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LOS ESTRENOS DE LA SEMANA
Hay momentos que parecen mil años

Assumpta Serna apenas puede esconder su acento español y Gendron, que es español, hace de alemán.
"Momentos robados", de Oscar Barney Finn, es un intento bastante frustrado de concretar "cine de ideas".

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MOMENTOS ROBADOS 3 PUNTOS

Argentina, 1997.
Dirección: Oscar Barney Finn.
Guión: Antonio Larreta y O. Barney Finn.
Fotografía: Félix Monti.
Música: Baby López Furst.
Montaje: Julio Di Risio.
Intérpretes: Assumpta Serna, Jorge Rivera López, François-Eric Gendron, Betiana Blum, Elena Tasisto, Pepe Soriano, Roberto Carnaghi y Martín Carpan.
Estreno de hoy en los cines Lorca, Cineplex Lavalle, Tita Merello, De la Comedia, Cinemark Puerto Madero y Adrogué, Savoy y otros.

Por Horacio Bernades

t.gif (862 bytes) Desde la escena inicial, cuando Jorge Rivera López, parado en medio del paisaje patagónico, cita a Guillermo Enrique Hudson, y la española Assumpta Serna (en su segunda excursión al cine argentino, luego de Yo, la peor de todas) le contesta lanzando el apellido del viajero inglés a los vientos y los cielos del sur, se comprende que Momentos robados es una de esas películas argentinas en la que los personajes no son personajes, sino altisonantes representaciones de ideas. En su sexto largometraje en veinticinco años de carrera, Barney Finn elige hacer una relectura no acreditada de Madame Bovary, colocando a su Emma (aquí llamada Letty) en medio del árido paisaje patagónico. Y también en medio del paisaje político y humano (según la tesis del film, igualmente árido) de la Argentina del primer peronismo. Corre el año 1947 y Letty (Assumpta Serna) recorta, de las revistas de la época, fotos de estrellas del cine, único escape ante el hastío matrimonial y el cerril provincianismo de la sociedad de su época. Hay, en este paisaje humano, una maestra de escuela solterona (Elena Tasisto), una ex madama víctima del prejuicio social (Betiana Blum), un libidinoso comerciante en negro (Roberto Carnaghi) y un comisario siniestro, representante fiel de los valores de la "Nueva Argentina" que la propaganda oficial se ocupa de pregonar por la radio (Pepe Soriano).

Cuando aparezca, como de la nada, un misterioso y apuesto extranjero (el actor francés François-Eric Gendron), Letty verá en él una alternativa de escape. Y, sobre todo, la posibilidad de encarnar una historia de amor como las que Bette Davis y otras stars viven en esos melodramas con los que sueña, a moco tendido, desde la butaca del cine. El bovarismo de Letty dará paso a una ensoñación en blanco y negro, en la que ella se ve protagonizando --literalmente-- "una de Hollywood", como en una novela de Manuel Puig. Segundo préstamo literario-cinematográfico (el exotismo de la película que Letty imagina recuerda flagrantemente el de la versión De la Torre de Pubis angelical), con el que Momentos robados parece hacer involuntario honor a su título. Pero si hay algo de reprobable, no está tanto en esos préstamos a letra armada sino en la imposibilidad, por parte del realizador, de dar carnadura y credibilidad a la ficción.

Serna debe luchar en desventaja contra su acento español, haciendo de porteña, pero las "elles" y las "zetas" no dejan de filtrársele entre forzadas "yes" y "eses" absorbidas. Juan Manuel Tenuta sufre exactamente de lo contrario en su personaje de gallego, mientras Betiana Blum incrusta "erres" francesas en medio de un hablar argentinísimo. A su vez, hay un francés haciendo de emigrado alemán y una médica de ascendencia rusa (Rita Cortese), que por supuesto no deja de citar a los clásicos. Mientras los personajes se intercambian frases kitsch ("La Patagonia es una amante exigente"; "Somos dos náufragos") y Rivera López aplica sobre Assumpta Serna un cachetazo que se frena antes de tiempo, la acción evoluciona, marmórea, hacia un previsible desenlace. Al fin y a cabo, "aquí, un mes parece durar mil años", como dice por allí un personaje, convertido en involuntario comentarista del film que lo contiene.

 

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