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REPORTAJE EXCLUSIVO AL MINISTRO CARLOS CORACH, EL MALO DE LA PELICULA OFICIAL
“No había oído hablar de Oyarbide”
El jefe de Interior cree que a Menem hay que dejarlo presentarse a elecciones, dice que no tiene relación especial con la Justicia federal y que la Alianza es un avance en la política argentina. También asegura que no es un ogro y que la Federal no hace negocios con la prostitución.

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Menem llegó a San Petersburgo. Ahí firmó el libro en memoria de los caídos en el sitio de Leningrado.
“Excluir a Menem de la posibilidad de competir implica, como mínimo, dejar la duda”, opera Corach.


t.gif (67 bytes)  Sea como fuera, para Carlos Corach hay que dejar a Menem candidatearse para un tercer mandato, a toda costa. No importa por qué vía se realice: la judicial o un plebiscito valen de igual manera. “Si a Menem lo van a elegir no va a depender de un fallo judicial o de una norma sino de que lo voten”, aseguró a Página/12 en un reportaje conseguido en el Hotel Metropol de Moscú, un par de horas antes de partir hacia San Petersburgo. Dice que excluir a Menem por la posibilidad de competir por la reelección “amenazaría la fortaleza moral de democracia”. Ya en campaña, habla de la proscripción del Presidente.
–¿Se lo imagina a Menem fuera del poder?
–Sí. Yo lo conocí a Menem tan fuera del poder como cualquiera. Puedo imaginarlo.
–¿Qué rol se lo imagina cumpliendo?
–En realidad no me ha puesto en pensar el tema.
–¿Cómo se imagina usted sin Menem en el poder?
–Me imagino muy bien, perfectamente. Tengo una larga vida política, empecé en la década del ‘50...
–¿Qué haría si Menem no fuera más presidente?
–¿Qué haría yo...? Lo que hecho toda mi vida. Tengo 63 años y estuve solo nueve años en el gobierno. Así que la mayor parte de mi vida la pasé fuera del gobierno y haría las mismas cosas que antes: trabajar en política porque es mi vocación; trabajar porque también me gusta hacerlo como abogado; viajar, porque me encanta. He viajado muchísimo y conozco muy bien el mundo, mucho antes de que llegáramos al gobierno. También me gusta mucho leer.
–¿Le gusta ser siempre el malo de la película?
–No. Nunca elegí esto. Lo que ocurre es que tengo un estilo muy franco. Cuando a veces me imaginan como un monje negro me duele mucho porque no hay nada más alejado de mi concepción. Yo soy un tipo franco y abierto, que brindo mis opiniones con libertad y frontalmente.
–Pero todas las mañanas sale a justificar ante una maraña de micrófonos en la planta baja de su casa, cosas que son muchas veces injustificables.
–Los muchachos tienen la más amplia libertad para preguntarme lo que quieran y son respetuosos cuando no quiero hacer declaraciones. En esas charlas, lo que yo desmiento es porque sinceramente creo que no es cierto y lo que justifico es porque creo que es justificable.
–Pero nunca se lo vio reconociendo un error.
–Lo hecho muchas veces. Si hay un error lo más lógico es reconocerlo.
–¿Usted maneja al juez Oyarbide?
–A Oyarbide no. No tengo ninguna relación especial con él y no lo conocía antes de que fuera juez federal. Nunca había oído hablar de él.
–¿Maneja al juez Liporace?
–Yo conozco a todos lo jueces federales en general, pero no tengo una relación especial con nadie. Mi conocimiento de la justicia federal proviene porque desde 1982 soy apoderado del Partido Justicialista. Por ese cargo tuve que tratar mucho con la justicia federal, especialmente con la doctora Servini de Cubría y el doctor Fégoli. Pero no tengo ninguna relación especial.
–¿Admite que la justicia en la Argentina tiene muy mala imagen?
–Sí. Pero no es un problema solo de Argentina. La vez pasada, en una charla, leí una encuesta que decía que el 70 por ciento de la población creía que la justicia no era independiente, y el 60 por ciento creía que favorecía a los poderosos y al poder político. Todo el mundo creyó que está hablando de Argentina, pero no la publicó Le Monde sobre Francia. Es un problema globalizado.
–Como consuelo no suena demasiado convincente.
–No lo digo como consuelo. Le digo que no lo trate como un fenómeno local sino como uno globalizado, lo cual no quiere decir que no exista que haya que dar la respuesta.
–Usted dijo que el plebiscito propuesto por Yoma le parecía bien. ¿Cómo sigue de ahora en más el tema de la reelección?
–Vincular una decisión política trascendente con la voluntad de la gente me parece algo muy positivo. Por eso apoyo el proyecto de Yoma.
