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El idilio entre Estados Unidos y China Popular dio ayer un paso más hacia su consumación cuando el presidente Bill Clinton anunció en Shanghai que su país no apoya la independencia de Taiwan. El espectacular acercamiento se produce precisamente cuando Japón, aliado preferido de Estados Unidos en Asia (los dos países están unidos por un pacto militar), fue el objeto de críticas crecientes en Estados Unidos debido a su incapacidad de reformar la economía para sacarla de la crisis del yen. Clinton ahora es un personaje familiar en la televisión china, y estuvo dialogando sobre deporte, contaminación ambiental y también economía en un programa radial con teléfonos abiertos, después de participar en una mesa redonda con un obispo católico, un novelista y un físico. Clinton continuó con sus reclamos por los derechos humanos y por la apertura de los mercados y el ingreso de las empresas extranjeras. Ayer en Shanghai, la capital financiera de China, Clinton aclaró la actual política de Washington sobre la China nacionalista que los norteamericanos ayudaron a crecer y subsistir en los años de la Guerra Fría: "No apoyamos la independencia de Taiwan, ni `dos Chinas', ni `un Taiwan y una China' y no pensamos que Taiwan deba ser miembro de ninguna organización internacional para la que se requiera el estatuto de Estado". Pekín respondió con exaltación por esta declaración tan largamente esperada. "Estas palabras deben ser secundadas con hechos", señaló el Ministerio de Asuntos Exteriores chino. Con ello se refería a una reducción de envíos de armas estadounidenses a Taipei. También, esperablemente, las reacciones taiwanesas fueron enérgicas. "Estados Unidos y los comunistas chinos no tienen derecho ni están en posición de realizar negociaciones bilaterales sobre nada relacionado con nuestros asuntos", dijo a la prensa el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores taiwanés, Roy Wu. El tema de una Taiwan democrática está en el centro de las relaciones entre China y Estados Unidos, y hasta ahora no había sido mencionado durante una visita más preocupada por establecer la empatía entre el país más poderoso y el más poblado del mundo que por resolver cuestiones políticas cruciales. Las autoridades estadounidenses tuvieron que salir a explicar el desaire diplomático de Clinton, que consistió en explicitar la posición de su país respecto de Taiwan, pero hacerlo en la tierra del enemigo mortal de los chinos nacionalistas. Clinton habría hablado el martes sobre el tema porque fue presionado por Pekín para que emitieran un comunicado conjunto sobre Taiwan durante su visita. Clinton se negó a ceder ante las presiones y decidió que en cambio emitiría un "comunicado unilateral", lejos de la tierra china. Sin duda ofenderá a los taiwaneses, que ahora no resultan estratégicos para los norteamericanos en ninguna cuestión geopolítica. Pero será más gentil que un comunicado formal junto con su rival. Clinton fue el primer extranjero en participar en Shanghai en un talk-show de radio que alcanza una audiencia de 10 millones de oyentes. El hecho es que al alcalde de Shanghai, también presente en la emisión, se le dirigieron tantas preguntas como al presidente de Estados Unidos. El alcalde Xu no pudo eludir la promesa de volver al programa. "Bueno, sí ... es que el contacto directo con el ciudadano es una parte fundamental de mi trabajo", tuvo que reconocer finalmente el representante de una administración popular no demasiado afecta a enfrentarse con sus administrados. En Shanghai el presidente norteamericano pudo pasear por la calle, estrechar manos, entrar al menos en un negocio. También enfrentarse con siete intelectuales chinos en la biblioteca de Shanghai: entabló un debate donde defendió a la libertad, y ellos al orden. En su viaje, el presidente norteamericano volvió una y otra vez sobre los derechos humanos. Es una obligación con la que tiene que cumplir para volver después con los deberes hechos ante la mayoría republicana en el Congreso, que se oponía al viaje. Pero sin insistir: no quiere que se lo pueda acusar de una impaciencia excesiva, y al fin y al cabo, se trata "de un proceso muy complicado que lleva su tiempo", como bien saben, antes que nadie, sus anfitriones. A la presencia de Clinton tal vez se haya debido el trato que recibió el disidente Wang Youcai, quien fue liberado ayer por la policía después de seis horas de interrogatorio. Wang y otros dos disidentes de la ciudad de Hangzhou, en el este de China, trataron de registrar un nuevo partido el jueves, día de la llegada de Clinton. La policía le advirtió que debía abandonar su plan de registrar al Partido Demócrata Chino, pero el disidente insistirá con su propósito.
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