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MOMENTOS ROBADOS 3 PUNTOS Argentina, 1997. Por Horacio Bernades
Cuando aparezca, como de la nada, un misterioso y apuesto extranjero (el actor francés François-Eric Gendron), Letty verá en él una alternativa de escape. Y, sobre todo, la posibilidad de encarnar una historia de amor como las que Bette Davis y otras stars viven en esos melodramas con los que sueña, a moco tendido, desde la butaca del cine. El bovarismo de Letty dará paso a una ensoñación en blanco y negro, en la que ella se ve protagonizando --literalmente-- "una de Hollywood", como en una novela de Manuel Puig. Segundo préstamo literario-cinematográfico (el exotismo de la película que Letty imagina recuerda flagrantemente el de la versión De la Torre de Pubis angelical), con el que Momentos robados parece hacer involuntario honor a su título. Pero si hay algo de reprobable, no está tanto en esos préstamos a letra armada sino en la imposibilidad, por parte del realizador, de dar carnadura y credibilidad a la ficción. Serna debe luchar en desventaja contra su acento español, haciendo de porteña, pero las "elles" y las "zetas" no dejan de filtrársele entre forzadas "yes" y "eses" absorbidas. Juan Manuel Tenuta sufre exactamente de lo contrario en su personaje de gallego, mientras Betiana Blum incrusta "erres" francesas en medio de un hablar argentinísimo. A su vez, hay un francés haciendo de emigrado alemán y una médica de ascendencia rusa (Rita Cortese), que por supuesto no deja de citar a los clásicos. Mientras los personajes se intercambian frases kitsch ("La Patagonia es una amante exigente"; "Somos dos náufragos") y Rivera López aplica sobre Assumpta Serna un cachetazo que se frena antes de tiempo, la acción evoluciona, marmórea, hacia un previsible desenlace. Al fin y a cabo, "aquí, un mes parece durar mil años", como dice por allí un personaje, convertido en involuntario comentarista del film que lo contiene.
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