–Pero parece difícil que un proyecto así sea aprobado por Diputados. ¿Si esto no ocurre qué harían?
–El justicialismo ha presentado una cantidad de recursos judiciales que también tendrán que ser resueltos.
–¿La vía judicial es tan válida como un plebiscito o como una reforma constitucional?
–Sí. Cualquier vía que contemple a la legislación vigente y la voluntad de la gente es positiva y posible.
–Pero la vía judicial está muy cuestionada por los juristas.
–Está cuestionada por la oposición pero no por nosotros. Siempre todo es según el cristal con que se mira.
–Hoy (por ayer) Página/12 publicó un reportaje al empresario Carlos Bulgheroni en el que dice que hay que dejar a Menem competir por un tercer mandato...
–Claro, tiene razón... perdón compléteme la pregunta.
–Bulgheroni dice que si la oposición y Duhalde fueran conscientes de sus fuerzas no debería preocuparles que Menem fuera candidato.
–Coincido totalmente con él. Porque, en verdad, si van a reelegir a Menem no dependerá de un fallo judicial o de una norma, sino de que la gente lo vote o no. Si no lo votan, Menem no será reelegido. Hay cosas hoy muy similares a lo que pasaba en el ‘94. También entonces nos decían lo mismo: que no tiene consenso, para qué quiere insistir. Si no tiene consenso, Menem perderá las elecciones, pero hay que dejarlo ser candidato. Excluir a Menem de la posibilidad de competir implica, como mínimo, dejar la duda de que si hubiera competido habría ganado. Y creo que eso no le hace bien al sistema político y amenazaría la fortaleza moral de la democracia.
–¿Menem quedaría algo así como proscripto?
–Usted lo ha dicho.
–Ahora lo dice usted.
–Esto me hace acordar a un chiste que me contaron y que viene muy bien para el lugar donde estamos. Durante la guerra fría, un ciudadano checoslovaco va a una comisaría en Praga todo ensangrentado y le dice al comisario que lo atiende: “Me ha atacado un soldado norteamericano”. “Pero ¿cómo puede ser?”, le responde el comisario, “si no hay soldados americanos en Praga”. “Sí, era un soldado norteamericano”. “¿Está seguro?”, le preguntan. “Estoy seguro”, responde. Entonces, se revoluciona la comisaría vienen los jefes y le piden una descripción. El hombre empieza: “era alto, con un capote largo, un gorro de piel y una estrella roja en el medio”. Ahí nomás, el jefe de la policía le dice: “pero ése no era un soldado norteamericano, era un soldado ruso”. “Usted lo dijo”, le responde el hombre (Corach se ríe con ganas).
–Está claro. ¿A usted le da lo mismo que Menem compita en el ‘99 contra De la Rúa o contra Fernández Meijide?
–Cualquiera de los dos me da lo mismo.
–¿La Alianza es un avance un retroceso dentro del sistema político?
–Es un avance. La consolidación de un polo de oposición es positiva, en la medida en que este polo no sea solamente la oposición a Carlos Menem. La deuda de la Alianza es mostrar un programa de gobierno y cómo lo va a cumplir. No pueden ser sólo una alianza antimenemista.
–¿Qué opina de la incorporación del cuestionado Ramón Saadi al Senado de la Nación?
–El problema del sistema de reelección de los senadores es la transición hasta el 2001. Después no va haber problemas porque se van elegir por elvoto directo. Desde el punto de objetivo, Saadi debe ser incorporado al Senado porque cumple todos los requisitos.
–¿Usted lidera una estrategia para meterlo preso a Cavallo?
–No. Hace mucho tiempo que no me ocupo del señor Cavallo.
–¿Cree que Cavallo debería estar preso?
–No voy a opinar sobre Cavallo. Es un tema de exclusiva decisión judicial.
–Pero él dice cosas de usted...
–Yo no digo nada de él, no me interesa polemizar más con él.
–¿Hablando de economistas, y volviendo a la reelección, ¿el nuevo ajuste que les exige el Fondo Monetario no complica las chances de Menem como candidato?
–Para nada. El presidente siempre dijo que no iba a subordinar intereses coyunturales a los objetivos generales del país. Esto mismo pasó antes del ‘95, cuando fue necesario un ajuste. El presidente dijo entonces, cuando le pedían que aumente a los jubilados, “no tengo con qué, no se puede hacer”. Y ganó igual las elecciones. Postergar gastos como el plan de autopistas o el Fondo Federal Educativo van a ser interpretados como un gesto de seriedad para proteger el país de una crisis externa.
–Ya está operando a pleno, ministro.
–No... Y menos en Moscú, eso se hace bien desde Buenos Aires (se ríe).

