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MULAN 7 PUNTOS Estados Unidos, 1998 Dirección: Barry Cook y Tony Bancroft. Guión: Rita Hsiao, Cristopher Sanders, Philip Lazebnik, Raymond Singer y Eugenia Bostwick-Singer. Música: Jerry Goldsmith. Canciones: David Zippel y Matthew Wilder. Voces (en la versión subtitulada): Eddie Murphy (Mushu), Ming-Na Wen (Mulan), B. D. Wong (Shang), Miguel Ferrer (Shan-Yu) y otros. Estreno de hoy en los cines Ambassador, América, Los Angeles, Multiplex Belgrano, General Paz, Alto Palermo, Patio Bullrich, Paseo Alcorta, Solar de la Abadía, Cinemark 6 y 8, Tren de la Costa. Por Martín Pérez Con cierta humildad, la película con la que Disney desembarca en la iconografía oriental comienza con una página en blanco. Y con un trazo de tinta que abre la historia dibujando --precisamente-- el único trazo realizado sobre la tierra por una mano humana que se alcanza a ver desde el espacio exterior: la gran muralla china. Noche cerrada y silenciosa, una cuerda que se engancha en la piedra, un guardia que se apresura a dar la alarma. Frente a él, se yergue un personaje siniestro, de voz profunda, brillosa mirada ámbar y afilados colmillos. Esquivando sus ataques, el guardia alcanza a encender la antorcha que anunciará la tan temida invasión de los hunos. "Ahora toda China sabe que estás aquí", dice el guardia condenado. "Perfecto", responde Shan-Yu, el perverso líder de los hunos, que planea llegar hasta el palacio del emperador causando el mayor daño posible en su camino. Adaptación de una leyenda oriental de más de dos mil años de antigüedad, Mulan cuenta la historia del sacrificio de la hija de la familia Fa, que --ocultando su condición de mujer-- decide enrolarse en el ejército en lugar de su padre. Rebelde e impulsiva, Mulan es como una joven del siglo XX atrapada en la china milenaria. Esa es la razón por la cual nunca conseguirá marido, al menos según la Hacedora de Matrimonios, una odiosa matrona que tiene más de madama que de casamentera. Sintiéndose la deshonra de su familia, cuando llega a su pueblo la orden del emperador exigiendo que un integrante de cada familia se enrole en su ejército para enfrentar la invasión, Mulan se da cuenta de que su padre se encamina a una muerte segura. Así que escapa en medio de la noche disfrazada con su espada y armadura. Dibujo clásico de Disney, con su protagonista partiendo en busca de su destino, Mulan es un film de anécdota simple. Una niña rebelde que intenta perderse en un mundo de hombres, todos ellos sucios y desagradables, salvo el galán de turno, por supuesto. Pero, siempre dentro del marco de las convenciones, los que suelen salvar las historias animadas son un par de roles secundarios pero fundamentales: el malo y el Sancho Panza del héroe. Para ocupar el primer lugar, por suerte aún quedan los hunos, el último pueblo demonizable dentro de la nueva corrección política marca Disney. Y para el otro puesto clave, Mulan tiene el mejor escudero del protagonista desde Aladino: un dragón oriental que responde al nombre de Mushu. Animado maravillosamente, y con la voz de Eddie Murphy para darle sus mejores matices (en la versión original con subtítulos), el pequeño demonio rojo, acompañado por un encantador grillo de la suerte, es el seguro dueño de todas las miradas del público infantil. Dragón venido a menos, Mushu forma parte del panteón de la familia
Fa, que reúne a todos sus ancestros. Fantasmas del pasado que discuten el destino de
quienes viven el presente, sus líderes deciden ayudar a la rebelde Mulan enviando tras
sus pasos al pequeño dragón. Nadie confía demasiado en él, pero Mushu ansía a subir
de escalafón llevando la osadía de Mulan a un final feliz. Dinámico y con buen gusto
para la animación más libre (y cargando lo mejor posible con cada plano realista), Mulan
trastabilla notoriamente cuando llega el momento de las canciones. El trabajo del
productor pop devenido músico Matthew Wilder no tiene la gracia de sus antecesores, a
pesar de las letras del premiado David Zippel. Y la imaginería que acompaña cada tema
está demasiado cerca de la anemia de los peores clips musicales, desdeñando la parodia
del musical de Broadway que --por ejemplo-- iluminaba cada número musical de Hércules.
Pero con Mushu (y el grillo Cri-Kee) del lado de Mulan, no hay público que se resista. No
tanto por la realista animación de cinco dedos, sino por los logros de aquellos cuatro
dedos animados, la mejor marca de fábrica de la eterna animación original.
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