue el jefe de la División Seguridad de las Personas hasta que el argelino Zinnedine Raschem se presentó ante el fiscal José María Campagnoli para denunciar que Oyarbide lo había amenazado: “Te quedan 48 horas de vida”, le había advertido Su Señoría al recepcionista del restaurante El Mirasol de la Recova. En la historia del argelino apareció un personaje: el taxi boy Luciano Garbellano Botega y en celular de Garbellano varias llamadas al efe policial, encargado, por si fuera poco, de la detección de prostíbulos clandestinos y de razzias nocturnas.
Rosa, reconocido por este diario como el “Clavel” de los campos de concentración Club Atlético, El Banco, El Olimpo y La División Cuatrerismo de Quilmes, rememoró ante Rodríguez Lubary que había conocido a Oyarbide hace diez años, cuando asistía a las clases de Derecho Penal que el entonces secretario correccional impartía en la Casa de Altos Estudios de la Policía Federal. Luego respondió que a Garbellano lo había visto por primera vez en El Mirasol cuando, mientras seguía a un delincuente, entró al local y advirtió la presencia de Oyarbide, quien estaba acompañado por Garbellano. Esas presencias deben haberlo distraído de su tarea porque Oyarbide hizo las presentaciones de fórmula. Con el tiempo, Garbellano se convirtió en su confidente, o, si se prefiere, en su informante. Por eso, declaró Rosa, contestó hace unas semanas a una periodista que no lo conocía: porque, igual que quien lo entrevistaba, él no delataba sus fuentes. Continuó consignando el comisario que cuando el juez Oyarbide le solicitó que averiguara si en los ambientes de la noche se preparaba algo en su contra, recurrió a los oficios de Garbellano que se reportaba casi a diario. Esa asiduidad justificaría, a los ojos del comisario, la gran cantidad de llamadas de Garbellano a su celular. Un detalle llamó la atención: que el defensor de Rosa sea el abogado Hernández Agramonte, socio del ex juez que recomendó el ingreso de Oyarbide al Poder Judicial y habituados ambos a atender temas vinculados a la prostitución.

 

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