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A no desesperar, que durante las inminentes vacaciones de invierno no todos serán dibujos animados. Uno de los principales lanzamientos cinematográficos del año llegará en pleno receso invernal y será la película más reciente de Woody Allen, Los secretos de Harry (Deconstructing Harry). Estrenada, fuera de competencia, en el último Festival de Venecia, el nuevo opus de Allen entró sin problemas en la lista de los diez mejores films de la temporada '97 del New York Times, a partir de febrero se convirtió en un acontecimiento en toda Europa y ahora llega a Buenos Aires justo a tiempo para combatir la angustia existencial y el sentimiento de vacío que provocará el fin del Mundial de Fútbol. A pesar de su humor y de su evidente autorreferencialidad, parece lícito sin embargo esperar de Los secretos de Harry una comedia por momentos cruel, en la que Woody pone en la picota no solamente a su protagonista, un escritor neurótico y bloqueado --interpretado, claro, por el propio Allen, bajo el sugestivo apellido Block-- sino también a las mujeres de su vida y a sus personajes de ficción, que guardan más de una semejanza con la realidad. Para animar a toda esta galería de personajes, Woody convocó a un elenco ciertamente impresionante, encabezado por algunas de las más cotizadas stars de Hollywood, como Demi Moore, Robin Williams, Billy Crystal y Elisabeth Shue, acompañados por Kristie Alley, Mariel Hemingway, Amy Irving, Richard Benjamin y Judy Davis, entre muchos otros. A la manera de un anticipo del film, aquí se ofrecen las declaraciones de Allen en diversos reportajes concedidos a la prensa española, donde el bueno de Woody deja en claro que a esta altura de su carrera --este es su largometraje número 27-- a la hora de escribir y de filmar solamente lo guía el principio del placer. --Como otras películas suyas, Los secretos de Harry plantea fronteras difusas entre la realidad y la ficción. ¿Hasta qué punto su experiencia personal influyó en la evolución de su carrera profesional? --Desde que era chico siempre he preferido la fantasía a la realidad. Cuando era adolescente iba al cine muy seguido, y siempre apreciaba una enorme diferencia entre lo que veía en la pantalla y la realidad. Se trataba de programas dobles que, con frecuencia, incluían una película con Fred Astaire donde los personajes vivían en casas lujosas, manejaban automóviles hermosos, los hombres siempre se divertían y las mujeres eran bellas, sin excepción. Era algo increíble, pero cuando salías a la calle, en medio del tráfico y del ruido, enseguida te dabas cuenta de que el mundo de la fantasía era preferible al real. Por desgracia, tal como yo lo mostré en La rosa púrpura de El Cairo, no podías elegir entre ambos. Hay que quedarse con la realidad, porque de otro modo uno se vuelve completamente loco. Es una lástima. --Pero no es el caso del escritor que protagoniza Los secretos de Harry. Harry Block se encuentra mucho más cómodo entre sus propios personajes que entre los modelos reales que lo inspiran... --Es triste reconocerlo, pero hay gente que no se ubica demasiado bien en la realidad y, en cambio, funciona perfectamente en el mundo de la creación. De hecho, hay muchísima gente que prefiere el cine o los libros a algo tan duro y triste como suele ser la vida. --¿Y usted? --La verdad, es que si no me hubiera dedicado a escribir y a hacer cine no sé qué haría, tendría una vida mucho menos feliz. Me echaron de la Universidad, no estoy calificado para ninguna profesión, ni siquiera tengo una formación completa sobre algún área en particular... --En la escena en la que Harry está en esa especie de infierno dice: "Estar vivo es una razón suficiente para ser feliz". ¿Usted piensa igual? --Sí, pero no creo que sea una idea muy original. Es lo mismo que piensan muchas personas. Nos caracterizamos por estar continuamente quejándonos de todo: "Odio mi trabajo, odio a mi novia, la política es un desastre..." Siempre nos estamos quejando. Una mañana nos levantamos y el doctor nos encuentra una pequeña mancha en el pulmón. Entonces decimos: "¡Oh, con lo feliz que estaba ayer!". Quiero decir que no apreciamos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Estar