Por Juan José Panno
Desde Marsella No va a haber nadie que cante "es un sentimiento... no
puedo parar...". No va a haber hinchas que revoleen banderas y camisetas sobre sus
cabezas, no va a haber periodistas argentinos que griten goles recreando su pasado de
fanas, no va a estar ni la sombra de Ortega. No estamos y el Mundial sigue andando: esta
tarde, a las 16.00 de una Argentina en movimiento, a las 21.00 de un Marsella pintada de
amarillo y naranja, se enfrentan en la primera de las semifinales de la Copa del Mundo las
selecciones de Brasil y Holanda. El dolor de ya no ser que nos aqueja ni siquiera se
atenúa por la posibilidad de ver enfrente a los que han sido hasta aquí los mejores
equipos del torneo. En el penúltimo escalón del camino, Brasil y Holanda, una final
anticipada.
Argentina aparece en la escena sólo como punto de referencia de
las estadísticas: fue el último equipo con el que jugaron los holandeses, fue el último
que le ganó a Brasil en el Maracaná, el que no tenía ganas de enfrentar Zagallo, el
entrenador del Scratch. Pero Argentina ya fue y a esta altura, ellos, los protagonistas de
la fiesta, tienen la cabeza en otra cosa.
A Guus Huddink, el técnico de Holanda, le preocupa esencialmente que
el equipo responda a su naturaleza. Cuando le preguntaron si iba a tomar alguna
prevención especial teniendo en cuenta el rival, respondió tajante: "Vamos a hacer
lo que hacemos siempre, lo que sabemos, si Holanda no va al ataque en mi país me
matan". A Mario "Lobo" Zagallo le pasa algo parecido: nadie le perdonaría
que Brasil se cuelgue del travesaño y especule con el contraataque. Después de todo, los
dos tienen con qué plantear un partido abierto de ida y vuelta, de llegada franca.
Brasil tiene mejores individualidades, jugadores de mayor riqueza
técnica en todas las líneas. Rivaldo --el que mejor ha respondido hasta ahora--,
Ronaldo, Cesar Sampaio, Dunga, Bebeto. No es poco. Holanda tiene un mejor funcionamiento
colectivo, que además se sustenta en excelentes jugadores como Ronald y Frank de Boer,
Kluivert, Bergkamp y el negrito Edgar Davids, el de la Juventus, el de la colita, el que
la hizo de goma contra la Argentina.
Los brasileños lamentan hasta el llanto la ausencia de Cafú, quien se
quedó afuera por una amarilla contra Chile y otra contra Dinamarca. En su lugar se
anunció, sin demasiados misterios, la presencia de Zé Carlos. En el último
entrenamiento Zé Carlos, que juega como lateral en el San Pablo, y no tiene casi roce
internacional, fue un desastre, pese a lo cual el entrenador y su ladero Zico confían
plenamente en él. "Jugó mal en la práctica, pero va a estar muy bien en el
partido, que es lo importante", dijo Zagallo, tratando de serenar a los inquietos
periodistas brasileños. "Ustedes ahora se preocupan por Zé Carlos y hace un tiempo
criticaban a Cafú", saltó Zico para completarla. Por lo demás, el equipo será el
mismo de los últimos encuentros. Los otros tres del fondo van a ser Aldair, Junior Baiano
y Roberto Carlos; en el medio, Dunga, Cesar Sampaio, Rivaldo y Leonardo; y arriba, de
punta, Bebeto y Ronaldo.
Este, la gran esperanza de los brasileños, de la FIFA y de los
ingleses que están haciendo la película Héroes, tiene reservado el papel de
muchachito en la película del Mundial, pero hasta ahora sólo ganó un par de duelos
contra malos de pacotilla, rescató a una muchacha no demasiado linda ni demasiado buena
de la diligencia que iba a ser asaltada y pegó algunas piñas aisladas. No apareció en
toda la dimensión de héroe esperado, pero todavía queda cinta. Y con una defensa como
la holandesa, que deja tantos flancos por su estilo abierto, las posibilidades crecen.
Ronaldo tiene tres goles y en el horizonte, no tan lejos, están con cinco el italiano
Vieri y el argentino Batistuta, hasta ahora los goleadores. No es el único con tres en
Brasil: Cesar Sampaio, Rivaldo y Bebeto también están en la lista de espera.
Holanda no tiene la luminosidad del impresionismo brasileño, pero el
cubismo futbolístico que despliega con su toque permanente forma figuras con forma
admirable y fondo respetable. Saben lo que quieren exponer y lo que le gusta a su
público.
Para este partido no podrá jugar Numan, expulsado, ni su reemplazante
natural Bogarde --ayer fue operado en Amsterdam de la fractura en el peroné izquierdo--,
por lo que Hiddink apostará a Winter ocupando la banda izquierda y a Cocu. Winter padece
una infección, no está al ciento por ciento y se esperará hasta último momento. Si
juega Cocu, Ooijer, sin experiencia internacional, se moverá por el medio. Puede ser una
ventaja para Brasil, pero seguramente no decisiva.
La cita es esta tarde, a las 4 de Argentina en Marsella. Y el fútbol puede llegar a
buen puerto.
OJALÁ QUE SEA EL QUE MÁS NOS GUSTA
Por Diego Bonadeo
Desde siempre en los últimos quince o veinte años los pronosticadores
de resultados antes del comienzo de cada Copa del Mundo insisten en citar a los
"históricos" como candidatos a estar entre los cuatro semifinalistas, salvo
alguna excepción que de todas manera no confirma un pito ni esta regla ni ninguna otra.
