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Por Juan Sasturain desde Lyon Uno suele dormir bien. No mucho, pero bien: con los fantasmas y la luz apagados, derecho y prolijo pese a las ausencias hechas hueco y las camas nuevas o sólo indiferentes. Sin embargo, la vigilia demasiado cargada del martes dejó secuelas y, contra todo hábito, esta vez no hubo modo de detener la película. La diagonal de Owen se repitió en sueños mientras la serie de penales se seguía pateando hasta el amanecer. A veces Seaman llegaba, a veces Ince cambiaba de lado y todo era otra cosa. Después, en algún momento, el sueño dejó de usar y trastrocar los materiales de la gloriosa noche interminable de Saint Etienne para dejar paso a las obsesiones prospectivas. Así, no es fácil admitir sin cierto sonrojo que --habiendo tantas cosas bellas en el mundo-- uno haya soñado con una línea de cuatro. Pero así es. El hueco que ha dejado Sensini en esta estructura defensiva argentina no era tal hace mucho. Hoy, sí. Por lo que ha crecido él como jugador y por las elecciones particulares de Passarella en el momento de pensar en los eventuales reemplazos. Ni el flaco Paz ni el bueno de Nelson dan la talla. Habría que ver por qué optó el entrenador por ellos, pero es evidente que ahí hay un déficit que los jugadores tratan de suplir con una entrega y coraje que no están en cuestión. La especulación sobre cómo se arreglaría Argentina para marcar a las puntas inglesas no era precisamente una cuestión menor antes del partido: era directamente un problema. Y lo fue. Los stoppers vacilaron dentro de lo previsible y el agua entraba a chorros por las fisuras de alto y de bajo. Claro que eso pasó: Shearer ya no le gana más a Vivas de arriba y Owen no se le escapa más a Chamot sin que Ayala llegue a cerrarlo. Los ingleses fueron. Pero los holandeses serán. Y los holandeses son otra cosa: van por los costados con Overmars y Ronald De Boer y tienen dos puntas que se alternan, Berkamp y Cocu (o, si vuelve, Kluivert) por el medio. Ahí, pareciera, no cabría la línea de tres. Por eso, no es extraño que uno haya soñado (literalmente: soñado, no imaginado) con una línea de cuatro. Primero fue una especie de movimiento general en que Vivas se corría un poquito contra la raya a su derecha, se desplazaban los otros dos hacia adentro --Ayala y Chamot-- y se hacía un lugarcito vacío del otro lado. Una verdadera pesadilla en que eran más los Mueras que los Vivas. Así que el sueño se reprogramó, metió la mano en fondo de la imaginación, del buen sentido y del plantel, y sacó los cuatro clásicos y al hilo: Zanetti, Ayala, Paz (o Chamot) y Pineda. Un dibujito. Después uno se despertó, lo anotó en un papelito como se hace con los sueños significativos y lo guardó para mostrárselo al analista, a un colega, a Passarella, por si le interesa.
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