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Por Mario Wainfeld No hace falta ser un experto para saber que, para la toma de decisiones, los cuerpos colegiados deben tener número impar o alguien con capacidad para desempatar. Las diarquías (poder máximo compartido entre dos) como forma de gobierno o de conducción no existen o no sobreviven. Si lo sabrán en la Alianza, formalmente conducida por cinco miembros pero, en verdad, gobernada por dos diarquías (Alfonsín-De la Rúa y Alvarez-Meijide). Organización que es proclive al empate permanente, lo que obliga a los socios a tirar de la cuerda "afuera", produciendo hechos consumados (en los medios o en los ámbitos institucionales) para definir situaciones. La tensión a veces se alivia porque las dos parejas están integradas de modo similar: un candidato y un "armador" y hay lazos horizontales de afinidad entre los armadores (Alvarez y Alfonsín) que lubrican la unidad del conjunto. Aun así, la pulseada cotidiana con reglas imprecisas exaspera a la gente del común y también a los protagonistas. De todas maneras, el argumento oficialista de que "así no se puede gobernar" es falaz, ya que la doble diarquía es precaria, sólo durará hasta la elección de un candidato o candidata. Quien gane, en un país presidencialista y personalista, desequilibrará el poder interno respecto de la otra pata de la Alianza y respecto de su compañero (o correligionario) de diarquía. Cuando eso ocurra, surgirá otro dilema: cuál será el lugar de los "armadores". Los candidatos irán a algún ejecutivo electivo (vice, gobernador o jefe de gobierno), en cambio nadie sabe bien dónde recalarán Alvarez o Alfonsín en un gobierno aliancista. La Jefatura de Gabinete es un lugar posible pero concede poder muy precario, sujeto al úkase del presidente de la Nación. La presidencia de un partido (lugar al que de momento parece aspirar Alfonsín) no ha servido históricamente para tener influencia siendo oficialismo: el que no está en el gobierno se queda afuera. Algo similar acontece con la presidencia de la Cámara de Diputados, seguramente el sitio que de momento más interesa a Alvarez: en nuestra democracia el peso decisorio recae casi exclusivamente en el Ejecutivo. De todas formas, cuando esas incógnitas se develen, uno de los cuatro referentes tendrá más poder que los otros tres y se habrá confirmado la regla de la precariedad de las diarquías y la más general, que define que en política dos más dos casi nunca es 4.
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