Son los mismos que dicen --y esto es cierto-- que en el fútbol todo es
posible. Es que una cosa es aquello de "me gustaría que ganara tal o cual en el caso
de no ser el seleccionado de mi país" o "hasta aquí me parece que el que jugó
mejor fue éste o aquel otro", y otra muy diferente es insistir con que los
candidatos son los de siempre: Alemania, Argentina, Brasil e Italia, que no tan
curiosamente son --aparte de Inglaterra y Uruguay-- los únicos que hasta ahora desde 1930
para acá han sido los campeones.
Y Brasil es el único que quedó de los "históricos" y, por
lo menos hasta ahora, bastante más parecido al Brasil del invicto y tercero en 1978 o al
campeón de algunos chispazos del último mundial, que a aquellos equipos para la memoria
como el del '70 o los no ganadores pero protagonistas en serio como en 1982 y 1986.
Tampoco los que daban a Ronaldo como candidato a suceder a Maradona
como superestrella parecen haber acertado, mientras quienes preferíamos a Denílson como
figura excluyente de los brasileños seguimos con las ganas, porque casi como Passarella a
Gallardo o Cesare Maldini a Roberto Baggio, Zagallo lo hace entrar de a ratitos. De todos
modos, además de su temible y reconocida condición de ganarle a cualquiera jugando bien
o no, cuando deciden sacudirse la modorra, los brasileños tienen la casi simétrica
particularidad de tener a uno de los mejores --Rivaldo-- y a uno de los peores --Junior
Baiano-- de los 88 futbolistas con posibilidades de jugar las semifinales.
Tanto Francia como Holanda aparecían como posibles aguafiestas de los
cuatro "grandes" y lo fueron por fútbol y por resultados. Parecen ser hasta
ahora los mejores equipos del torneo, fundamentalmente por continuidad en el buen juego y
está muy bien que estén donde están. Aunque jueguen diferente, son fieles al paladar
futbolístico de anteriores representaciones francesas y holandesas. Los locales, si se
quiere un poco más "brasileños", con grandes individualidades como Lizarazu,
Diomede, Disechamps, Djorkaeff y Zidane (que Lizarazu y Djorkaeff no hayan jugado bien
contra Italia explica en parte las dificultades de los franceses en no ganarle más
fácilmente al equipo que Cesare Maldini no nos dejó ver del todo), y los holandeses con
la concepción colectiva de los europeos, pero con una actitud absolutamente emparentada
con la del fútbol que le gusta a la gente, aunque muchos les puntualicen indecisiones y
flaquezas defensivas. Holanda sería, de alguna manera, una versión sólida y competitiva
de Nigeria, con menos desparpajo y individualidades.
Para casi todos, el 3-0 de Croacia ante Alemania fue una gran sorpresa.
Sin embargo, la sorpresa la dio solamente Croacia, por aparecer en este partido con todas
las luces que en la primera rueda contra Japón, Jamaica y Argentina y en los octavos con
Rumania, sólo fueron intentos aislados de algún inspirado de turno, como Suker o Boban.
A Alemania, en cambio, parece pesarle entre otras cosas el inexorable atropello de los
almanaques, tanto en los documentos de identidad de los jugadores como en las recetas
futbolísticas cuyos centros "a ver qué pasa" sólo encontraron y no demasiado
frecuentemente la cabeza del temible Bierhoff.
Si no es Brasil entonces, por primera vez en la historia, habrá un
campeón que nunca lo fue antes. Ojalá que sea el que más nos gusta como juega, aunque
más no sea por aquello de los paladares.
CON COLORES CÁLIDOS
Por Juan Sasturain
Desde Marsella
Tal vez no sea casual que esta noche el
Vélodrome se llene de naranjas y amarillos, dentro y fuera de la cancha. Son, en la
convención del espectro, colores cálidos, con todo el repertorio de connotaciones que
eso significa. Y es coherente. Tanto Brasil como Holanda son equipos calientes, del mismo
modo que otros equipos azules, negros y blancos no lo son.
En el origen de la elección de los colores para la camiseta hay, eso
sí, diferencias claras. Los brasileños, como suele suceder, se pusieron, diseminados,
los colores dominantes de su bandera. Y bajan del pecho al talón sus amarillo-verde, y
azul y blanco desde siempre en su historia. Los de Hiddink, en cambio, no miraron la
bandera (azul, blanca y roja: como Francia, como Paraguay, como Yugoslavia y Croacia, como
...) sino que miraron a Van Gogh, se vistieron con la paleta saturada de sol del
desorejado que les pertenece al menos en parte. Y se tiraron el balde encima.
La calidez brasileña es mañanera. Es el primer sol de un país con
vegetación, los colores de un paisaje más aireado y cambiante. El color-calor holandés
es más sofocante, sol de la tarde, de siesta incluso, sobre campos de obvios tulipanes o
naranjas más obvios o cáscaras de queso. Los colores de Brasil son de un paisaje
natural; los de Holanda, cultivado.
Y algo de eso hay. Los dos juegan, no trabajan ni especulan. Pero los
brasileños juegan como si subrayaran los trazos de algo que ya está en su naturaleza
(jugaban antes y también lo hacen al fútbol), mientras que los holandeses juegan con
sobria y desinteresada habilidad a un juego al que le han encontrado la vuelta y patentado
la receta: hay un Manual de Holanda; no hay un Manual de Brasil.
Esta noche, de todas maneras, caiga quien cayere, el cálido fútbol de
colores seguirá de pie. |
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