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DE LOS TIGRESITOS A JAPON, DE CHIA A RUSIA, TODO CAE

EL CASTILLO DE NAIPES DE ASIA

Asia se está cayendo y, junto a ella, el modelo de desarrollo que por muchos años fue vendido como el ideal. La crisis empieza en los tigres medianos, estalla en Japón, está latente en China y al borde de la explosión en Rusia. Tarde o temprano, llegará a la Argentina. En estas páginas, un informe sobre la catástrofe que viene.

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The Guardian

de Gran Bretaña

Por Alex Brummer
Desde Tokio

t.gif (67 bytes)  En medio del bullicio metropolitano, el ruido y los rascacielos de Tokio, el antiguo Templo Jindaiji, situado en un sereno jardín botánico en la ribera del río Tama, hace tiempo que ofrece un santuario alejado del moderno Estado industrial. Durante siglos los jóvenes --para que su educación fuera un éxito--, y los enfermos --en busca de la fuente de la juventud-- han peregrinado para orar por una vida mejor. Unos pocos cientos de yenes compran una placa de madera tallada, algunas decoradas con la imagen de la muñeca Daruma de la suerte, donde los peregrinos inscriben sus deseos en gruesos caracteres japoneses.

Las placas están colgadas de un campanario al frente del templo con la esperanza de que el dios del agua, Jinja-Daido, eche a los malos espíritus. Ultimamente el tono de las inscripciones ha cambiado. Entre los pedidos para curaciones y aprendizajes hay una nueva y más cosmopolita categoría: los quejosos pedidos de seguridad en los empleos. "Quiero conseguir un empleo, por favor, ayúdame"; "espero poder hacer un buen papel en mi nuevo trabajo y aprenderlo pronto"; "que a mi familia y a mi trabajo les vaya bien"; y un mensaje garabateado por una joven y práctica mujer pidiendo que los dioses la ayuden a convertirse en una azafata de JAL.

Las mundanas súplicas, en un lugar donde el único comercio es la venta de las placas, el incienso y las velas hechas a mano, son un agudo recordatorio de las realidades que ahora se han introducido en la más sagrada de las áreas de la vida japonesa. El Japón de post Segunda Guerra Mundial se enorgullecía de crear su propia forma durable de capitalismo en la que los trabajadores y los gerentes podían contar con empleos de por vida y donde las compañías estaban agrupadas como en familias --keiretsus -- donde las fuertes cuidaban de las débiles. Bajo este sistema el consumidor tenía garantizado un constante crecimiento del nivel de vida --y no los ciclos del tipo "paren-sigan" de las economías anglosajonas--, y los bancos era las nuevas ciudadelas del Pacífico, tan fuertes como los de Suiza y mucho más grandes.


Sistema: Bajo el sistema japonés el trabajador tenía garantizado el crecimiento del nivel de vida y los banco eran las nuevas ciudadelas del Pacífico, tan fuertes como los de Suiza y mucho más grandes.

Todo eso está cambiando, y tan rápidamente que muchos japoneses no saben a quién culpar o cómo manejarlo. Pero la gente común reconoce que esa forma de vida cómoda y predecible está llegando a un súbito final. La seguridad del empleo está desapareciendo; gastar en las grandes tiendas del país, algunas de las más lujosas del mundo, es algo que está llegando a su fin. Los miles de millones de dólares en obras de arte que llenaban los depósitos en los años de gloria están volviendo a Nueva York a través de las casas de remate. Los juzgados de quiebras están tan repletos con casos que no dan abasto. El dinero en efectivo está fugándose rápidamente de los bancos japoneses a otros países. A diario se forman colas afuera de las sucursales del Citibank de Tokio, porque los ciudadanos buscan un hogar más seguro y norteamericano para sus ahorros. Los keiretsus se están divorciando; los bancos se separan de las compañías industriales, dejando a los rezagados que sobrevivan o se caigan solos. Lo más perturbador, quizás, es el eco del gran crash en los Estados Unidos, con el porcentaje de suicidios creciendo rápidamente entre grupos de todas las edades. Muchos de los que se quitan la vida aducen que los principales motivos son las "dificultades económicas" y el deshonor de la bancarrota es la causa más frecuente del aumento de las muertes.

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El puente de casi 4000 metros Akashi Kaikyo, el más largo de suspensión del mundo.

