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EL MUNDIAL DE LAS OVEJAS Por James Neilson
El juego es lo de menos. A la mayoría abrumadora de quienes "vibran" con los triunfos del equipo nacional para entonces olvidar lo antes posible las derrotas, no le importa un comino las sutilezas del fútbol. Lo que quieren estos hinchas ocasionales es sentirse parte de una fuerza victoriosa sin tener que preocuparse en absoluto por la metodología utilizada: un triunfo inmerecido será celebrado con el mismo fervor prepotente que desataría uno logrado gracias un despliegue de habilidad asombrosa. Por lo tanto, la relación del Mundial con el deporte es tan tenue como lo es con la enseñanza de geografía, la lengua francesa, el patriotismo y otras materias con las que ciertos delirantes procuraron vincular el torneo. En verdad, la proliferación de hinchas ocasionales, sobre todo entre los que se consideran "intelectuales", durante los Mundiales recientes ha resultado mucho más interesante que los partidos mismos. Las actitudes que asumirían sirvieron para confirmar que son aún más populistas, si cabe, que sus equivalentes de los años sesenta y setenta cuando tantos necesitaron fundirse con el "pueblo" para sentirse más reales. Antes de producirse la gran debacle, algunos trataban a los que preferían preocuparse por otros asuntos como bestias o traidores: comparten el punto de vista del ultra que, en este mismo diario, se desahogó escribiendo que "hay que ser una porquería para no sentirse gente, por una bendita vez", alarde de cretinismo no muy distinto de los producidos en su momento por nazis como Goebbels y por miles de populistas, los más olvidados, en la Argentina de un par de décadas atrás. Claro, el fútbol es sólo un juego y los totalitarios futboleros sólo juegan a ser fachos que odian a quienes se resisten a participar en la borrachera colectiva, pero convendría tenerles cuidado. En el siglo que está por irse, el instinto de la manada, debidamente intensificado por políticos "idealistas", estuvo en la raíz de catástrofes sanguinarias que bien podrían repetirse en escala todavía mayor.
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