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Hechos pelota
Por Eduardo Aliverti

t.gif (862 bytes) La eliminación del seleccionado generó un desasosiego popular de escasos antecedentes. Y vale preguntarse si los motivos de tan grande decepción son encontrables, solamente, en las expectativas futbolísticas despertadas al cabo de la primera ronda y del partido contra Inglaterra.

El semiólogo Aníbal Ford dijo en este diario que el perdido concepto de "patria" reconquistó la vitalidad a través del equipo nacional, al ser lo más cercano para reconocerse en ese sitio que alguna vez fue o se llamó Argentina. Difícil desmentirlo: se vendieron todas las empresas del Estado; las tarifas telefónicas se rigen por la inflación norteamericana; los miembros del gabinete viajan a Washington a pedir permiso antes de que cada idea se transforme en ley; vivimos rogando que una fuga de capitales externos no nos deje más cerca del arpa que de la guitarra, el canciller define la política exterior del país como la necesidad de sostener relaciones carnales con los Estados Unidos. Se lo mire por donde se lo mire, efectiva y tristemente, el único sentido de pertenencia que subsiste, en forma de catarsis masiva, es el de la pelota.

¿Dónde están el debate y las propuestas de las capas dirigentes --en esencia, de las opositoras-- dirigidas al mejoramiento de salud, educación, justicia, desempleo, inseguridad? Nada sobresale tanto como los despechos de Duhalde contra Menem, de Cavallo contra los menemistas, de Meijide contra Alfonsín, de los jueces contra los jueces. Buena cuota de culpa le cabe a la sociedad, porque a la dirigencia partidaria no la pare un repollito de Bruselas sino el ánimo y la movilización populares. Pero qué arduo es convencer a los convertidos en Juan Pelota y José Francia de que el fútbol debería ocupar un lugar y no todo el espacio de sus expectativas sociales, cuando sus representantes operan como si les interesara convencerlos de exactamente lo contrario. Se dirá que el fútbol ejerció siempre el mismo encanto para los argentinos, y es cierto. Pero también lo es que supo ser un encanto compartido con otras utopías, y otras militancias.

Las Abuelas, tan argentinas como la Selección, consiguieron poner preso a Videla. Ellas, junto con los abogados imprescindibles, el periodismo imprescindible, los luchadores sociales imprescindibles. Esa gente tendría que despertar la misma fascinación que la pelota.

Porque si la Argentina es nada más que una pelota estamos listos. Reconocerse también en la pelea de los que no se rinden sería un pequeño pero enorme paso para revitalizar el sentido de patria.

 

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