 

Lo chic y lo real

En el elegante distrito Shibuyu, en el corazón de Tokio y hogar de la cultura joven más chic de la ciudad, es difícil detectar que algo anda mal. Los cafés y las casas de té están llenas de gente joven vestida con etiquetas de diseñadores conocidos; las boutiques están llenas con los últimos modelos de skates de Santa Cruz y el famoso Bazar Oriental, que vende arte, artesanía y antigüedades japonesas, está lleno de turistas y locales gastando yenes libremente. Pero en cuanto uno toma el subterráneo desde el centro de la ciudad a través de los infinitos suburbios atiborrados, donde la ropa y los futons de dormir lavados cuelgan de los balcones y se escurren sobre los trenes que pasan, el tono cambia rápidamente. Al final de la línea de subterráneo queda Kawasaki, separada de Tokio por el río Tamagawa y un mundo aparte de los esplendores de Ginza y las torres estilo Manhattan de Shinjuku. Pero Kawasaki es el Japón real, el corazón industrial en la bahía de Tokio. Aquí, los camiones desde y hacia las refinerías petroquímicas hacen cola durante varias horas en la autopista, esperando cargar o descargar. Decenas de miles de pequeños talleres, los subcontratistas de la poderosa Toshiba y otros grandes nombres de los electrodomésticos, fabrican los componentes para los equipos que eventualmente se apilarán en los negocios desde Tottenham Court Road en Londres a la calle 47 en New York.

Mi chofer, Yoshihiro Okuyama, se cuenta entre los nuevos desposeídos de Japón. Hasta hace mas o menos un año, Okuyama, de 47 años, vivía una vida cómoda trabajando desde hacía más de una década para un subcontratista fabricante de circuitos integrados para computadoras notebook. Pero cuando Japón entró en su prolongado período de estancamiento la fuerza laboral fue recortada: "El trabajo de Toshiba se hizo muy irregular, podía ver cómo la gente mayor se iba, y decidí irme antes de que me lo pidieran". Okuyama, proveniente del extremo sur del país, encontró que su mundo se caía en pedazos a su alrededor. No tenía trabajo, su mujer y sus tres hijos lo dejaron y el único trabajo que pudo encontrar fue manejando un taxi. Chofer de taxis es una profesión precaria en Tokio y en sus alrededores: los choferes son los conductores más erráticos del mundo, y algunos de ellos son tan inexpertos que no pueden localizar lugares tan obvios como el todopoderoso Ministerio de Finanzas o el Tokio Hilton.

Okuyama tuvo que bajar su tren de vida. En lugar de jugar al golf con sus amigos e ir al bar a beber sake, pasa sus horas libres, cuando no está detrás del volante, jugando al pachinko, el juego de apuestas de billar que es una obsesión nacional. Culpa a los burócratas japoneses por su decadencia. "El Ministerio de Finanzas es responsable," dice, "deberían sacarse de encima los malos préstamos en los bancos." Tampoco va a votar en las elecciones del 12 de julio próximo. Su mayor ambición ahora es para sus hijos. "Quiero verlos en algo que les dé un empleo seguro, no los subcontratistas. Ninguno en la central de Toshiba perdió su empleo," dice. Camino a las principales calles de negocios de Kawasaki, muchas de las pequeñas tiendas están cerradas, con las persianas bajas y abandonadas, inesperadas víctimas de la decadente economía de Japón.

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El amigo americano y su esposa llegan a China

 

El sol poniente

En el acogedor negocio de té de la calle principal, con sus mostradores repletos de productos exóticos, Kunitaro Gom, el anciano propietario, me invita a compartir una taza de té verde fresco recientemente cosechado. El personal trabajando en las cajas de té y en los finos arreglos de algas marinas recogidas en la bahía de Tokio nos mira levemente divertido. "El negocio va muy mal. Empezó a decaer hace unos siete años," observa Gom y ha seguido decayendo a razón de un de 5 por ciento por año.

"Los restaurantes más caros de sushi han dejado de comprar las algas de la más alta calidad. El mercado corporativo de tés finos, envueltos para regalo, también se ha reducido," dice lamentándose, sorbiendo de una taza delicada. "La gente en Japón se hizo muy codiciosa durante la economía de la 'burbuja'. Ahora se están empezando a despertar a la realidad." La culpa no es del gobierno ni de la burocracia, dice Gom. "Es de la gente, son ellos los que los ponen en esas posiciones." Ahora, con 64 años, y después de trabajar una vida en el negocio del té --una parte central de la cultura tradicional de Japón--, Gom está intrigado con lo que sucederá. "Quizás un pariente se haga cargo o quizás simplemente cerremos."


