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Argentina ganó un partido al que le sobraron diez minutos o, mejor dicho: ganó un partido pese a que faltó durante diez minutos, los últimos. Si se emprolija el match, si se le sacan esos flecos finales que coinciden con la salida de Gallardo y se le lijan ya poniéndonos exquisitos los primeros segundos que incluyen el único cabezazo de Suker, Argentina (que ganó bien) gana mejor. Haga la prueba: véalo a partir del minuto dos y apague la tele sobre los aplausos al Muñeco. Todo queda más redondo, perdonando la palabra. El partido había sido gruesamente publicitado como el enfrentamiento entre Batistuta y Suker. Ninguno de los dos mojó. No fueron relevantes. No se dio el juego para ellos. Los rivales los marcaron muy bien (lo de Bilic sobre Bati fue impla-impecable) y hablando de compañeros, nadie jugó para ellos. Así, ambos la tocaron poco pero tuvieron dos maneras diferentes de no tocarla: el croata estuvo muy solo; Bati, en cambio, muy acompañado. Porque Croacia jugó a un pelotazo que no funcionó y Argentina no jugó al pelotazo sino que trató de tocar. Fue ejemplar: Suker no halló ni solución ni consuelo y protestó, después de aquel cabezazo inicial, contra todos: sus rivales (Vivas, que primero perdió seguido de arriba y terminó dominándolo todo el segundo tiempo); sus compañeros, que no lo buscaron o les faltó precisión; y el árbitro en general, que no le creyó nunca, ni cuando tenía razón. Batistuta buscó y se mostró sin que le llegara (pateó sólo dos veces, una de tiro libre y otra de afuera, ya en el segundo tiempo), y aunque salió poco de la troya del área, corrió para recuperar la pelota, trabajó. Sólo al final pareció cansado y los saques largos de Roa lo encontraron sin fuerzas para saltar contra el pesado de Soldo. Pero eso fue en los diez minutos que hay que sacar... Si no fue ese aparatoso duelo entre los dos goleadores, el partido fue otra cosa. Otras cosas, en realidad, según el desarrollo. Primero, mientras estuvieron 0-0, fue una pulseada en cuarenta metros en que había pocos espacios y más audacia de Argentina. Los croatas plantaron cinco en el fondo, con Soldo libre, Bilic y Simic sobre Batistuta y Ortega respectivamente, Maric bien echado atrás por derecha y Jarni por izquierda para tapar las subidas de Zanetti y de Pineda. En el medio, Prosinecki por derecha y el grandote Boban por el medio (alternándose en quién pasaba al ataque: más el del Milan) y Asanovic por izquierda. Arriba, Suker y Stanic. Argentina, parecido en el esquema pero muchísimo más fluido y cambiante. Con Ayala libre y Paz y Vivas sobre las puntas croatas mientras Pineda por izquierda y Zanetti por derecha mostraban más predisposición y aptitud técnica para subir que sus homólogos carrileros balcánicos. Además, en el medio juego, la posición y la actitud de Gallardo, bien en tres cuartos de cancha y haciendo jugar por abajo, de cara al área y mostrándose, marcaba la diferencia mientras Almeyda se afirmaba y Verón tardaba en acomodarse: tuvo que trabajar más duro que lo habitual, tapando a Prosinecki y cruzársele a Boban cuando el Muñeco lo perdía. Arriba, Bati y Ortega, casi casi absorbidos por la marca. Pero en uno de esos casi, el jujeño puso el pase gol, en una jugada que marcó la diferencia de método cristalizada en resultado: Gallardo elige bien por dónde llevar el juego a la izquierda; un punta (Ortega) que baja como receptor y habilita al lateral volante (Pineda) que llega por el hueco de la izquierda, al otro lado, y define. Fue un golazo; y todo por arriba del Bati. Los diez minutos que siguieron, hasta el final del primer tiempo, fueron de lo mejor de Argentina: por primera vez Ortega desbordó al marcador; primer sombrero de un Gallardo dominador; primera contra que terminaba con foul al borde del área y casi gol de Gallardo en segunda jugada después del tiro libre. El período terminó con pisada y pelota en poder del Muñeco. En el segundo tiempo hubo control de la situación, y dos o tres jugadas de toque notables bastoneadas por Gallardo y Verón, de gran segundo tiempo. Una infinidad de pases terminó con llegada de Simeone por derecha mano a mano que sacó el arquero. Y una monumental jugada de Gallardo, que pasó a tres, terminó con toque apenas afuera. Era para apagar e irse. Pero no. En síntesis: Argentina con Gallardo tuvo más fútbol; con Pineda tuvo también más fluidez y mejoró mucho en el medio el andar de Verón, con menos responsabilidades en ataque. Paradójicamente o no los dos que habían definido contra Jamaica, grandes figuras, Ortega y Bati, no estuvieron. Y el equipo funcionó, y llegó igual, no mucho es cierto, al gol. Mostró variantes y personalidad en la zona clave. Es alentador.
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