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En el marco del acercamiento creciente con Estados Unidos, reforzado por la visita del papa Juan Pablo II a la isla, el presidente cubano Fidel Castro se permitió reivindicar, por primera vez en la historia, su papel de "exportador de la revolución" a las naciones latinoamericanas durante la década del sesenta. Sin embargo, negó que la ex Unión Soviética haya apoyado las guerrillas, ya que "estaban totalmente opuestos a esa actividad". Desde Hong Kong, el presidente norteamericano Bill Clinton volvió a insistir en la posibilidad de un acercamiento mayor con Cuba y señaló que "nuestra política tiene muchas oportunidades de éxito". En Roma, mientras tanto, el canciller cubano Roberto Robaina se reunía con su par italiano, Lamberto Dini, y con el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Angelo Sodano. La ocasión fue extraña: no se trataba de un congreso del Partido Comunista Cubano, de un mensaje a su país o de un largo discurso a los que los cubanos están acostumbrados. Castro pronunció este reconocimiento en la última reunión de Economía '98, un seminario de tres días convocado por la Asociación de Economistas de América Latina y el Caribe. "En el único lugar donde no intentamos promover la revolución" fue en México, dijo Castro, argumentando que el país azteca fue el único de la región que no se sumó a la estrategia norteamericana de aislar política y económicamente a Cuba luego de la revolución de 1959. "En el resto (de los países), sin excepción, lo intentamos", afirmó el líder cubano. Castro también analizó las condiciones en las cuales se desarrolló la estrategia revolucionaria; estimó que en el continente americano existían "las condiciones objetivas", muchas veces superiores a las de Cuba, para hacer la revolución", pero que "la división trágica entre China y la URSS sencillamente dividió a las fuerzas de izquierda". En ese sentido, criticó a los partidos comunistas de América latina: "Algunos llegaron a cooperar, otros se opusieron siempre; el otro grupo era teórico, muy radical, pero muy teórico". El líder cubano también rechazó la tesis de quienes consideran que Ernesto "Che" Guevara buscó exportar la revolución guiado más por el romanticismo que por el análisis de su viabilidad. "No saben lo que están diciendo", dijo Castro, porque "el Che tuvo posibilidades de éxito, incluso hasta unos cuantos días antes de su muerte". "Nosotros hicimos un esfuerzo que hubiera podido tener éxito si no hubiesen fallado los factores subjetivos, y el destino del mundo en este momento sería diferente"; para el presidente cubano, "en este mundo, en este momento, no hay modelo alternativo" al del capitalismo. "Ningún país puede desarrollar una alternativa a la globalización", sentenció Castro, y "un cambio en estas condiciones sólo se puede concebir como un cambio global". A pesar de describir este panorama, Castro dijo que espera cambios trascendentales derivados de la crisis económica y no por medio de las armas; en el futuro no concibe "otro modelo que una globalización socialista". Desde Hong Kong, en la conferencia de prensa con la que dio por terminada su gira de nueve días por China, el presidente norteamericano Bill Clinton se manifestaba a favor de otro tipo de globalización política. "Hemos intentado de buena fe, más de una vez, dialogar con Cuba de una manera que pueda provocar el tipo de reacción que vemos en China", dijo Clinton. El mandatario estadounidense considera que esa reacción es la democratización: "no sólo creo que puede haber democracia (en China), sino que creo que la habrá". En cuanto al gobierno de Fidel Castro, Clinton afirmó que "en nuestro hemisferio todos los países menos Cuba son democracias". De todas maneras, el presidente estadounidense recalcó que no quiere que su país "se distancie del pueblo de Cuba para siempre" y que, a lo largo de sus dos mandatos presidenciales, se habían realizado progresos en la relación de ambos países hasta que, en 1996, aviones de combate cubanos dispararon contra dos aviones civiles norteamericanos de una organización de cubanos exiliados. Ese mismo año entró en vigor la ley Helms-Burton, que permite sancionar a las empresas extranjeras que inviertan en Cuba en propiedades confiscadas por el gobierno de Castro. Pero desde la visita de Juan Pablo II a la isla, Estados Unidos volvió a acercarse a Cuba.
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