Trabajo: Cuando Japón se estancó, la fuerza laboral fue recortada: "El trabajo de Toshiba se hizo muy irregular, podía ver cómo la gente mayor se iba, y decidí irme antes de que me lo pidieran".

En la Matsumoto Construction Company, a unos pocos kilómetros de distancia, los caños de metal y los equipos están apilados en el patio, oxidándose; los empleados están sentados alrededor, sombríos y desilusionados. La compañía ha estado pavimentando los caminos de Kawasaki durante más de 30 años, pero el trabajo se agotó. La mujer del presidente, vestida elegantemente y de cabello inmaculado, está encantada de poder practicar su inglés; ya no puede pagarse los viajes a Europa, como lo hizo durante los años del boom. "Esta oficina es muy vieja," dice. "Así que cuando los tiempos eran buenos quisimos comprar la tierra para construirla de nuevo, para nuestros hijos. Pero los precios eran tan altos que no los podíamos pagar. Ahora los precios de la tierra están bajando, pero ya no tenemos el negocio."

La familia Matsumoto espera ansiosamente el nuevo paquete de estímulos económicos del gobierno, que acaba de ser aprobado por el Parlamento. Se podrán construir nuevos caminos, sean necesarios o no, con los fondos de los contribuyentes. Como muchos de sus compatriotas, Matsumoto culpa a los burócratas del muy odiado Ministerio de Finanzas por el "mal manejo" de la economía. Es por culpa de ellos que ella no puede ya pagarse un veraneo en Escocia cerca de Loch Ness.

De regreso a Tokio, Taketo Yamazak, que vino a la capital a los 15 años para hacer su fortuna en el negocio de los zapatos, tuvo bastante éxito. Creó un negocio de diseño de zapatos para el mercado medio, que lo mantiene a él y a sus hijos. La familia se desplaza en un Mercedes, y en su modesto departamento del tercer piso, en los suburbios de noreste, su mujer ha creado su propio santuario: una habitación construida con la mejor de las maderas japonesas, decorada con alfombras tejidas de raffia, para recibir a los privilegiados huéspedes con la ceremonia del té. "Es una filosofía, una forma de vida," explica la enérgica madre de cuatro.

Pero sentado en los chatos almohadones en torno de la mesa baja, que es el centro de la actividad en el departamento, Yamazak es un hombre decepcionado. Con las fotos en blanco y negro de sus ancestros mirándolo desde las paredes, explica cómo ha tenido que recortar el personal y la producción en un 50 por ciento debido a la recesión. Sus principales clientes, las grandes tiendas elegantes como Takashimaya en el Ginza, redujeron sus pedidos.

Yamaza también está afectado por el yen débil. El equipo que él compra de Gran Bretaña ha subido enormemente de precio, como lo han hecho los finos cueros de zapatos que compra en Italia: al mismo tiempo se espera que él rebaje el precio de sus productos por la dura competencia de los otros. Un hombre corpulento, digno, Yamazak es filosófico: "Tengo mis manos, siempre puedo hacer zapatos aunque el negocio ande mal." Como muchos japoneses, la familia Yamazak dejó de gastar, salvo en las cosas esenciales. La incertidumbre penetró la cómoda vida que ellos se habían construido. No hace tanto tiempo, el japonés pensaba que podía conquistar el mundo con su alto nivel de vida, el yen fuerte y la habilidad para comprar cualquier cosa --desde propiedades en California hasta Van Goghs-- por metro. Pero la recesión y la implosión del sistema bancario barrieron con todo esto. La tasa de desempleo está aumentando en 300.000 por mes. Las tasas de interés bajas hacen que sea imposible formar un ahorro considerable y el quebrado mercado de acciones significa que el valor de las jubilaciones ha sido diezmado.


Precios: "En los buenos tiempos quisimos comprar la tierra para construir de nuevo. Pero los precios no eran demasiado altos. Ahora los precios de la tierra están bajando, pero ya no tenemos el negocio."

La gente joven desconfía de la promesa del empleo de por vida y cada vez más está aprendiendo nuevas técnicas profesionales para poder sobrevivir en el temblor del mercado de trabajo. Una mujer de negocios, que creció en el período inmediato a la Segunda Guerra Mundial, admite que ella no se ha sentido tan asustada desde la ocupación norteamericana, cuando se iba a la cama con puntadas de dolor en el estómago, a causa del hambre. Eso ya no es un problema: Japón es todavía una tierra de extraordinaria abundancia. Pero la autosuficiencia que Japón construyó alrededor de un milagro industrial ha sido destruida y, con ella, el modelo asiático al que, no hace tanto tiempo, aspiraba todo el mundo.

