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Inglaterra llora; Francia aplaude la suerte argentina


Los medios galos se alegran porque Argentina ahuyentó a los hooligans. Los ingleses no se olvidaron de la "Mano de Dios" en los penales.

El festejo argentino tras la clasificación.
Francia lo celebró mucho; Inglaterra lo lloró.

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Desde Lyon

t.gif (67 bytes) Argentina delira; Inglaterra se retuerce; Francia celebra. A los franceses, enemigos milenarios, la eliminación de los británicos les rellena el orgulloso ego y, de paso, les quita de encima a los hooligans. Eso se vio reflejado en los medios de comunicación, así como del otro lado del Canal, el amarillismo más rotundo se ensañaba con el pelandrún de David Beckham, haciéndolo responsable de la eliminación y, casi, casi, soslayando el recuerdo de aquella "Mano de Dios".

L'Equipe tituló "Será para recordar", aunque publicó una foto del instante previo al gol de Michael Owen. "Argentina eliminó a Inglaterra por penales en los octavos de final en un partido de nivel formidable, lleno de explosión y de emoción. ¡Qué noche!", opina el periódico deportivo francés, para el que el partido fue "inusual y tan esperado" y en él "Argentina terminó por imponerse a un heroico Inglaterra".

 

The Guardian, el periódico inglés ligado al laborismo, se lo toma filosóficamente: "La aventura mundialista inglesa terminó de una forma demasiado conocida. El tema fue definido menos por la "Mano de Dios" que por la debilidad humana. Una pizca de petulancia y dos penales fallados dejaron a Inglaterra fuera del Mundial".

El diario de Lyon, Le Progress, respira con la salida de los hooligans de la zona titulando "¡Viva Argentina!". El periódico opina: "Qué partido: Saint Etienne vibró al ritmo de un encuentro que seguramente recordarán por siempre miles de espectadores como uno de los mejores de este mundial. Ahora, la Argentina de Batistuta se enfrentará el sábado con Holanda en Marsella".

Los ingleses esperaban acudir a esa cita y, en cambio, ya están de vuelta en casa. Los jugadores pudieron leer los titulares de su propia prensa y leer, por ejemplo, que según el Daily Mail "un momento de locura costó las esperanzas mundialistas. La "Mano de Dios" aún parece estar del lado argentino: la innecesaria expulsión de Beckham, el gol anulado de Campbell y el penal no cobrado en el alargue".

En su suplemento sobre el Mundial, Le Monde establece un paralelo entre la conquista de la Copa del Mundo de 1986 y el triunfo de ayer, titulando "Cinco minutos entre Dios y el Diablo". El periódico destaca la siempre latente rivalidad futbolística entre la Argentina e Inglaterra, además de mencionar algunas connotaciones políticas, como la Guerra de Malvinas.

De esa tema, casualmente, se olvidan los diarios ingleses, y sólo reparan en lo futbolístico. "Diez jugadores perdieron cuando Beckham vio la roja --dice The Express--; el sueño mundialista de Glen Hoddle y el de todo un país fue destruido una vez más por la Argentina. Igual que en 1986, los sudamericanos superaron el difícil desafío, y ni el gol soñado de Owen salvó al mundo".

 

Todo es bueno si termina bien
Por Susana Viau

El departamento de enfrente suele recordar las efemérides colgando la enseña patria de la mirilla de la puerta: así, al menos, ellos dan rienda suelta al sentimiento y uno se entera de la proximidad del feriado. Esta vez la bandera izada (es un decir) con tanta anticipación, desorienta. A fin de junio no hay festivos a la vista y parece un poco fanático desempolvarla ahora para esperar el 9. Después se entiende: es el Mundial.

En la sala de reanimación cardiológica del Hospital Argerich el hombre, aterrado y tirado en la camilla, exagera pensando que se muere. Le colocan una mascarilla de oxígeno y él se la quita para preguntar: "¿Doctor: está seguro de que voy a poder ver el Mundial?".

Un argentino de paso en el país se sorprende con la publicidad de la nafta Esso. Dos hinchas, un argentino y un francés, se intercambian camisetas. El francés se quita su maillot y el argentino sigue pidiendo cosas a cambio. El otro se quita los pantalones, el argentino vuelve a pedir y el francés concede hasta que, al final, resignado, le entrega la foto de la novia. Bravo por el advertising, no hay dudas de que la camiseta argentina vale mucho más.

Otro anuncio institucional, en versión jingle, jugando con el logo de Telefé y con algo más oscuro, hace escuela: "Hinchada, hinchada/ hinchada hay una sola/ hinchada es la argentina/ las demás no tienen bolas".

El Presidente embreta a la Corte, se toma para el churrete al público y al clero y en Armenia salta como un resorte con el gol nacional. Dieciséis horas ha durado la visita y de ellas tres fueron consumidas por el match. Graciela Fernández Meijide come medialunas, dice que la ansiedad le da hambre y le sigue gustando el Burrito Ortega. En el distrito que la eligió, el fútbol no genera hambre, lo mata.

Los periodistas le tiran la lengua a los jugadores de la Selección, Batistuta responde, sensato, que "no hay nada extrafutbolístico" en el partido contra Inglaterra. Sin embargo, se huele a duelo criollo, a fin de campeonato y son octavos de final. ¿Será una cuestión de orgullo deportivo, nomás? ¿O es que once pares de botines nos lamen la herida narcisista del 2 de abril? La verdad es que un equipo completo empata con un equipo de diez, en un encuentro mediocre de un torneo mediocre. Pero la suerte hace la diferencia. Es que "el Señor es argentino" y "la mano de Dios" volvió a mostrársenos en Francia. Los relatores pavean, justifican la inversión y hablan de un gran espectáculo. Aunque lo importante es que "Argentina se queda" y "los ingleses se van". El mismo texto subraya las imágenes de los noticieros de televisión. En el Obelisco, en la calle, desde los autos bien embanderados de celeste y blanco, muchos de los que mueren por el cashmir, las bufandas, los Beatles, los Rolling y las gabardinas "made in England" corean una consigna de resonancias malvineras: "El que no salta es inglés".

Sería ingrato, sin embargo, colgarle el sambenito nacionalista a la imagen porque también la gráfica dio lo suyo. Hubo quien volvió a la historia de "los piratas" y quien, embargado-de-emoción, sacó de lo más hondo del pecho un rencor antiguo: ellos, los pobres, hicieron el fútbol, pero a su manera, "táctico, rígido, áspero, como su imperio" y, en cambio, por el lado de acá, "se lo hicimos plebeyo, argentino, criollo, gambeteador, cadencioso, tanguero e irreverente", como nosotros, unos vivos bárbaros. Otros optaron por escribir el elogio del desatino colectivo explicado, precisamente, por las cálidas virtudes de la sinrazón. El mismo argumento de veinte años atrás. Algo así como "no teníamos nada más para festejar y era una buena ocasión para sentirse cerca". Estar cerca es muy bueno, lo dice la tele y debe ser cierto. No importa de quién ni por qué, todos juntitos en esa noche oscura del alma, en el pozo ciego del "ser nacional". Y fue a la noche que se armó el cacao en la Plaza de la República. Pero, es habitual, nadie se hizo cargo del rostro desfigurado de un triunfo que nos transporta, por un rato, a la felicidad. Como en el Mundial del '78. Durante ciento treinta minutos la vida nos sonríe, o, en una de esas, se nos ríe, en Saint Etienne.

 

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