El jueves 2 de julio no fue un buen día. Desayunó con Carlos Corach y Jorge Rodríguez, jugó al golf, almorzó y más tarde tuvo un festejo íntimo con su hija. Al anochecer, cuando le anunciaron que llegarían más invitados a celebrar su cumpleaños número 68, el mal humor de Carlos Menem llegó al clímax. Ofuscado, anunció que no habría festejos e hizo entrega de las copiosas bandejas de fiambres enviadas por Los Dos Chinos a los empleados de la residencia. Luego salió. No lo dijo pero todos imaginaron dónde se dirigía a terminar la jornada: a la casa de su cuñado y hombre de confianza, Emir Yoma.
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