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"LA TRAGEDIA COMICA"
Persona y personaje

El espectáculo unipersonal de Toni Lestingi bucea en la compleja relación entre el actor y su criatura, un juego de espejos en el que se deslizan algunos homenajes a grandes cómicos argentinos.

LA TRAGEDIA COMICA 6 puntos

de Ives Hunstad y Eve Bonfanti. Unipersonal de Toni Lestingi.
Escenografía y vestuario: Pepe Uría.
Diseño de luces: Alejandro Le Roux.
Dirección: Marcelo Zitelli.
Lugar: Teatro Concert, los lunes desde las 20.30 hs.

Por Cecilia Hopkins

t.gif (862 bytes) Un personaje de nariz generosa, con aspavientos de volatinero y sonrisa complaciente, es el elegido por Toni Lestingi para interpretar un unipersonal montado en base a La tragedia cómica, ejercicio de estilo creado hace una década en el atelier Sainte Anne en Bruselas, por Ives Hunstad y Eve Bonfanti. La obra describe la convivencia entre un personaje de ficción y su actor-soporte, en un largo monólogo en el que el personaje lleva la voz cantante. Irreverente y decidido, el personaje aparece como portavoz de los sentimientos del actor que le presta el cuerpo para existir, pero de a ratos le permite expresar sucintamente sus inseguridades y terrores. "Hay que estar loco para tirarse uno mismo a la boca del monstruo" razona el personaje. No comprende las razones que lo llevan a insistir en una profesión que lo paraliza de terror, que lo mata a fuerza de retortijones de estómago.

El personaje, por su parte, tiene otros problemas: su condición ficticia no logra ampararlo del peso de los grandes temas del hombre, lo cual lo lleva a discurrir animadamente --siempre en clave clownesca-- sobre el paso del tiempo, los imperativos de la creación o el amor, "la peor o la más bella de las ideas", según se mire. Tal vez el mejor momento de su discurso, lleno de abruptos paréntesis dirigidos al público, esté en el relato de su vida pasada sobre el planeta que compartía en otros tiempos con los personajes que la imaginación de los hombres no había convocado todavía. Lestingi encarna a ese personaje esforzándose por resultar agradable, atento a establecer un lazo cómplice con el público. El extraño acento que eligió para su interpretación rinde homenajes varios: su voz descubre inflexiones que, estratégicamente articuladas, recuerdan a personajes creados por Alberto Olmedo, Jorge Luz y Pepe Biondi. Si bien esta constelación de voces responde a una idea ingeniosa, al promediar el espectáculo suena demasiado insistente y puede terminar abrumando al espectador. En cambio, para encarnar al actor que sobrelleva a ese personaje sobre sus espaldas, Lestingi sólo aparta la nariz postiza de su cara y deja de sonreír. Aparece, entonces, el semblante demudado del hombre que sufre por asumir una ficción frente a un público que lo observa y este contraste parece propiciar, en principio, un momento de tensión fecundo. Pero muy pronto este actor --y con él Lestingi, naturalmente-- se vuelve tan sólo inexpresivo y antipático, tanto, que hasta dan ganas de hacerle caso cuando en un rapto de enojo ordena al público desalojar la sala.

 

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