vivo ya es un motivo suficiente para ser feliz, pero no lo comprendemos hasta que nos pasa algo terrible. --Su personaje, Harry, también reflexiona sobre lo inepto que es para la vida, en contraste con su talento como escritor. ¿Se siente reflejado en esa contradicción? --No soy tan incapaz como Harry de amar la vida, pero tengo que admitir que un poco sí. Harry es un poco mejor como escritor que como persona. pero esto no sólo es aplicable a los artistas. --¿Cómo diferencia, en Los secretos de Harry, el mundo real del de las ficciones del protagonista? --Yo veía el personaje de Harry como alguien muy nervioso y por eso incrementé los efectos de montaje e hice evidentes algunos cortes. Anteriormente ya había hecho algo parecido en Maridos y esposas, donde también había muchos nervios y tensiones. En la ficción, en cambio, la puesta en escena es mucho más calmada y reposada. Mi intención era que el público distinguiera esas dos vertientes de su vida. --La misma idea del personaje de Los secretos de Harry, que no quiere nacer, ya estaba en el espermatozoide que usted interpreta en Todo lo que usted quiso saber sobre el sexo y temía preguntar... --Es cierto. Nunca me había pasado por la cabeza. --¿Por qué su última película es más dramática que las que había realizado anteriormente? --A pesar de que explore un mundo habitado por un personaje autodestructivo, no deja de ser una comedia. Espero que la gente se divierta y se distraiga, porque yo siempre había querido hacer una comedia a partir de un personaje triste. --Algunos de los chistes resultan bastante crueles. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar para arrancar una carcajada del público? --Un actor profesional, que ha trabajado en teatro, cabaret o en cine, debe estar dispuesto a llegar muy lejos para conseguir una risa. Cuando yo escribo los guiones de mis películas, establezco una frontera muy bien definida porque no quiero herir a nadie, pero a veces, lo reconozco, hay que ir más lejos de lo que uno pensaba. --La regularidad con que filma transmite cierta idea de felicidad en relación con su trabajo. ¿Ese es el modo en que entiende el cine? --Cuando era muy joven, siempre pensaba en el cine en términos de glamour, nunca como un trabajo. Soñaba con ser una estrella, vivir en Hollywood como si fuera el Paraíso. Pero, a medida que iba creciendo, me di cuenta de lo trivial de esa idea y de lo equivocado que estaba. Al cabo de los años trabajé en el cine y, al principio, me resultaba muy importante que a los críticos les gustasen mis películas. Después, lo que te preocupa es que sea al público a quien les gusten, pero cuando uno tiene treinta años en la profesión, llega a la conclusión de que lo único importante es el trabajo en sí mismo. No hay nada de lo que venga después que sea tan importante. Si al público le gusta la película, maravilloso, pero en caso contrario uno sigue vivo. Si le gusta a los críticos, también es fantástico, pero si no, no vale la pena torturarse. Cada año que pasa intento estar bien y divertirme, y eso es de gran ayuda en el momento de escribir, dirigir, montar o de seleccionar la música de una película. Cuando la termino, nunca miro lo que sucede en el exterior, no quiero saber lo que dice el público ni la crítica, lo único que me importa es si lo pasé bien haciéndola. Después de Los secretos de Harry ya hice otra película, Celebrity, y no falta mucho para que empiece la siguiente. Para mí sólo representa un período de trabajo que realmente me colma y, por lo tanto, intento elegir únicamente aquellos proyectos que creo resultarán lo suficientemente divertidos como para invertir en ellos un año de mi vida. --¿Puede adelantar algo acerca de Celebrity? --Surgió a partir de algunas personas que conozco, que adoran ser famosas. No es mi caso. Para mí es muy difícil ejercer de famoso. Hay gente que disfruta mucho la celebridad. Sin duda, hay algunas ventajas: nos tratan bien, tenemos las mejores mesas en los restaurantes... --¿En Los secretos de Harry disfrutó enviando a los críticos al infierno, literalmente? --Cualquier artista, pintor, músico o escritor, mantiene una relación contradictoria con los críticos. Tengo algunos