El Mundial de
fútbol no tiene mayor relevancia que una cumbre política, una exposición de arte o el
desfile de cualquiera de los modistos reconocidos. París esta más allá de todo eso, con
la llovizna matinal, el sol del mediodía o la brisa del atardecer. La vida sigue o sigue
detenida para siempre en el laberinto de avenidas, bulevares y diagonales, en los balcones
cargados de flores, en la charla mansa de los cafés.
Que Francia se juegue esta noche el pase a final con Croacia no le quita el sueño a
nadie. Jean Paul Belmondo, Jacques Chirac, Michel Platini, Lionel Jospin, Blatter,
Havelange, todos ellos estarán esta noche en el palco de honor del Stade de France
esperando que los croatas no se atrevan a tanto y que los franceses se atrevan un poco.
Los anfitriones están más al tanto del aniversario de Serge Gainsbourg, aquel que a
principios de los 70 calentó al mundo junto a su entonces esposa Jane Birkin con Je
taime, moi non plus, que con las travesuras de los muchachos de don Aimé
Jacquet.
Hay un poco de expectativa en Champs Elysées pero la llamada de Sephora, una especie de
Musimundo del perfume, frena la marcha del consumidor del merchandising de FIFA para
entregarse a la embriaguez de todos los aromas posibles. Da la sensación de que, desde
ese local, la abuelita puede salir reciclada y convertida en un clon de Juliette Binoche.
Algo de eso necesitará la selección de Francia para vencer esta noche a la de Croacia:
un poco de maquillaje a su cara lavada de equipo prolijo pero insulso. Algo de eso
también necesitarían los hombres del pícaro Miroslav Blazevic. Un poco de demaquillador
para tantos partidos jugados con la cara pintada, como si hubieran traído el conflicto
étnico y racial de la pequeña nación escindida del antiguo feudo del mariscal Tito, al
juego de la pelota. Por lo menos no lo niegan. Nuestro triunfo deportivo también
será nuestro triunfo político afirmó Blazevic apenas llegó de la concentración
de Vittel, casi en la frontera alemana, a la capital francesa para el partido de esta
noche.
En su retiro del castillo de Clairefontaine, les bleus no quieren dar ningún
indicio de temor. Pero se les nota. La mancada en España 82 y México 86 es
una herida profunda en los minúsculos corazones franceses y una final sin el equipo
nacional será leído como un nuevo fracaso. Por lo menos ya no está Alemania, la
culpable de aquellas derrotas en ambas semifinales pero ahora Croacia es el nuevo cuco. El
respeto de los locales a todo lo que venga del norte puede resumirse en la voz de un mozo
de un café de Montmartre: Si Croacia le hizo tres goles a Alemania, por algo debe
ser. Una frase de carácter transitivo que los argentinos conocemos muy bien, aunque
con otras connotaciones.
En los papeles, el partido debería plantearse con Francia en un rol protagónico y
Croacia buscando su negocio de contraataque. En ese marco salen beneficiados los
visitantes. Los franceses son buenos generadores de fútbol y de situaciones, pero no
concretan. En casi 200 minutos de octavos y cuartos hizo un solo tanto, Laurent Blanc,
defensor, ante Paraguay, y necesito de la fortuna de los penales para sacarse a Italia de
encima. En cambio, los rojiblancos son certeros. En el último minuto del primer tiempo
abrocharon a los alemanes con un zurdazo tremendo de Jarni y le dieron la extremaunción
en los cinco minutos finales cuando los abuelitos teutones fueron a buscar el empate
agónico. A los rumanos les habían embocado el penal que les dio Castrilli y clink, caja.
El asunto será ver cómo los franceses concretan. Y si concretan temprano entonces los
papeles se invertirán. Aunque ni Jacquet ni Blazevic confirmaron las formaciones,
extendiendo este juego perverso que parece tener el copyright en posesión de Daniel
Passarella, los veintidós están casi cantados: Barthez; Thuram, Blanc, Desailly,
Lizarazu; Karembeu, Deschamps, Petit; Zidane; Djorkaeff, Guivarch para los
franceses. Sigue lesionado Henry a quien los paraguayos le dejaron flecos en el tobillo
izquierdo pero, si le dan la pichicata adecuada, y si Jacquet se decide, podría entrar
por Karembeu dando más ofensiva a la zona de volantes o ingresar por uno de los dos
puntas señalados. Ladic; Soldo; Bilic, Simic; Stimac, Jarni, Asanovic, Prosinecki o
Stanic; Vlaovic, Suker. Esta noche, al fin, Brasil sabrá si el domingo discute la Coupe
du Monde 98 con charme francés o el fútbol de trinchera croata.
