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Por Claudio Zlotnik Mientras Corea del Sur no logra sacar la cabeza de la profunda crisis financiera en la que está sumergida desde hace ya casi un año, que un banco de esa nacionalidad se instale en Buenos Aires no deja de ser una curiosidad. El banco más grande de dicha nación asiática, y uno de los 200 más importantes del mundo, atiende en esta ciudad desde hace un par de semanas. El Kookmin Bank no eligió al microcentro como geografía para instalar su única sucursal americana, sino el barrio de Once, a una cuadra de la plaza. Desde esa sede intentará captar como clientes a las 35 mil personas que conforman la colectividad coreana en Capital Federal --la más importante de la región-- y hacer negocios sobre la base del comercio bilateral entre ambos países. La llegada del Kookmin estaba planeada desde hace un año y medio, cuando no se suponía que las economías del sudeste asiático estuviesen al borde del colapso. A fines del '97, Corea del Sur estuvo en el epicentro de la crisis. Y se temió que su economía --la número once del mundo-- fuera incapaz de honrar sus compromisos de deuda de corto plazo. Los bancos coreanos tienen en promedio de entre 10 y 20 por ciento de sus créditos incobrables y son los de menores tasas de ganancias entre los países emergentes. El Kookmin vio caer sus utilidades de 134 a 79,7 millones de dólares entre 1996 y 1997. Pero, al mismo tiempo, capturó un mayor caudal de depósitos, según se desprende de su memoria y balance anual. Un par de semanas atrás fue, además, uno de los bancos que se hizo cargo del patrimonio de cinco entidades quebradas. Pese a las dificultades financieras en el sudeste, el CEO (Director Ejecutivo) del banco, Dal-Ho Song, se muestra optimista. "Vinimos a la Argentina con la expectativa de crecer. Pese al trance, nuestra posición es sólida y este año lo finalizaremos todavía más fortalecidos que antes de que estallara la crisis. Nuestra colectividad nos va a apoyar", le dijo a Página/12. Otro directivo de la entidad agregó que, dada la crisis en Corea, "se tomó la decisión de ser los más cautos posible en materia de gastos e inversión. La cantidad de empleados, por ejemplo, es la justa y necesaria. Sabemos del difícil momento y a eso nos atenemos". Desde afuera, la sucursal del Kookmin se parece a cualquiera otra de la city. Pero la impresión cambia apenas se cruza la puerta de entrada. Los típicos cartelitos que indican al cliente la función de cada cajero están escritos tanto en español como en coreano. Salvo dos argentinos, el resto de los empleados nació o es descendiente de coreanos. "Aspiramos a captar el 15 por ciento del comercio entre Corea y la Argentina en el primer año de operaciones. Y duplicar ese porcentaje dentro de dos años", reveló Dal-Ho Song. El año pasado, el déficit comercial con Corea trepó a los 440 millones, con exportaciones por 200 millones y compras por 640 millones. Además del comercio exterior, el Kookmin busca hacer negocios como cualquier banco minorista: capta depósitos y brinda créditos personales e hipotecarios. A la hora de hablar de proyecciones, los directivos de la entidad se limitan a expresar que se conforman con incorporar como clientes a los 35.000 integrantes de la colectividad coreana. "Nuestro fuerte será brindar un ambiente de calidez a los coreanos quienes, por lo general, tienen dificultades con el idioma español", comentó Angel Posse, uno de los pocos directivos argentinos que contrató el banco. El Kookmin posee 511 casas diseminadas sólo en su país de origen. Fuera de Corea, sólo tienen presencia en Tokio, Auckland, Nueva Zelanda y Singapur. En Europa y en los Estados Unidos mantienen oficinas de representación.
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