amigos, gente maravillosa, que son críticos. Pero en el cine, cuando un personaje como Harry piensa en los críticos, siempre lo hace como si fueran sus enemigos. --El protagonista de La última noche de Boris Grushenko afirmaba que sólo creía en el amor y en el sexo. Más de veinte años después, ¿sigue pensando igual? --Se trata de dos aspectos de la vida que resultan muy importantes. Realmente las relaciones sentimentales son el único lugar donde se puede encontrar un cierto sentido a la vida. Freud habló del amor y del trabajo y, probablemente, tenía razón. Yo podría unir los conceptos de amor y sexo en uno solo porque están muy relacionados. Pero si estás satisfecho con tu vida amorosa y con tu trabajo no hay mucho más que le puedas pedir a la vida. Si estás sano, el amor y el trabajo son dos aspectos fundamentales de la vida y hacen que sea hermosa. --Puesto a elegir, ¿se quedaría con el amor o con el trabajo? --Nunca fui un perfeccionista, ni consideré el trabajo como una prioridad. Trabajo mucho, es cierto, pero tengo otras prioridades. He llegado a adelantar el horario de un rodaje para no perderme un partido de básquet que quería ver a toda costa. Elegiría el amor, evidentemente. --¿Qué tipo de relaciones mantiene el protagonista de Los secretos de Harry con las mujeres que lo rodean? --Todas ellas son superiores, empezando por el personaje que interpreta Elizabeth Shue, que es un motivo de inspiración para él. La prostituta también es una mujer fuerte, que consigue sacarlo de una crisis nerviosa, y si la psicoanalista se pone histérica sólo es por culpa de Harry. Fuera de su órbita, en cambio, es una mujer muy inteligente. El personaje de Judy Davis, por último, es la única que ama a Harry, pero es un amor no correspondido. En general, todas ellas tienen más energía, pero son víctimas del proceso autodestructivo de Harry. Creo, sin embargo, que las mujeres son más fuertes que los hombres. Son más confiables y tienen una relación más intensa con la vida. --Desde un principio, ¿tuvo intención de encarnar personalmente al protagonista de Los secretos de Harry? --Primero intenté contratar a Dustin Hoffman, a Robert De Niro o a Elliot Gould, pero tenían sus agendas reservadas hasta el año 2002. Estábamos a dos semanas del inicio del rodaje y tenía todos los papeles colocados con los actores que había elegido en primer lugar, excepto el de Harry. Quería a un gran actor, para que le diera al personaje una dimensión que yo no podía darle. Mis recursos son muy limitados y están bien. Pero ellos, si no hubiesen estado tan ocupados, habrían podido darle otro carácter. --¿Algún actor ha rechazado explícitamente, no por motivos de agenda, la proposición de trabajar a sus órdenes? --Todo el mundo está interesado en leer el guión, pero después hay actores que me contestan: "El papel está bien pero, no lo tomes a mal, no está hecho para mí". Para mí no hay problema. Busco a otro actor y, al cabo de dos o tres años, a lo mejor les envío otra cosa. Sí me encontré con gente que me llamó diciendo que se moría de ganas por trabajar conmigo y cuando, al cabo del tiempo, les envié un papel, me pidieron seis millones de dólares por interpretarlo. --¿Puso algún problema Robin Williams para aparecer en Los secretos de Harry permanentemente fuera de foco, por una exigencia del guión? --Robin Williams leyó el papel y aceptó encantado. Es un bromista y además es una estrella que gana mucho dinero y se siente muy seguro yendo de una gran producción a otra. No hubo ningún problema con él. --¿Suele volver a ver sus películas después de un tiempo? --No, nunca las vuelvo a ver, ya las veo bastante durante el montaje. Para mí Los secretos de Harry ya quedó atrás. Después del estreno no tengo ningún interés en mis películas porque no puedo ser objetivo. Lo único que haría es deprimirme porque al advertir errores querría cambiar muchas cosas, y eso es imposible. Es muy duro para un director pensar que las películas que filma nunca llegarán a ser tan buenas como las de Fellini, Bergman, Kurosawa o Buñuel, De Sica o Antonioni. Yo puedo hacer películas más o menos buenas, pero ellos siempre estarán muy por encima de mi nivel.
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