 

LOS DILEMAS DE DUHALDE

Pese a que las escaramuzas en el interior de la Alianza opacan la magnitud del problema, no parece haber dudas que el clima de guerra entre menemismo y duhaldismo no sólo no ha decrecido sino que tiende a aumentar día a día. La tregua sellada hace dos semanas languidece: Menem ya no disimula más su plan reeleccionista, mientras Duhalde anuncia que relanzará su campaña por la candidatura presidencial. No hay dudas: otra vez se tensan las líneas de combate.
Vuelve así una situación conocida desde hace muchas décadas, desde los años de gloria del movimiento: el peronismo jamás pudo resolver de manera pacífica el problema de la sucesión de los liderazgos, que se acentúa, obviamente, en vísperas de los recambios presidenciales.
El ejemplo inicial tuvo lugar durante la primera presidencia de Perón, cuando la Constitución no permitía una reelección inmediata y el coronel Mercante, que estaba realizando un exitoso gobierno en la provincia de Buenos Aires, aparecía como el seguro candidato para un segundo mandato justicialista. La reforma de la Constitución en 1949 llegó a tiempo para decapitar las ambiciones de Mercante que, de “corazón de Perón” –como lo denominaba la propaganda oficial– pasó a ser considerado un traidor.
Años después, la designación de Isabel como candidata a la vicepresidencia, habrá de testimoniar por parte de Perón la misma desconfianza hacia los trámites más o menos normales de la sucesión política, desconfianza que se cubría con la grandilocuencia acerca de que “el único heredero es el pueblo”.
Menem, quien nunca tuvo el poder que acumuló Perón, asumió como suya a esa teoría de la irrevocabilidad de los mandatos políticos, de su perduración en el tiempo mientras dure la vida del jefe. Un minuto después que consiguió su primera reelección ya comenzó a operar para conseguir un tercer período, sin que lo arredraran los mecanismos constitucionales que debería burlar para conseguirlo. Sin que lo contuviera tampoco la crisis que podría provocar en su propio movimiento: ni Menem es Perón, ni Duhalde parece tener ganas de repetir la historia de Mercante.
Pero la furia reeleccionista no tiene límites y por lo menos hasta fin de año buscará arrinconar al gobernador bonaerense con el objetivo de deshacerle cualquier expectativa presidencial. Y en la eventualidad de que el plan fracase, allí estará Ortega como candidato capaz de tutelar el mandato del “proscripto”. ¿Palito al gobierno; Menem al poder? Ya se sabe que si la historia se repite, la segunda vez es como comedia. (Aunque entre nosotros muchas veces la segunda vez fuera también tragedia.) Es cierto que la situación es muy diferente a las del pasado, a aquellas oportunidades en que las reglas las ponía Perón y el que se levantaba a discutirlas estaba condenado. Esta vez las cartas están repartidas más parejo y un choque frontal puede significar una ruptura.
De todos modos, a Duhalde no le quedan demasiadas opciones. Le han declarado la guerra y deberá responder al fuego si no quiere desaparecer de la vida política, pues parece difícil que este enfrentamiento por la sucesión termine en un armisticio, trámite que todas las veces que se lo intentó mostró ser sólo una forma de ganar tiempo. Por eso en el camino de Duhalde sólo asoman las posibilidades de la capitulación o del cisma: la desmedida ambición del menemismo lo coloca en ese dilema. Entretanto es bueno recordar que cada vez que ha estallado la guerra civil en el interior del peronismo, toda la sociedad ha temblado; esa es, también, otra lección de nuestra historia.
* Sociólogo. Ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales.



Rusia, Irán, el KGB y los atentados

–¿Usted anunció que se habían firmado unos convenios con los servicios de seguridad de Rusia por los cuales le podrían brindar información sobre los atentados a la embajada de Israel y a la AMIA...
–El tema es así. Todas las investigaciones sobre los dos grandes atentados se encaminan hacia la posibilidad de que hayan ciudadanos iraníes implicados en los hechos. Entonces, a través de Rusia que tiene excelentes relaciones con Irán, habría posibilidades de persuadir al gobierno iraní para que nos ayudaran a resolver el caso y a determinar las responsabilidades de los ciudadanos iraníes implicados. Además, los propios servicios de inteligencia rusos nos podrían brindar también información.
–Son dos cosas distintas. En la cancillería enfatizan más el tema del acercamiento a Irán que la posibilidad de acceder a información a través de la ex KGB, como usted planteó inicialmente el tema.
–Porque ése es el trabajo de ellos, no el mío.
–Dicen que Rusia planteó a Argentina hace meses no aislar a Irán porque podría ser más peligroso.
–Es cierto. Ahora, justamente, tenemos la oportunidad de la influencia que va a tener Rusia sobre Irán para inclinarse a favor de una colaboración en la investigación de los atentados.
–Tanto usted como el jefe de la SIDE, Hugo Anzorreguy, tuvieron siempre una línea más dura en el tema de Irán, y querían la ruptura antes que el acercamiento.
–Tanto el jefe de la SIDE como yo lo que queremos es resolver los casos. No se trata de líneas duras o blandas. El Gobierno lleva una pesadísima carga con estos temas no resueltos.
–Hablando de la SIDE, ¿qué sabe del allanamiento que realizó el juez Bergés por el tema de las escuchas ilegales?
–No conozco el tema.
–¿No conoce el tema de escuchas ilegales que vinculan a hombres de la SIDE?
–No conozco el tema.
–¿Puede haber funcionarios dentro de la SIDE que realicen escuchas ilegales.
–No lo sé.

 

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