Traducción: Celita Doyhambéhère.


DETRAS DE LA ECONOMIA, LA CRISIS POLITICA JAPONESA SE VE DUPLICADA POR OTRA SOCIAL

EL AÑO QUE VIVIMOS EN PELIGRO

No sólo es una crisis económica sino también la desscomposición del sistema político para Japón, que vive un cuadro de pesadilla.

Por Alfredo Grieco y Bavio

t.gif (862 bytes) La caída libre del yen y la amistad chino-norteamericana son dos pesadillas niponas post caída del Muro difíciles de soñar hace un año. La crisis japonesa fue la segunda vuelta de una crisis asiática que salpicó a todos los mercados emergentes, aunque en suma no perjudicó en el corto plazo a la Unión Europea y Estados Unidos. Pero la crisis financiera que amenaza con hacer pedazos a la segunda potencia económica del planeta tiene por detrás una antigua crisis política que muchos analistas no han querido justipreciar en una de las más grandes, y más abúlicas, democracias del planeta.

La crisis política se ve duplicada por una crisis social, o por lo que muchos japoneses perciben como tal. A diferencia de lo que ocurre en China, que todavía sigue siendo más "asiática", la sociedad japonesa parece haber adoptado ya, e irreversiblemente, una ética de los derechos individuales contra una moral del deber hacia el grupo. Car tsuki, baba nuki (con auto pero sin suegra) es el eslogan que define al novio para las que se quieren casar.

La crisis económica, política y social se afianza en un contexto de ebriedad especulativa dramáticamente despertada a la sobriedad, de políticos venales hábiles en las ciencias secretas de malversar los caudales públicos por los que clama el sistema bancario, de una yakuza (en italiano, mafia) solidaria y un estado distraído, de una globalización a la que se desatiende porque los japoneses pensaron que habían sido los primeros en instalarse ahí.

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Ryutaro Hashimoto, el primer liberal y también campeón de kendo.

 

Los años de Akihito

En 1989 se celebraron en Tokio las ceremonias fúnebres del emperador Hirohito. Ciento sesenta delegaciones diplomáticas y 52 jefes de Estado concurrieron para presentar a su hijo y heredero las condolencias por la muerte de un criminal de guerra al que el general MacArthur había salvado la vida en un juicio de Nüremberg que no fue. En ese momento, la prosperidad japonesa alcanzaba una cumbre que no recuperaría jamás. El producto bruto per cápita (23.000 dólares) había superado al norteamericano (21.000). Paradójicamente, fue en el reinado del sucesor Akihito, un mejor conocedor de Occidente y un mayor gustador de la democracia, que la economía japonesa comenzaría su caída irrefrenable.

El Nikkei, el índice bursátil japonés, había alcanzado su record histórico en diciembre de 1989 (38.916), para caer a 14.485 en 1994 y mantenerse en niveles similares en las últimas semanas de junio. Las inversiones directas de Japón en el extranjero cayeron de 67.000 millones de dólares en 1989, a 36.000 en 1993. Las grandes victorias simbólicas se convirtieron en bien reales derrotas, y en 1995 Matsushita tuvo que revender los estudios norteamericanos MCA y Mitsubishi se deshizo del Rockefeller Center en Nueva York.

Como en el Japón feudal, en la era de Akihito la vida política japonesa presenta una doble estructura. Los actores visibles no son a menudo más que los ejecutantes de una intriga tramada por otros. En el fin del segundo milenio, también actúa un shogun de las sombras. Y como la política es un arte de la escena, quizás no sea un azar que el teatro clásico japonés le otorgue un rol central al biombo.


Derrotas: Las victorias simbólicas se volvieron derrotas reales: Matsushita revendió los estudios MCA y Mitsubishi se deshizo del Rockefeller Center en Nueva York.

 

Un shogun entre las sombras

A comienzos de la era inaugurada por Akihito, el 80 por ciento de los japoneses declaraba ya tener ninguna confianza en sus hombres políticos. Al fin de la década, la participación electoral se mantiene en un 50 por ciento, 20 puntos por debajo de los años 80. El voto flotante aumenta entre los asalariados urbanos. Aunque los japoneses conservan su actitud de deferencia -–otros dicen de cobardía-- ante las autoridades establecidas, en los 90 se pusieron a practicar el zapping político cuando son electores y las coaliciones "contra natura", cuando son elegidos. En 1995, los candidatos favoritos del establishment para gobernador de Tokio fueron vencidos por actores de televisión especializados en el rol de payasos.

