NOS HABÍAMOS FELICITADO TANTO
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Todos los acontecimientos que vivió el presidente Clinton en la jornada de ayer fueron caracterizados de nuevo como grandes éxitos por la administración norteamericana y por la china, igualmente ávidas de capitalizar la nueva relación estratégica del país más poderoso del mundo con el de mayor población. Las congratulaciones llegaron también, como era previsible, de Pakistán y Japón, preocupados a la vez por la carrera armamentista nuclear y por la crisis asiática, y satisfechos por el doble compromiso chino reiterado ayer de no pasar a terceros su tecnología nuclear y de no devaluar. Clinton, después de leer un discurso sobre la naturaleza innata de la libertad ante los estudiantes de Pekín, respondió a sus preguntas sobre temas políticos. Y el día se cerró con la firma de un acuerdo de cooperación nuclear pacífica y de pactos comerciales por 2000 millones de dólares. Para discursear ayer por la mañana a los estudiantes de la Universidad de Pekín, Clinton trabajó duramente la noche anterior, después de hacer turismo durante el domingo. Según un asistente, se quedó despierto hasta las 3 de la mañana (hora local) para prepararlo. Clinton habló del futuro de las relaciones chino-estadounidenses y sostuvo que las libertades individuales son vitales para el surgimiento de China como una gran potencia, pero guardó un piadoso silencio sobre la masacre de Tiananmen de 1989, donde estudiantes de la misma universidad de élite que pertenecían al movimiento pro democracia perdieron sus vidas. "Vengo aquí hoy a hablarles a ustedes, la próxima generación de líderes de China, acerca de la importancia para su futuro de forjar una sociedad fuerte entre China y Estados Unidos", dijo Clinton en su segunda oportunidad de expresar sus puntos de vista libremente por medio de la televisión china, y de lograr así su doble objetivo de penetrar en el interior de China y de demostrarle a la oposición republicana en Estados Unidos su firmeza en la defensa de las libertades. Pero el discurso no recibió una aclamación universal de los 600 jóvenes estudiantes presentes. De acuerdo con las informaciones oficiales, las invitaciones habían sido sorteadas, pero muchos fueron elegidos por sus facultades, con el esperable resultado de que la audiencia así constituida no ofrecía peligros para el régimen. De las 7 preguntas a las que respondió Clinton, ninguna fue crítica para el sistema; la más insidiosa cuestionó si por detrás del acercamiento norteamericano no existía una voluntad "amable" de "contener" a China. En un comunicado, el gobierno paquistaní dio ayer la bienvenida a una cumbre chino-estadounidense sobre restricción de armas nucleares en el sur de Asia, e instó a los dos países a auxiliar a resolver "las causas de las tensiones", incluyendo en primer lugar la disputa indio-paquistaní por el estado de Kashmir, el único en la India de mayoría musulmana. El régimen fundamentalista de la República Islámica de Pakistán siempre ha querido internacionalizar el conflicto, y sólo puede congratularse por la novedosa sociedad estratégica de Washington y Pekín. El comunicado recibió con beneplácito una declaración conjunta que instó a India y Pakistán a dar pasos para detener una carrera armamentista nuclear en la región, después de las bombas atómicas detonadas con éxito por los rivales. Por el contrario, India rechazó la declaración al acusar a los noveles socios China y Estados Unidos de "hipocresía" y de manifestar una "mentalidad hegemónica". El otro país vecino para el cual la cumbre es fundamental es Taiwan. Estados Unidos mantuvo una actitud doble: por un lado reafirmó que continuará vendiéndole armas, pero Clinton también recalcó ayer que "la política norteamericana no es un obstáculo para la reunificación pacífica de China y Taiwan". A esta última, China la considera una provincia revoltosa separada desde la llegada de los comunistas al poder en 1949. Los negocios norteamericanos en China siguieron ayer tan bien como se había esperado. Pero eran en gran parte noticia vieja, y quienes se quedaron con las manos vacías fueron los bancos y las aseguradoras estadounidenses. No se puso en claro si un pacto de último minuto por codiciadas licencias bancarias y de seguros sería anunciado durante la visita de hoy de Clinton a Shanghai, pero funcionarios del Departamento de Comercio casi lo habían descartado. American International y Aetna son las aseguradoras a las que China ya ha concedido licencias, pero son los bancos los que esperan más licencias para efectuar negocios en moneda local. El lento ritmo de China para la apertura de los mercados financieros ha sido, y sigue siendo, el principal obstáculo en sus esfuerzos de una década para unirse a la Organización Mundial de Comercio. Fue con la misma ansiedad seguida por una relajación que, más allá de los resultados concretos, los funcionarios chinos y norteamericanos exhibieron ayer en el Gran Salón del Pueblo de Pekín los acuerdos firmados ayer. Eran la prueba de los beneficios comerciales bilaterales que resultaron de un acercamiento político del que desconfiaban y al que se oponían los adversarios internos de ambos gobiernos. El secretario de Comercio de Estados Unidos, William Daley, dijo que los pactos "ayudarían a abordar la situación comercial en nuestros dos países". Pero con este eufemismo se refería sobre todo al creciente superávit comercial de China con Estados Unidos, que llegó a 50.000 millones de dólares el año pasado y ha creado una creciente alarma en Washington. "Estos pactos aumentan la calidad de vida de la gente en China y al mismo tiempo crean empleos y oportunidades en Estados Unidos", concluyó Daley.
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