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EL DOLOR
Por Antonio Dal Masetto


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T.gif (67 bytes) Mientras caminamos en el anochecer invernal y nos rodea el fragor sordo de la ciudad, la persona que va conmigo se pregunta y me pregunta:

¿Y el dolor? ¿Adónde va a parar el dolor? El dolor producido por los hombres, el dolor que desde siempre el hombre inflige al hombre, el hombre verdugo del hombre. El dolor de la carne lacerada por las balas y las bombas. El dolor bajo los instrumentos de tortura en las cárceles del mundo, en los campos de exterminio a lo largo del mundo y del tiempo.

¿Se acumula en alguna parte todo ese dolor? ¿O se convierte en nada, ha sido dolor para nada, va a parar a la nada? ¿Es silencio que se suma al silencio? ¿Se diluye igual que el humo de los incendios, el humo de los hornos crematorios de los inocentes asesinados, y no deja tras de sí más que el balbuceo de algunas memorias espantadas?

¿Sólo la memoria, frágil, siempre a punto de sucumbir, es el receptáculo que intenta conservar la evidencia de ese dolor? ¿O el dolor es algo palpable, algo que una vez lanzado al mundo se independiza, fermenta en secreto y permanece?

¿Se deposita en alguna parte el dolor, grito sobre grito, desgarro sobre desgarro? Y si fuera así, ¿qué lugar es ése donde va a parar el dolor? ¿Se instala en las nubes que vagan por los cielos alrededor de la tierra? ¿Están cargadas de dolor las nubes?

¿O el dolor está en la luz que nos recibe cada día con una promesa nueva? ¿O está en el agua que bebemos, en el agua con que nos lavamos? ¿O está en el aire, oculto detrás del aire, y nos anuncia su presencia con los silbidos del viento?

¿O se va almacenando en la vegetación que nos rodea: selvas, bosques, plazas, jardines? ¿Se mueve con la savia que trabaja dentro de los árboles y sube desde las raíces a las ramas? Hojas, flores, pétalos, frutos, ¿albergues de dolor?

¿O está en esas sombras que se deslizan sobre la llanura en la claridad lunar y galopan en el fondo de la oscuridad en las noches sin luna?

¿O el dolor acecha y se agiganta oculto en ese gran vórtice negro del sueño de todos, en el territorio invisible e inexplorado del sueño sin sueños?

¿O busca nuestros cuerpos, se adhiere a nuestra piel formando otra piel, y otra, y otra, capa sobre capa, y lo llevamos a todas partes y en toda circunstancia, en el amor, en el desprecio, en la indignación, en el trabajo y en el ocio, y así andamos por los días en nuestro capullo de dolor que crece año tras año, vida tras vida, generación tras generación?

Zonas ocultas, cosas vivas, cosas en movimiento, ¿habita en alguno de esos sitios el dolor? ¿Hasta cuándo? ¿Habrá un límite para la acumulación de dolor? Y si lo hay, entonces, cuando caiga la gota que hace rebasar el vaso y el platillo de la balanza sucumba al peso, ¿resonará sobre todo esto el aviso de que ha llegado la hora de pagar?

Nubes, aguas, luz, árboles, cuerpos, sueño, sombras lunares, ¿estallarán los diques de contención del dolor? ¿Nos alcanzará, aniquilándonos, un definitivo diluvio de dolor?

 

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