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Por Claudio Uriarte
Europa tiene distintas respuestas, desde los programas de empleos públicos y la semana antidesocupación de 35 horas laborales que van a empezar a ser ensayados en Francia hasta la austeridad con beneficios volcados a la educación en Gran Bretaña, desde las consignas izquierdistas del nuevo líder opositor español José Borrell hasta el franco "blairismo" del ascendente socialdemócrata Schroeder en Alemania --socialismos de "izquierda" y de "derecha" respectivamente--. Pero en Europa el principio de realidad tiene un límite preciso: la necesidad de propulsar y de proteger al euro, la moneda única que promete crear una nueva superpotencia económica mundial. Todas las propuestas, sean más innovadoras o más conservadoras, se mueven dentro del límite del 3 por ciento del déficit público del PBI instaurado por el Tratado de Maastricht, ya que los datos de la macroeconomía no son fantasías de tecnócratas sino que influyen decisivamente en la dimensión de la torta que se puede o no repartir. Pero en América del Sur este debate recién comienza, y el principio unificador que distingue a Europa aún está en sus inicios. A esto se suma que el debate está empezando en una situación de alta inestabilidad en los mercados financieros internacionales, en que EE.UU. parece un improbable malabarista que debe mantener en posición a los grandes tres frentes conflictivos y competitivos de la crisis asiática: Japón, China y Rusia. En esta región, el gran disciplinador fue la inflación, pero es incierto si la nueva inestabilidad reforzará la disciplina o la liquidará.
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