Protagonistas de las semifinales
Milan contra Real Madrid
Por las
burradas o el amarretismo de sus entrenadores, España e Italia están afuera del Mundial
desde hace rato. Pero les queda un premio consuelo. Milan y Real Madrid son los equipos
representados tanto en la definición de anoche de Marsella como la de hoy en Saint-Denis.
El croata Zvonimir Boban se enfrentará con su compañero milanés Marcel Desailly
mientras que Davor Suker estará frente al también madridista Christian Karembeu.
En las dos semifinales hay jugadores de cuatro países exportadores y las tres ligas más
ricas del mundo son las que hospedan en sus equipos a 41 futbolistas, casi cuatro equipos
completos. Italia es la que más tiene, con 19, mientras que Inglaterra y España tienen a
11 jugadores cada uno. En el calcio hay 6 brasileños (Aldair, Cafú, Leonardo, André
Cruz, Edmundo y Ronaldo), 7 franceses (Candela, Desailly, Thuram, Deschamps, Djorkaeff,
Boghossian y Zidane), a 3 de Holanda (Kluivert, Winter y Davids) y 3 de Croacia (Boban,
Stanic y Asanovic). En España juegan 3 de Brasil (Geovanni, Rivaldo y Roberto Carlos), 4
de Holanda (Hesp, Bogarde, Reiziger y Seedorf), 3 de Croacia (Suker, Jarni y Vlaovic) y un
francés (Karembeu).
En Inglaterra, en tanto, hay otros 11 hombres que están en las cuatro mejores selecciones
del mundo: 5 de Holanda (Stam, De Goej, Bergkamp, Overmars, Hasselbank y Van Hooydock), 2
croatas (Bilic y Stimac) y 4 franceses (Vieira, Petit, Leboef y Lama), pero no importó
brasileños.
El fútbol, agradecido
Ojalá sea cierto. Ojalá esto no sea una ilusión. Según parece, las cuatro mejores
selecciones del mundo al menos así es para los amantes de los resultados y las
estadísticas son las que hasta ahora, con las limitaciones del caso, mostraron lo
mejorcito de esta copa. Francia, Holanda, Brasil y Croacia al menos jugaron a la pelota,
jugaron mirando el arco de enfrente antes que el propio. Si a esto se le suman los buenos
momentos de conjuntos como Nigeria, Dinamarca e inclusive Marruecos, podría decirse
claro que con una esperanzada cuota de optimismo que el fútbol está
volviendo a ser lo que nunca debió dejar de ser.
Hasta no hace mucho, más precisamente hasta antes de la disputa de los cuartos de final,
se escuchó hasta el hartazgo la famosa muletilla: al final siempre ganan los mismos.
Claro, todavía Italia, Alemania y Argentina contaban con posibilidades de alzarse con la
copa. Sumado a Brasil, cuatro campeones del mundo sobre seis. Una buena cifra para los
amantes del fútbol-mercado. Pero la pelota le dio la espalda al mezquino fútbol italiano
y al conjunto de veteranos velocistas alemanes. Incluso con la tristeza del hincha se debe
asumir que Argentina no fue Argentina y que fue superado en el juego. El periodista
Ezequiel Fernández Moores (tal vez un Dante Panzeri de los noventa) lo dijo mejor que
nadie: Mientras Argentina va para Europa, Holanda viene para Sudamérica.
Por suerte esta vez no ganaron los de siempre. Francia llegó hasta acá tratando de hacer
goles frente a dos equipos que sólo cuidaron el cero. Brasil es siempre Brasil, un equipo
al que el talento innato de sus jugadores le alcanza para definir un encuentro en dos o
tres jugadas, y que a veces hasta da la impresión de estar sobrando los partidos. Holanda
es tan ofensivo que cuando pierden la pelota no saben muy bien qué hacer y lo de Croacia,
con ese respeto casi reverencial que tienen por poner la redonda contra el piso, ya dejó
de ser una sorpresa para transformarse en una saludable realidad.
Después de esa por momentos exasperante primera ronda, donde la pelota voló por los
aires más tiempo del que estuvo en el césped, donde la especulación permitió la
clasificación de un equipo de picapiedras como Noruega, parece que llegó la hora de la
verdad. Ojalá sea cierto. Ojalá el fútbol se reencuentre, de una vez, con el fútbol. |
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