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Por Hilda Cabrera ![]() Aquella puesta --que inauguró la sala teatral de un nuevo centro cultural latino en Harlem-- permitió a Holzer bucear aún más en el mundo femenino y afrontar con mayores recursos esta ... virgen que se verá en el Cervantes, "una historia durísima". La obra de Rodrigues muestra a una familia de clase media baja, en la que el padre prostituye a cuatro de sus cinco hijas, dejando libre a la quinta, a la que quiere casar virgen con alguien de una clase social superior. "Este hombre, que se dice visionario, cree que así la familia va a salir de la marginación. Se va a purificar", apunta el director en diálogo con Página/12. Al instalar de esa manera el mito de la autoridad se desata la violencia, y el "elemento sacrificial es la mujer", víctima dentro de una familia que es caja de resonancia de los conflictos sociales. Una problemática que, según Holzer, se presenta tanto en Brasil como en la Argentina, sólo que de diferente manera: "En nuestra sociedad coexisten malamente elementos arcaicos y míticos con otros modernos. ¿Acaso no se quiere preservar virgen a la nena, sostener la autoridad del padre y, al mismo tiempo, mostrarse como una familia moderna y darle importancia al deseo?". En su opinión, la imposibilidad de congeniar tantos opuestos genera violencia: "De pronto un día un joven aparentemente normal mata a su novia de ciento trece puñaladas, o un dentista mata a toda su familia porque le decían maricón". En La última virgen --interpretada, entre otros, por Arturo Maly, Damián de Santo, Marcela Ferradás, Estela Molly y Marcos Zucker, "en un papel breve pero determinante"--, el padre en cuestión se hace llamar funcionario sin serlo. Obliga a mentir incluso a su familia para no perder autoridad fuera de su entorno. Según el director, Rodrigues expresa muy bien esa invasión mutua de lo privado y lo público, característica de las sociedades latinoamericanas. El autoritario necesita un status, porque, "a diferencia de lo que ocurre en los países más desarrollados, donde lo que se discute es la ley, nosotros --cree-- estamos discutiendo todavía las correspondencias y oposiciones entre la ley y el deseo". Holzer ubica al deseo en el universo de lo femenino y en colisión con el "verticalismo de lo masculino, con la voluntad de tapar todo y acatar una ley que, como un Dios ordenador, baja línea y nos castiga si llegamos a equivocarnos o confundirnos".
Un festival de corazón
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