La crisis política de Japón se explica por el agotamiento de lo que los japoneses llaman el "régimen 55". Es un consenso político por el cual el Partido Demócrata Liberal (PDL) gobernó sin interrupción de 1955 a 1993. El PDL es uno de los partidos monopólicos benditos por la Guerra Fría --como el Partido del Congreso en la India y el PRI en México-- que tras la caída del Muro empezaron a perder su base de poder a causa de su falta de ideología y de su corrupción interna. En Japón, este sistema de pluralismo sin alternancia en el poder estaba basado sobre clientelismos locales, donde las fidelidades personales eran siempre más importantes que los debates de fondo. Con el curso de los años, se había convertido en un juego de circuito cerrado, arbitrado con eficacia por caciques del PDL.


Establishment: En 1995, los candidatos del establishment para gobernador de Tokio fueron vencidos por actores de televisión especializados en el rol de payasos.

En 1996, la derecha recuperó la escena y barrió a Murayama Tomiichi, elegido en 1994, y el único socialista en el poder desde 1947. La ausencia de relanzamiento económico y la multiplicación de la corrupción administrativa fueron los culpables, más que la ideología, de la derrota precipitada de la izquierda y del nuevo triunfo del PDL. El premier que salió de esas elecciones anticipadas del 20 de octubre de 1996 contó con el voto de sólo un escaso 60 por ciento del padrón. Hashimoto es el actual primer ministro, y gozó en esas elecciones de la distinción del mayor porcentaje de abstencionismo desde la Segunda Guerra Mundial.

En la campaña electoral para las legislativas del próximo 12 de julio, el PDL enfrentará a socialistas (ahora llamados socialdemócratas, por los desprestigios del socialismo japonés en 1994 y 1995) y centristas. En los afiches electorales, Hashimoto, de conocida sensibilidad nacionalista, aparece vestido con las tradicionales ropas de un guerrero japonés en posición de ataque. Hashimoto es un auténtico campeón de kendo, pero se le escapan las lágrimas en las conferencias de prensa. Desde la perspectiva actual, resulta risueño pensar que dos años atrás, antes del estallido de la crisis asiática, antes de los éxitos atómicos de India y Pakistán, el objetivo número 1 de Hashimoto en la escena internacional era hacer de Japón un miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

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La devaluación del yan minuto a minuto.

 

Plan B

Ante las relaciones cada vez más carnales entre China y Estados Unidos, y antes de que nazca un hijo no querido para Japón después del viaje de nueve días de Clinton, los japoneses lanzaron su vasto plan de saneamiento del sector bancario para intentar frenar la caída libre del yen. El punto número uno, y el que fue más demorado por las promesas incumplidas del gobierno del campeón de kendo, es la inyección masiva de capitales públicos para ayudar a los bancos en crisis.

Las autoridades japonesas se jactaron de haber armado un plan "agresivo" para llevar a cabo una gran limpieza de sus bancos afectados por las deudas morosas que los paralizan desde hace meses. La pérdida inmediata de terreno del yen demostró que las dudas seguían a pesar de la calculada agresividad de las medidas gubernamentales. El objetivo declarado del plan es dar los medios legales y financieros al Estado para asumir temporalmente las riendas de los bancos que no pueden enfrentar solos sus préstamos irrecuperables. Una nueva Agencia de Supervisión Financiera decidirá cuáles de los 164 bancos japoneses están en crisis y deben desaparecer o ser absorbidos. Y los 19 bancos más importantes del Japón reconocieron la existencia de 220.000 millones de yenes en créditos morosos. Pero el Ministerio de Economía fue mucho más lejos, y habló de 770.000 millones en préstamos dudosos repartidos entre los 164 bancos.

Tokio querría recuperar un lugar central en el Pacífico, y un saneamiento del sistema bancario unido a un plan de inversiones y préstamos podrían lograrlo. Muchos analistas dudan de que el esquema del "banco puente" sea una medida positiva, y algunos indicaron que Japón carece de la cantidad de expertos necesaria para inspeccionar los bancos, manejar las instituciones quebradas y deshacerse de carteras de préstamos. Además, el plan no contempla un marco legal que facilite las fusiones de bancos con problemas, pero aún solventes. Pero lo más lúgubre de todo son las dudas respecto de si las autoridades japonesas están realmente en condiciones de actuar decididamente en la consolidación del sistema financiero. Si el gobierno y el partido mayoritario PLD logran sancionar el proyecto en el Parlamento a fin de mes, después de las legislativas del 12 de julio, las primeras medidas efectivas se tomarían recién en septiembre u octubre de este año.



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